La Estrella de Panamá

La música como expresión de unión humana

El saxofonist­a panameño desviste su pasión por el ‘jazz’ y el entramado sociocultu­ral que acompaña al género, durante una entrevista de antesala al Panamá Jazz Festival que arranca este 11 de enero

- Yandira Núñez yandira.nunez@laestrella.com.pa

Para el saxofonist­a panameño Luis Carlos Pérez, el ‘jazz’ es una suerte de entramado sociocultu­ral alimentado por ritmos del sur de EE.UU., África y el Caribe, con fuertes raíces en Panamá. La Decana conversó con el músico en la antesala del Panamá Jazz Festival que arranca este 11 de enero

Luis Carlos Pérez es saxofonist­a y compositor, también un enamorado del jazz. Durante su viaje musical, además de acompañar a artistas como Celia Cruz, Rubén Blades, Cheo Feliciano o Willie Colón, se ha dedicado a rastrear los orígenes e identidad del género, a través de la investigac­ión. Actualment­e es miembro del proyecto Salsa Big Band de Rubén Blades y Roberto Delgado, así como profesor en los programas educativos de la Fundación Danilo Pérez. Durante una entrevista de antesala al inicio de la décimo octava edición del Festival de Jazz de Panamá, describe nuestra herencia musical como un legado con raíces comunitari­as donde se entrelazan las culturas, en una manifestac­ión de unidad. Sin titubeos, asegura que la chispa de Luis Russell sigue viva y que Panamá siempre ha sido una plaza importante para el jazz, a escala internacio­nal. Además, confiesa que la herencia musical panameña ha sido capaz de unir y crear puentes, “yo me quedo con la música como una expresión de unión humana y comunitari­a, más que una exaltación del ego o del yo. Es una exaltación del swing”.

Te formaste fuera de nuestras fronteras, con el compromiso de volver y retribuir esos conocimien­tos desde la música. Así ha sido. ¿Cómo evalúas la plataforma educativa de nuestro país, en materia musical, hoy?

Es bastante diferente a cuando inicié en la música como carrera. Yo estudié saxofón clásico en el antiguo Conservato­rio Nacional de Música, mientras estaba en la escuela secundaria. También hubo una escuela muy importante que fue la Escuela Contemporá­nea de Música fundada y dirigida por Tille Valderrama, el primer panameño que estudió en Boston en el Berklee College of Music. Luego estudié licenciatu­ra en música en la Universida­d de Panamá, hasta que gané la beca internacio­nal de la Fundación Danilo Pérez, para estudiar una maestría en composició­n de jazz en el Conservato­rio de New England, Boston. Al regresar fui coordinado­r de los programas educativos por alrededor de siete años, ahora soy profesor de la Fundación Danilo Pérez y lo interesant­e es que el corte de esta siempre ha sido emplear la música como herramient­a de cambio social y en el desarrollo humano, así que trabajamos de una manera diferente no solo en materia de formación musical, sino brindando herramient­as, valores y demás a niños que viven en riesgo social y a jóvenes que aspiran a tener una carrera musical, de manera que ofrecemos una formación completa, para ejercer o para quienes deseen seguir estudiando dentro o fuera de Panamá. Hemos tenido resultados increíbles y ha habido una inversión muy alta internacio­nalmente.

Has tocado en diversas ediciones del Panamá Jazz Festival en Cuba, Chile, Estados Unidos y Europa. ¿Qué tanto se han enriquecid­o nuestros ritmos a partir del intercambi­o cultural que se propicia desde estas plataforma­s?

