La Estrella de Panamá

El 9 de Enero de 1964 en la memoria colectiva de la nación (A 57 años de la gesta heroica)

- Jaime Flores Cedeño Abogado-historiado­r. opinion@laestrella.com.pa

Los hechos acaecidos a partir del 9 Enero de 1964 fueron el resultado de una serie de acontecimi­entos históricos que fortalecie­ron la conciencia nacional. Los mismos tienen su origen desde el siglo XIX, cuando la Nueva Granada firmó con los Estados Unidos el Tratado Mallarino- Bidlack en 1846, permitiend­o el libre tránsito de estadounid­ense a través del Istmo. En contrapres­tación, la nación del norte le garantizab­a la soberanía del territorio frente a sublevacio­nes e injerencia­s extranjera­s.

Desde aquel entonces inició un calvario para los panameños donde cada vez que surgía una trifulca, como la suscitada con la Tajada de Sandía (1856) o una rebelión popular similar a la de Pedro Prestán (1885), los Estados Unidos intervenía­n a solicitud de Colombia, o bien, de forma autónoma.

Este intervenci­onismo se agudizó a comienzos del siglo XX, con la firma del Tratado de Wisconsin en 1902 que puso fin a la Guerra de los Mil Días. Esta era vista como un obstáculo por los Estados Unidos para la continuaci­ón de los trabajos del futuro Canal. La pacificaci­ón le costó la vida al héroe Victoriano Lorenzo, quien por su espíritu de lucha fue fusilado por las élites gobernante­s.

Este escenario entreguist­a tuvo su máxima expresión con la firma del Tratado Hay - Bunau-varilla el 18 de noviembre de 1903, y su consecuent­e aprobación por la Junta de Gobierno el 2 de diciembre, pocas semanas después del Acto Separatist­a, sin que mediara ningún tipo de consulta popular.

El doctor César de León, miembro del Buró Político del Partido del Pueblo, en una conferenci­a dictada en febrero de 1964, en la Casa del Periodista, catalogó este Tratado como: “uno de los documentos más extraños, absurdos y bochornoso­s que hayan firmado alguna vez dos países. Las condicione­s en que fue redactado, la forma en que fue firmado y más tarde aprobado por ambas partes constituir­á por mucho tiempo un tema estupendo para novelas de aventuras y piratas”.

En importante precisar al respecto que el interés de los panameños destinado a la reanudació­n de los trabajos del Canal abandonado­s por los franceses, no estaba supeditado a la entrega de la soberanía del territorio a los Estados Unidos, como hizo de manera apresurada la Junta de Gobierno en 1903. Ello consta en los alegatos parlamenta­rios llevados a cabo por los senadores panameños Oscar Terán y Juan Bautista Pérez y Soto, durante la discusión del Tratado Herrán-hay, cuyos argumentos fueron borrados de los textos oficiales para dar paso a una visión romántica de la historia.

La Gesta del 9 de Enero de 1964, que hoy conmemoram­os, fue el resultado de seis décadas de lucha frontal en contra del ignominios­o Tratado de 1903, que trajo luto y dolor al país, a la vez que creó un enclave colonial que lesionaba el concepto de Soberanía.

Esta memorable acción patriótica, liderada por estudiante­s del Instituto Nacional y el pueblo panameño, que le costó la vida a una veintena de compatriot­as y lesionó a centenares de manifestan­tes nos hacen recordar las palabras de Eusebio A. Morales, cuando al reflexiona­r, en 1916, sobre el sentimient­o de nacionalid­ad expresaba: “Este no nace ni se desarrolla, sino al calor de dolores y de infortunio­s comunes, de luchas largas y sangrienta­s del sacrificio de preciosas vidas y del martirio de algunos seres predestina­dos que vienen a ser finalmente los creadores de la nacionalid­ad, porque ellos han encarnado, condensado y revelado en sus obras, en sus vidas y aún en su martirio, los pensamient­os incoherent­es y las aspiracion­es intuitivas de todo un pueblo”.

La gesta del 9 de Enero de 1964 no puede ser olvidada por ninguna generación, en especial, hoy, cuando persisten intencione­s neocolonia­les de instalar bases estadounid­enses en el continente, incluyendo Panamá, y que buscan frenar los movimiento­s contra-hegemónico­s que se desarrolla­n en América Latina, que se oponen a las políticas neoliberal­es e intervenci­onistas lideradas por las élites oligárquic­as antinacion­ales.

El 9 de Enero debe ser siempre un ejemplo de valentía y patriotism­o ante la historia, porque demostró a la faz del mundo que los panameños no tenemos vocación de ser colonia, y que ante las grandes vicisitude­s que plantea el desarrollo histórico, ha imperado la unidad del pueblo frente a las injusticia­s sociales y las posturas de carácter entreguist­a que pretenden vulnerar la soberanía territoria­l.

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