La disciplina y la inteligencia
El liderazgo empático es clave para superar los problemas de una sociedad
La forma como los países han enfrentado la pandemia, se ha convertido en una excelente oportunidad para aprender sobre ingeniería social.
Cuando todo comenzó, pocos países quisieron echar mano del conocimiento que ya teníamos del caso más cercano, el de la gripe española de 1918.
Parar una enfermedad de transmisión viral requiere primero encontrar el vector de contagio. Las autoridades de China lo encontraron rápidamente y lo compartieron a la OMS, que se encargó de compartirlo a todas las autoridades de salud mundial. Se debe cortar ese vector, se debe trabajar en una vacuna para evitar futuras infecciones y crear tratamientos médicos para las secuelas.
Así las cosas, si uno sabe que el virus incuba en aproximadamente 14 días, que luego de eso el paciente puede pasar otros 15 días enfermo y que si durante todo ese tiempo, el virus no encuentra un host nuevo, simplemente se muere, la estrategia más obvia debería ser la cuarentena estricta por lo menos durante tres semanas, evitar las cadenas de contagio al principio cuando los pacientes son pocos, y luego hacer seguimiento de aquellos que estuvieron expuestos.
Varios países siguieron esta estrategia, China lo hizo de forma dramática al comienzo de todo (encerró en cuarentena durante 60 días a 11 millones de personas) y Nueva Zelanda lo hizo con solo 12 casos reportados.
El caso de Nueva Zelanda me gusta, pues teóricamente es un país más cercano a los nuestros. Su cuarentena fue estricta, basta revisar los reportes que sobre el tema se dieron en los medios del mundo. Al principio cerraron todo, cancelaron todo, detuvieron todo. La apuesta no era “aplanar la curva” de contagios, era “borrar la curva” por completo.
Una frase de la primera ministra, Jacinda Ardern, resume a mi juicio su éxito “debemos comportarnos como si tuviéramos el virus, pensemos en lo que debemos hacer para no contagiar al resto de la comunidad”.
Otros países no fueron estrictos al comienzo de su infección, argumentaban sobre todo el “no parar la economía” y usando eufemismos como “cuarentena inteligente” o “cierres sectorizados”, permitieron que el virus se regara y fuera cada vez más difícil su control.
China es el caso que nos podría servir de ejemplo para momentos así. Al ser los primeros en sufrir la enfermedad, no tuvieron el lujo de controlarla con menos casos, tuvieron que hacer cierres gigantescos y controles a gran escala, pero por lo que se puede analizar, parecen haber controlado la infección.
Quiero enumerar las cosas que he aprendido en el proceso de analizar todo esto:
El liderazgo empático es clave para superar los problemas de una sociedad.
La ciencia es una herramienta invaluable.
Los que apostaron por no “afectar la economía” al principio de la pandemia, olvidaron que la economía es en esencia la gente; quienes dieron prioridad a la salud están viendo cómo se recupera su economía.
No fuimos capaces de organizar una respuesta mundial a la pandemia. Los chinos y los rusos tienen vacunas funcionales hace meses, ya podríamos estarnos vacunando si la política no estuviese metida en temas de salud pública.
Aquellos que defienden a ultranza “su libertad”, olvidaron que en una sociedad donde existen más personas, la única forma de garantizar los derechos de cada uno, es garantizando el bienestar de los demás.
Los muertos no van a los bares ni compran cosas, es una falsa dicotomía tener que escoger entre las personas y la economía, las personas son la economía.
El individualismo agrava cualquier crisis.
Los japoneses tienen un dicho que reza “con el tiempo, la disciplina vencerá a la inteligencia”, lo que me queda claro, luego de esta crisis, es que los disciplinados son también los más inteligentes.
Veremos qué nos depara 2021. Por lo pronto espero que las lecciones de 2020 no se nos olviden.