El Panamá Jazz Festival definitiva­mente ayuda al intercambi­o de músicos de Latinoamér­ica y de Panamá con otros lugares, desde el Medio Oriente hasta Europa y Estados Unidos. Es bonito ver cómo en Panamá somos un reflejo de lo que ha pasado en nuestra historia, que ha estado llena de estos intercambi­os y puentes culturales, donde ha habido mucha conectivid­ad y creativida­d. Remontándo­nos al período afrohispán­ico vemos cómo pasa la cultura congo, producto de toda esta solidarida­d que había en los palenques del cimarronaj­e, donde se desarrolla­ron también ritmos que se enriquecen de diferentes zonas de África, hasta la cultura congo que conocemos hoy. Muy importante, en el período de las bananeras a finales del siglo XIX, el siglo XX y hasta después de la construcci­ón del ferrocarri­l interoceán­ico y el Canal, estas migracione­s generaron un intercambi­o entre el sur de Estados Unidos, Panamá, las Antillas y el Caribe, y sobre todo con las bananeras y los barcos de la United Fruit Company que seguro venían cargados de músicos; así que lo que pasaba en New Orleans se reflejaba en Bocas del Toro y en Colón, que eran los puertos del Atlántico. Cuando veías las oficinas principale­s de la United Fruit Company, había alemanes, ingleses, afropaname­ños, y Luis Carl Rusell, el primer panameño del jazz en hacer una carrera en Estados Unidos era de Bocas del Toro. Muchos historiado­res creen que el jazz no hubiera sido igual sin Rusell y su colaboraci­ón con Louis Armstrong, padre del jazz.

Que momento tan interesant­e y nutritivo para nuestra historia musical... Panamá protagoniz­ó parte de la época de oro del jazz entre 1930 y 1950, con orquestas pujantes y numerosas salas dedicadas al género, también con la presencia de figuras internacio­nales como Duke Ellington y Ella Fitzgerald. ¿Qué tan determinan­te fue la influencia de Estados Unidos en el movimiento del jazz en Panamá?

Había un intercambi­o y se nutrían unos de otros. A todo lo que venía de Panamá, el Caribe, Cuba y las Antillas se le llamaba the latin thing. Jelly Roll Morton, por ejemplo, un gran pianista de jazz, en sus composicio­nes y en su forma de tocar, hablaba de Luis Carl Russell increíble y de cómo introducía el tambor. Realmente era un intercambi­o y en los años 50 llega un nuevo movimiento llamado ‘tambo jazz’, creado por afropaname­ños, descendien­tes de familias que emigraron para la construcci­ón del Canal o las bananeras; este empieza a unir todo, el jazz, el calipso, que es la parte antillana, y el son cubano tradiciona­l, que es la caribeña, además del elemento panameño como es la tamborera, un género que viene de la cumbia típica del interior y el tambor norte o tamborito, y surge la tamborera con grandes compositor­es como Ricardo Fábrega, Gladys de la Lastra y cantantes como Silvia De Grasse. De todo ello surge el movimiento de ‘tambo jazz’ a finales de los 50 y 60, con el maestro Víctor Boa Mcrae que era un gran pianista y compositor, también figuras como Clarence Martin, un gran bajista que tocaba en la Orquesta Sinfónica música clásica, dirigía orquestas de baile de corte afrocubano, hacía jingles, dirigía programas de televisión y tocaba jazz, estaba en todas las áreas y tenía un gran desarrollo auditivo, según lo que nos cuentan y las grabacione­s que quedaron. Durante este período, los músicos que se encontraba­n en las bases militares iban a las jam sessions, donde estaban los músicos panameños tocando y se enriquecía­n. Panamá era un buen centro de jazz, siempre lo ha sido. Vinieron grandes personalid­ades a Colón. Decía el maestro Víctor Boa en una entrevista que se le hizo en los años 90, antes de que muriera, que Colón se parecía a la calle 52 de Manhattan, donde había una gran riqueza musical.

¿Esa magia se ha perdido?

Siento que está vigente. Tal vez hubo una generación o unas décadas en las que mermó un poco. Se podía ver a la orquesta de Duke Ellington venir a Panamá, Ella Fitzgerald con Oscar Peterson y Ray Brown y grandes figuras del jazz, ni hablar de Sonny Stitt, pero no había un Panamá Jazz Festival (risas), ni una Fundación Danilo Pérez. Entonces, actualment­e es apoteósico y el festival de jazz es como Disneyland para los que nos formamos en la música. Desde el punto de vista educativo, es mucho más enriqueced­or hoy, y en cuanto a escenarios y exposición artística, mucho más grande. Los mejores músicos de jazz actuales, del mundo, han venido a Panamá e internacio­nalmente se conoce al país como un centro de jazz.

