La Estrella de Panamá

El poder de la moral

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Muchos ponen la corrupción como el gran problema del país, sin embargo, dejan a un lado que el problema es propio de la sociedad. Por un lado, nos mantenemos en un sistema presidenci­alista obsoleto y perverso que, so pretexto de democracia, se lleva a la población a votar por un “rey” cada cinco años y le damos poderes absolutos. Que en esa “fiesta democrátic­a”, un grupo de empresario­s invierte en los candidatos que encabecen las encuestas y luego, cuando gana el que sacó más votos, esos empresario­s recobran su inversión a través de negocios con el Estado. Los que perdieron o, como dice el argot popular, “no quedaron en la papa”, empiezan con su retahíla de cuestionam­ientos y explotan en los medios los actos de corrupción. Es una gran hipocresía la que vivimos cada quinquenio y ese actuar tan mezquino y estúpido está arrastrand­o a toda la sociedad hacia el descontrol social. Y mientras, esos que se rasgan las vestiduras exigiendo transparen­cia y lucha contra la corrupción y llevan al límite a las autoridade­s para que condenen a los malhechore­s “políticos”, no hacen nada por limpiar sus gremios de aquellos que atentan contra la moral y los valores. Y es que hay algo más poderoso que la justicia formal y es el poder de la moral. El problema es que, de abajo hacia arriba y viceversa, la moral está dormida y ese es el gran problema de Panamá. Mientras la moral de los panameños esté en el piso, la corrupción es dueña del espacio. Si queremos limpiar el país de la corrupción, primero tenemos que despertar nuestros valores cívicos y morales y en eso hay que trabajar urgentemen­te. ¡Así de simple!

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