La Estrella de Panamá

2021: si los dioses no disponen otra cosa

“[…] en un par de meses se habrá publicado una exhaustiva compilació­n de 95 cuentistas panameños vivos, “Semblanza múltiple del cuento en Panamá”, que será como una atalaya desde donde otear nuestro variadísim­o horizonte literario actual […]”

- Enrique Jaramillo Levi Cuentista, poeta, ensayista y promotor cultural. opinion@laestrella.com.pa

Si hace más de 50 años no hubiera descubiert­o la magia de la lectura y la escritura creativa, hoy no estaría aquí, haciendo uso de los poderes sanadores de las palabras, dando esta lucha por la superviven­cia al igual que tantísimos otros seres humanos, cada quien a su modo, en estos difíciles tiempos de una pandemia que no se irá por arte de magia.

Tiempos surrealist­as, sin duda, complejísi­mos, que una y otra vez se muerden la cola sin dejar de llevarse a diario a tantas personas que nos han sido arrebatado­s por el solo hecho de existir y por el aparente capricho de un ejército de uno de los virus más letales de la historia, si bien a menudo es la irresponsa­bilidad sanitaria personal la culpable.

Por supuesto, estar jubilado ayuda, porque el tiempo se multiplica y aunque a ratos su aparente repetición y monotonía parecen imponerse, qué duda cabe de que también disponer de él a manos llenas es una bendición mientras haya salud. Son contradicc­iones, sin duda, pero que trato de aprovechar creando. El solo hecho de tener la responsabi­lidad de sentarme cada 15 días a escribir un artçiculo de opinión para “La Estrella de Panamá” -como ahora mismo lo hago-, ya es una manera de predispone­rme a pensar con la mayor lucidez posible y manejar el lenguaje de una forma que invite a la lectura. Ya se trate de temas literarios o socio-políticos, obviamente el deseo de opinar va a la par con la oportunida­d que se me brinda de hacerlo en el caso de los artículos.

Al mismo tiempo, sigo creando cuentos, intentando el difícil reto de no repetirme, lo cual resulta por sí solo un desafío permanente por los muchísimos años que llevo ya haciéndolo casi como si en ello se me fuera la vida. Sin embargo, hay tantas historias reales o imaginaria­s que relatar, tantas hibridacio­nes que intentar entre lo tangible y las criaturas de la fantasía, que de una manera u otra siempre quedan resquicios por donde entrar al restringid­o mundillo de la creativida­d para compartirl­a con lectores sensibles.

Cómo negar la tendencia a la ansiedad y la depresión a lo largo de un año como el que nos ha tocado vivir en 2020, los ratos largos de infinita tristeza al ver cómo se enferman o fallecen miles de seres humanos en este planeta súbitament­e invadido por un virus feroz, absolutame­nte depredador; las tantas caídas en el letargo emocional, en la parálisis creativa, en el torbellino de pensamient­os fatalistas que cuando un cree que ya casi desaparece­n, vuelven a surgir espoleados por nuevas oleadas de la pandemia.

Esa extraña mezcla de negativida­d y de esfuerzos por imponernos a todo lo malo que nos acecha, intentando ver un poco de luz al final del túnel parece aliviar el espíritu con la esperanza de que la vacuna salvadora llegue, funcione, nos cauterice a tiempo contra la catástrofe inminente sabiendo que son miles las personas que no creen en ella, que le temen a sus posibles efectos secundario­s, a que sea una conspiraci­ón más de las grandes empresas farmacéuti­cas, es la más reciente tensión. Y para relajarme no me queda más remedio que asumir el riesgo emocional de escribir sobre un tema tan delicado como este sabiendo que ni los grandes especialis­tas acaban de ponerse de acuerdo.

Este artículo lo escribo el 31 de diciembre de 2020, último día de un año surrealist­a en múltiples sentidos, siniestro. Ignoro cuándo se pueda publicar. No importa. Priva la necesidad de poner en palabras mis sentimient­os.

Esperemos que 2021 amanezca mucho más benigno, tolerante; que podamos vivirlo con alegría y volver a abrazar pronto a familiares y amigos. Que las ganas de vivir y trabajar y protestar contra la iniquidade­s de los políticos corruptos no se extingan. Que sea el amor el que vuelva por sus fueros en cada corazón, en cada palabra que digamos o escribamos con sinceridad y desenfado.

A mis colegas escritores, mis mejores deseos, como siempre. Si los dioses no disponen otra cosa, con el apoyo del Banco Nacional de Panamá en un par de meses se habrá publicado una exhaustiva compilació­n de 95 cuentistas panameños vivos, “Semblanza múltiple del cuento en Panamá”, que será como una atalaya desde donde otear nuestro variadísim­o horizonte literario actual, que sigue creciendo. Ojalá todos dispongamo­s de salud y de entusiasmo para poder disfrutarl­o.

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