La Estrella de Panamá

Una nueva entrega de Aristides Ureña Ramos, maestro de la plástica panameña, dedicada en esta ocasión al cantautor Omar Alfanno

Aristides Ureña Ramos, maestro de la plástica panameña, dedica estas líneas al cantautor panameño Omar Alfanno. “Un gran nido de polluelos de donde aprendimos los secretos para saber soñar”

- Aristides Ureña Ramos colaborado­res@laestrella.com.pa

El árbol de mamón de la avenida Central de Santiago, frente a la casa de Alejandrit­o López y Sara Fábrega Fábrega de López.

Ese lunes de una perezosa tarde, regresaba de la escuela Normal. Coloqué mis cuadernos y me acosté en la acera de la avenida Central, bajo el gran árbol de mamón que estaba frente a la casa de los López Fábrega. Ahí, mirando el fastuoso mecer de las hojas del antiguo árbol, recordé aquello que la noche anterior había escuchado de Chico Maraca ‘El Poeta del Pueblo’; esas palabras resonaban dentro de mí. Ese domingo él gritaba versos a los transeúnte­s diciendo lo siguiente: “Somos hojas de un árbol robusto que el recuerdo nunca ocultará y si usted es justito por dentro... ¡eso es por gusto! porque nunca lo olvidará”.

Ahí acostado en el suelo, seguía mirando el mecer de las ramas, pensando en los versos de Chico Maraca (Francisco Hernández). Pasó mucho tiempo, sin tener control alguno de lo que sucedía a mi alrededor y seguí soñando.

‘Porky’ y la bichera de mamón

Detrás del teatro María Luisa había un solar abandonado, donde había muchos árboles de frutas. Ese día, que era de bichera, nos encontrába­mos tumbando los racimos de fruta de mamón. ‘Porky’ Alfanno viene corriendo hacia nosotros y nos dice que Omarcito (que es su hermano menor) se estaba comiendo los mamones boboré. Siempre pensé que ‘Porky’ sería músico, pues tenía todas las caracterís­ticas para ser un guitarrist­a de serenatas, pero gracias a Dios, la vida nos trajo una gran sorpresa, el travieso Omar, aquel niño de sonrisa alegre y de mirada nostálgica que no podía ser regañado, pues quien lidió la infancia con él, bien conocía la perspicaz personalid­ad que llevaba dentro Omar.

Él (Omar) siempre pronto con una sarcástica e inteligent­e respuesta a cada bochornosa situación... y en eso siempre fue igual a su padre Chichi Alfanno, sagaz y refinado.

‘Porky’ sobresalió en todos los deportes y farándula santiagueñ­a; para Omar, el Señor tenía predestina­do otro camino. Ese día yo lo regañé por los mamones boboré, pero en realidad les digo que su respuesta fue memorial, con cara de arrepentid­o Omarcito nos dijo a todos los presentes: “¡Hey! Alguien tenía que sacrificar­se para saber si eran de verdad boboré”, terminando todo en una inocente carcajada colectiva.

Los Alfanno

‘Mamá Lala’, su abuela, venía de Atalaya. Ella nos enseñó a dibujar y pintar con tubitos de colores a muchos de sus alumnos, como también hizo escuela entre sus nietos. Es por esto que, al sol de hoy, Omar nunca ha abandonado el dibujo y los pinceles... y para decir la verdad, lo hace con excelentes resultados. ‘Maestra Lala’ (Laura González de Alfanno) se casó con Carmelo Alfanno que procedía de Aguadulce, era músico armonista, pianista y poseía una voz de tenor.

En la memoria quedó registrada esa Semana Santa de los años 50, cuando mi bisabuelo Ignacio de Loyola Valdés (‘Nacho’ Valdés), Manuel Salvador Pinilla (músico de armonium) y Carmelo Alfanno entonaron unos Improperio­s en la misa de Viernes Santo. Se cuenta que ese día fue tanta la conmoción, que al terminar la pieza musical muchos lloraron, otros se sintieron rozar por las manos bendecidas de ángeles celestiale­s y hubo conversion­es de fe. El profesor Ricardito Hernández, que era monaguillo, asistió al evento llevando la cruz procesiona­l, y dijo que sintió al entonar en la iglesia las tres voces, a Jesucristo hecho luz bendiciend­o a todos los santiagueñ­os.

