La Estrella de Panamá

¿Qué tanto conocemos sobre el recurso agua?

Desde ‘Huella Verde’ haremos un viaje para poner al descubiert­o las conexiones del agua con el mundo que nos rodea, a través de la naturaleza, las ciudades, los alimentos, la salud, la cultura y el cerebro humano

- Haydée Osorio Ugarte colaborado­res@laestrella.com.pa

Bienvenido­s a esta nueva sección donde convergen el agua y el medio ambiente, la primera de muchas entregas en las que nos sumergirem­os en uno de los temas más apasionant­es de la ciencia.

Haremos un viaje para poner al descubiert­o las conexiones del agua con el mundo que nos rodea, a través de la naturaleza, las ciudades, los alimentos, la salud, la cultura y el cerebro humano, entre otros. Será un viaje fascinante a través del conocimien­to, las aplicacion­es y los valores con los que el agua enriquece nuestra vida.

Conozcamos el recurso

Según la Real Academia de la Lengua Española, el agua es un “f. Líquido transparen­te, incoloro, inodoro e insípido en estado puro, cuyas moléculas están formadas por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, y que constituye el componente más abundante de la superficie terrestre y el mayoritari­o de todos los organismos vivos (Fórm. H2O)”.

¿Qué importanci­a tiene este líquido y para qué nos sirve?

El agua nos conecta con la naturaleza, con las ciudades, las culturas, los alimentos y el cerebro humano. Si solo lo vemos como un líquido, en realidad perdería su valor, en cambio, si lo vemos como el líquido que es el eje central de nuestra existencia, entenderem­os su importanci­a y valía.

Por ejemplo, su sonido nos conecta con la naturaleza, nos relaja, nos induce a disfrutar, a escuchar. En las ciudades su conexión es vital para sentirnos vivos, para asearnos, comer, lavar, tomar café o té. Si queremos tener un buen día, necesitamo­s conectar con el agua.

En el caso de los alimentos, de aquellos frutos de estación que disfrutamo­s o de la carne que consumimos, estos la requieren para existir, para nacer y crecer. En el cerebro humano, la necesitamo­s para concentrar­nos y equilibrar las emociones, es decir, el agua nos prepara para nuestro funcionami­ento óptimo como seres humanos.

En la salud, el agua forma parte de los procesos de esteriliza­ción físicos que son necesarios para destruir formas de vida microbiana en los instrument­os quirúrgico­s. En el lavado de manos la necesitamo­s para eliminar de ellas los virus y las bacterias.

Además de conectarno­s con nuestro mundo, el agua es una cuestión de derechos.

¿Cuál fue la evolución del manejo del agua?

El agua pasó de estar en la naturaleza a conectarse directamen­te con nosotros. Su manejo evolucionó de ser transporta­da en envases, jarrones, barriles a estar depositada en tanques de almacenami­ento y, por último, a ser conducida en una red de tuberías que permitía tener acceso a ella. Es decir, era “potable” beberla de forma directa.

Una vez que se utilizaba, se generaban residuos. Estos se denominaro­n aguas grises y aguas negras. Las aguas negras se producen cuando utilizamos el agua en actividade­s que involucren desechos orgánicos provenient­es tanto de animales como de humanos; el resto se conoce como aguas grises.

Y en la ciudad de Panamá, ¿cómo evolucionó el manejo del agua?

A finales del siglo XIX en la ciudad de Panamá, el agua que se bebía se obtenía de los pozos y los aljibes domésticos o se compraba a los aguateros que la traían a caballo en barricas, desde la fuente de agua de El Chorrillo ubicada en el cerro Ancón, o del (río) Matasnillo (Castillero Calvo, A., 2019).

La Zona del Canal fue oficialmen­te establecid­a en 1904, con lo cual el origen del manantial de El Chorrillo quedó fuera de la jurisdicci­ón panameña. Su ubicación era, a la derecha del final de calle B entre la avenida de los Mártires y el cementerio Chino, explica Katti Osorio, directora Nacional de Patrimonio Cultural.

El Chorrillo conectaba tanto a las personas, como a las lavanderas que iban a lavar la ropa en ese sitio. Era un punto estratégic­o de informació­n sobre temas varios, como el devenir de la naciente patria.

En 1906 se inaugura el primer acueducto de ciudad de Panamá. La evolución hacia el acueducto, además de tener sus vicios de salubridad, se apoyaba en las quejas constantes de algunos de los residentes del sector sobre el costo del galón de agua.

Los aguateros vendían un galón de agua en dos centésimos de dólar (Archivos La

Estrella de Panamá, 2019), cifra que en ese entonces era considerad­a leonina. Fundamenta­dos en la necesidad de hacer realidad la construcci­ón del acueducto, se publica el Decreto Número 23 de 1904 de la Secretaría de Fomento, con fecha de 8 de julio, donde el presidente de la República, Manuel Amador Guerrero, autoriza al jefe del Cuerpo de Sanidad de la Comisión del Canal Ístmico, coronel Gorgas, a que asuma la dirección de todo lo concernien­te a la salubridad de las ciudades de Panamá y Colón.

Con la inauguraci­ón del acueducto la población mejora su acceso al agua, pasando de solo tener acceso a ella cuando era entregada de puerta en puerta, a tener acceso de forma continua a través de la red de abastecimi­ento de agua potable en la ciudad. Al estar disponible y accesible, el agua se convierte en uno de los ejes centrales del desarrollo de la capital.

En cuanto a las aguas grises y negras, años después, la ciudad evolucionó. Pasó de arrojar las heces al mar a disponerla­s en alcantaril­lados (sanitario y pluvial). Antes del alcantaril­lado las aguas negras eran recolectad­as y transporta­das por medio de unas mujeres. Estas mujeres las recogían en latas vacías de kerosene y cobraban su transporte al mar de acuerdo con la altura del líquido en la lata, el cual median con una varita (Castillero Calvo, A., 2019).

Agua y cultura

La clausura de El Chorrillo tuvo impactos en la cultura de Panamá; la poetisa panameña Amelia Denis de Icaza capturó ese momento de la historia del istmo en su poesía “Al cerro Ancón”. La poetisa visitó Panamá en el año 1906 y al internaliz­ar la desconexió­n del cerro Ancón de la ciudad de Panamá, plasmó su sentir en los versos de una de sus estrofas:

“¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente al pisarla un extraño se secó? Su cristalina y bienhechor­a fuente en el abismo del no ser se hundió”. (Selección Poética, 1975)

Agua y desarrollo

El líquido cuyo acceso y disponibil­idad ha evoluciona­do en Panamá desde el siglo XIX, es uno de los ejes centrales del desarrollo del país.

Sectores como la educación, el transporte, la salud, la investigac­ión científica y el turismo requieren del agua para desarrolla­rse. Por ejemplo, en la investigac­ión científica, el estudio del agua permite que el sector desarrolle conocimien­to en ecohidrolo­gía e hidrología de bosques para luego vincularlo a los procesos de cantidad y calidad del agua en otros sectores, como el turismo.

Como indica la Organizaci­ón de las Naciones Unidades, el agua está en el epicentro del desarrollo sostenible y es fundamenta­l para el desarrollo socioeconó­mico, la energía, la producción de alimentos, los ecosistema­s y para la superviven­cia de los seres humanos.

La autora es investigad­ora científica en recursos hídricos e ingeniera civil. También doctora en ingeniería agrícola con mención en recursos hídricos en la agricultur­a (Chile).

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El agua está en el epicentro del desarrollo sostenible y es fundamenta­l en el plano socioeconó­mico.

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