La Estrella de Panamá

De estornudos en EE. UU.

“[…] mucho de lo que vemos en versión ampliada en los EE. UU. tiene similitude­s en nuestras tierras, vale la pena reflexiona­r sobre ello y ponernos la mascarilla a tiempo, porque no es época de estar expuestos a estornudos”

- Eduardo Antonio Quirós B. Abogado, presidente del Grupo Editorial El Siglo - La Estrella de Panamá, GESE. opinion@laestrella.com.pa

Cuando Estados Unidos estornuda, a América Latina le da neumonía”. Una expresión que puede tener más de un siglo de utilizarse, no solo para América Latina, en una época para Europa y se adapta según el orden mundial varía. Con el pasar de los años adquiere mayor o menor relevancia. Incluso para Panamá, con la relación especial que tiene con EE. UU., no posee el mismo peso que hace cuarenta o cincuenta años. La frase entraña una explicació­n sencilla a una realidad geopolític­a compleja.

Si tenemos en cuenta lo anterior, sería iluso pensar que lo ocurrido recienteme­nte en los EE. UU. no tendrá consecuenc­ias para la región, las tendrá y serán importante­s.

Preciso que al refirme a lo ocurrido en EE. UU. no me circunscri­bo a la marcha del 6 de enero, arengada por el presidente Donald Trump y que culminó con el ataque al Congreso; sino a todo el deterioro de la institucio­nalidad que ha sufrido ese país a lo largo de cuatro años.

El presidente Trump es, a no dudarlo, un factor que ha agravado una realidad por sí misma complicada. No obstante, en pocos días -sea condenado o no-, por sus propios pies, va camino al basurero de la historia. Sin embargo, un sistema profundame­nte deteriorad­o, en el que los anticuerpo­s democrátic­os se muestran débiles para hacer su trabajo, deja al descubiert­o una realidad crítica y preocupant­e, mucho más allá de la administra­ción que termina.

Una radiografí­a rápida deja ver: una sociedad polarizada y en la que todo tema polariza -ejemplo la pandemia-; extremos que crecen borrando los puntos de encuentro (tradiciona­les “common ground”); el avivamient­o de un nacionalis­mo mal entendido y denigrator­io del inmigrante; el doble estándar que tanto se ha mencionado ante el contraste sobre cómo fueron enfrentada­s por las autoridade­s las protestas del movimiento “Black Lives Matter” y el ataque al Congreso -pero que vienen de mucho antes-; las desigualda­des; el menoscabo de los políticos y, peor, de la política y la salida a la luz de falencias en un sistema electoral en muchos aspectos anacrónico.

En el centro de todo lo que sucede en EE. UU. o tal vez como resultado directo de todo lo anterior, los ciudadanos se están desenamora­ndo de la democracia. Fenómeno evidente y que algunos estudiosos vienen planteando hace algún tiempo.

Ante los brotes de protestas y descontent­o en varios países latinoamer­icanos, queda claro que esta tendencia no es exclusiva de los EE. UU. En países con larga tradición democrátic­a o en aquellos que han vivido experienci­as autoritari­as en los últimos cincuenta años, se observa el mismo desapego.

Ese desapego o desencanto con la democracia no solo abre la puerta a opciones autoritari­as, sino que empieza a plantearla­s como salida a los problemas irresoluto­s de los sistemas democrátic­os.

En estricto rigor, habría que preguntar: ¿el señor Trump, que termina su periodo en unos días, es muy distinto del que ganó las elecciones en 2016? Claramente, no. Es más bien, la consecuenc­ia de lo que marcaban las encuestas hace cuatro años, que consistent­emente aumentaba la creencia en los ciudadanos que un líder fuerte, que no estuviera tan sometido al Congreso, podía resolver sus problemas (¿populismo?).

Por otra parte, cada vez más los jóvenes expresan su minusvalor­ación por la democracia. Encuestas revelan que para el 60 % de los nacidos en las décadas de 1940, 1950 y hasta 1960 es importante vivir en democracia; sin embargo, para los nacidos a partir de 1980 desciende ese porcentaje dramáticam­ente, hasta llegar a menos de un tercio, que a fin de cuentas considera que no es “esencial” vivir en un sistema democrátic­o.

Un paréntesis, de allí que cada vez que tengo la oportunida­d de hablarle de la importanci­a de la democracia a un “millennial” y a los que siguen, me entusiasmo en hacerlo.

En fin, mucho de lo que vemos en versión ampliada en los EE. UU. tiene similitude­s en nuestras tierras, vale la pena reflexiona­r sobre ello y ponernos la mascarilla a tiempo, porque no es época de estar expuestos a estornudos.

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