Bajo el palo de mamón

Un viento fresco mueve las hojas del árbol y veo que las flores están listas para germinar y que se acerca la temporada de los apetitosos mamones de los palos frente a la casa de Alejandrit­o López... y sigo ahí acostado en la acera bajo la sombra del árbol, soñando miles de recuerdos.

‘Chichi’ (Héctor Alfanno) sabía todos los secretos de la mecánica de autos; se casó con una hermosa mujer que provenía de Soná, y ella –Gloria Velázquez– parió dos varoncitos (Héctor ‘Porky’ y Omar Alfanno) y dos hijas (Silkia y Kathia) que heredaron la belleza de la mujer veragüense, como también el misterio de la música y las artes de los Alfanno. Siempre me gustó la fina estampa del caballeros­o ‘Papá Chichi’, con su sombrerito pifioso de ala corta, el mismo que Omar suele usar en sus presentaci­ones como un noble gesto de pertenenci­a y respeto paternal. Así es también el profundo amor que los Alfanno tienen por su abuela ‘Lala’ y ‘Mamá Gloria’, que inculcaron a sus cuatro hijos el sabor de la métrica cantada.

Yo no sé lo que es vivir sin ella

(Todo me recuerda a ella, esa canción en la radio, la foto sobre la mesa).

Así como el viento sopla sobre la cúspide de este árbol, muchos fuimos los que, siguiendo la fuerza incontrola­da de la naturaleza, fuimos erradicado­s hacia otras latitudes... misma fue la suerte para aquel niño de sonrisa alegre y de mirada nostálgica, pues Omar viaja a México para escalar, sin titubeos, su carrera artística por muchos países del mundo.

En cada verso de Omar se mima la linfa creadora de un espacio recordado, es la síntesis donde se unen el profundo sentimient­o de lo que hemos vivido, con el regreso a sentir eso mismo, para que de esa manera exorcicemo­s tales momentos y podamos sanar de ello. Es por esto que nos resulta tan familiar y ya conocido.

Esta fue la sensación que tuve al oír por primera vez ‘Vivir sin ella’ cantada por Gilberto Santa Rosa, sin saber que fue escrita por Omar. Mi sorpresa fue enorme al saber que él la escribió, pues cada vez que la escuchaba regresaba a mi pueblo, aquel Santiago envuelto en papel chino comprado en la tienda de Julio Sierra y los murmullos que te dejan enclavados en lo profundo del corazón, como aquellos enamoramie­ntos en los pasillos de la escuela Normal.

Un homenaje a Omar Alfanno

Acostado en la acera de la avenida Central, bajo el palo de mamón frente a la casa de Alejandrit­o y Sara Fábrega

Fábrega de López, siento el fuerte torbellino que me levanta hacia lo más alto del cielo... y desde las alturas veo volar a Omar junto a su esposa Carmen y sus tres hijos sobre la ciudad de Santiago, y la iglesia donde tres ancianos tenores cantan glorias en celebracio­nes; entre la multitud está quien se quita su sombrero y se inclina, quien se arrodilla con cara de gozo para celebrar a todos los talentosos creadores panameños, entre los que Omar Alfanno ha sido un formidable y digno representa­nte... y me siento subir de la mano de ‘Chico Maraca’, ‘El poeta del Pueblo’ que sigue repitiendo sus versos para cada santiagueñ­o: “Somos hojas de un árbol robusto, que el recuerdo nunca ocultará, y si usted es justito por dentro... ¡eso es por gusto! porque nunca lo olvidará.”... y seguí subiendo hasta que el sol dulcemente me ocultó, llevando conmigo un saco de mamones boboré y anécdotas para compartir con ustedes, mis lectores.

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Archivo La Estrella de Panamá Omar Alfanno, cantautor y compositor
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