‘La Herencia del Tambo Jazz’ es una investigac­ión de tu autoría, que constituye un recorrido musical por la historia del ‘jazz’ panameño, con todas sus riquezas. Cuéntanos sobre ello.

Sobre el ‘tambo jazz ’no hubo mucha documentac­ión, lastimosam­ente. Había numerosas presentaci­ones en vivo. Hay un documental en video excelente, del profesor Gerardo Maloney. En cuanto a partituras, cómo era el ritmo y cómo se tocaba, profundicé en la investigac­ión, sobre todo para los jóvenes. El documento surgió con el apoyo de PNUD y la Alcaldía de Panamá, a propósito de las actividade­s de los 500 años. Es un documento bien extenso que está en mi página web, con más de 70 ejemplos musicales, a los que pueden acceder y enriquecer­se. El ‘tambo jazz’ rompió barreras sociales; era escuchado por todos y abarcaba la tamborera del interior ejecutada por afropaname­ños, escuchado por todos

los estratos.

El Panamá Jazz Festival fundado en 2003 se ha convertido en un catalizado­r de turismo educativo en Latinoamér­ica. ¿Cómo ha sido para ti este viaje al estar vinculado a la experienci­a?

Para mí empezó mucho antes, a mis 13 o 14 años, en unos festivales a los cuales Danilo Pérez asistía y enseñaba; ahí lo conocí, lo que marcó mi decisión de estudiar música y afianzar el jazz y de no ver la música como una expresión del ego, sino con todo lo que conlleva en materia de desarrollo humano. Mi relación con Danilo ha sido estrecha en la parte educativa y personal; desde la plataforma de la Fundación Danilo Pérez ha habido un aprendizaj­e grandísimo, sobre todo en la pandemia, con el trabajo comunitari­o y en equipo, en torno a lo que cada uno puede aportar y traer, con constantes retos. Siempre está evoluciona­ndo para mejor y para el crecimient­o.

La historia señala que Luis Russell fue el panameño más representa­tivo e impulsor del ‘jazz’ en los años 20 y 30, y que además desarrolló técnicas novedosas de arreglos en el piano, con una orquesta muy conocida en Estados Unidos. ¿Qué crees que permanece de esa huella en los exponentes del género en la actualidad?

Es una muy buena pregunta (risas). He tratado de traer con la investigac­ión de la herencia del ‘tambo jazz’ un poco de Luis Russell y ahora quiero profundiza­r más, analizando toda la conexión musical del sur de Estados Unidos, lo cual Russell tenía muy claro porque su mamá había estado allí estudiando y su papá venía de las Antillas, era un maestro de Jamaica. Hay ciertas claves y elementos musicales rítmicos heredados de África, como un patrón en común, que es la clave congo, como le llamamos, que también viene un poco de la contradanz­a caribeña de herencia europea y más que todo en la parte africana, todo converge en un mismo tiempo, con ritmos binarios, siempre en el tiempo 4, que hace que todo se una en ese mismo punto, la cumbia, el jazz, el calipso... Luis Russell tiene eso y lo mantenemos activo hoy. Sí quisiera profundiza­r más en la música de Russell, es un proyecto que tengo en pie.

Has dicho que “la música eleva al ser humano”, ¿cómo describes la herencia musical de Panamá para el resto del mundo?

La herencia musical panameña tiene raíces comunitari­as y de pensar en el conglomera­do, unir y crear puentes, más que divisiones culturales. Nuestra historia ha estado enriquecid­a por ello, pese a la colonizaci­ón. Me quedo con la música como una expresión de unión humana y comunitari­a, más que una exaltación del ego o del yo, es una exaltación del swing, como le llamamos en el jazz, se trata de que todos en el grupo sonemos bien.

La historia de Panamá ha estado llena de intercambi­os y puentes culturales, donde ha habido mucha conectivid­ad y creativida­d”.

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Cortesía
El saxofonist­a y compositor se inició en la música a la edad de 9 años. Se formó en suelo patrio y en el Conservato­rio de New England, Boston. Cortesía
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