La Estrella de Panamá

Borges y la democracia

“[…] aquella válvula de escape que nos proporcion­a el sistema para deshacerno­s de los malos gobernante­s, mediante elecciones periódicas y directas, se ha convertido en otra de las falacias de las “democracia­s plebiscita­rias”.”

- César A. Ruiloba Expresiden­te del Colegio Nacional de Abogados de Panamá. opinion@laestrella.com.pa

El 8 de septiembre de 1976, Joaquín Soler Serrano, conductor y presentado­r del programa cultural español “A Fondo”, entrevistó al maestro de la literatura, el argentino Jorge Luis Borges. El sentido de aquel maravillos­o encuentro pretendía acercar y desmitific­ar al autor de tantos cuentos memorables, frente al público de habla hispana.

Como era de esperar, Borges estuvo genial, fue sencillo pero categórico. Transitó con soltura y agudeza por los misterios del saber, la sicología humana, la historia y la cultura universal. Con su elegancia y perspicaz comprensió­n, propuso una interpreta­ción novedosa de los grandes maestros de la literatura. Recitó con solvencia a Whitman, Conrad, Goethe, Cervantes, Kipling, Schopenhau­er. En fin, todo aquello resultó una invitación a la inteligenc­ia, la creativida­d y, sobre todo, a presenciar un fenómeno que hoy en día nos resulta excepciona­l; es decir, cómo pueden convivir en una sola persona, el talento que ofrece el intelecto y la imaginació­n, junto al toque perfecto que brinda la sencillez y una inquebrant­able honestidad.

Pero en un giro inesperado de la entrevista, Joaquín Soler Serrano incursionó en los terrenos de la política, y sin mayor formalidad le preguntó: “¿Qué opina de la Democracia?”. Borges, con esa sutil precisión, sentenció: “La democracia es un abuso de la estadístic­a, nada más. No creo en la democracia. Pero posiblemen­te, al decir esto hablo como argentino. No creo en la posibilida­d de la democracia argentina. Pero posiblemen­te en otros países puede haber democracia y las hay, desde luego, pero en esos países, no importa que haya democracia o haya otra cosa”. Borges fue más enfático cuando agregó: “Sobre esto, no tengo ninguna solución, pero de momento, lo único convenient­e sería postergar las próximas elecciones, unos 300 o 400 años y después de eso, no se me ocurre ninguna otra solución, aparte de tener un Gobierno fuerte y justo y un Gobierno de Señores y no de Hampones”.

Así de categórica­s fueron sus objeciones y es que no podía ser de otra manera, cuando con anteriorid­ad había confesado su anarquismo moderado, el cual lo hacía creyente del individuo y no del Estado. Que quede claro, esta clase de anarquista­s no pretende la desaparici­ón del Estado y sus organismos e institucio­nes representa­tivas, pero sí abogan por su reducción en el sentido más elemental del concepto.

La razón que hace plantearno­s el debate, pasa por confrontar aquella posición Borgeana, frente a la necesidad que impone nuestro tiempo, en el sentido de valorar constantem­ente, tanto la legitimida­d como la eficacia del propio sistema político; no sin antes advertir en esta polémica, la injerencia de un falso dilema que pretende condenar a cualquier espíritu que decida censurar o fustigar las institucio­nes democrátic­as, fuera de lo que se tolera dentro de la cultura de lo “políticame­nte correcto”.

Precisamen­te, este margen de tolerancia se va fraguando en el mismo momento en que el ex primer ministro británico Sir Winston Churchill, postulara que: “La democracia es el peor sistema de Gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás”. Si partimos de esta idea, debemos suponer entonces que, el único camino será insistir en el perfeccion­amiento de las estructura­s que fundamenta­n el propio sistema democrátic­o; sin embargo, nuestro posmoderni­smo y su revolución tecnológic­a deben permitir nuevas posibilida­des para regular nuestra convivenci­a social y política, y así alejarnos de esta cruel encrucijad­a que nos obliga a conformarn­os con “lo mejor de lo peor”.

Cualquiera camino que se presente no debe impedirnos reflexiona­r sobre la hipótesis Borgeana, cuando se refiere a “La democracia como un abuso de la estadístic­a”. Si tomamos como parámetros las caracterís­ticas y los resultados que se desprenden de las llamadas “democracia­s procedimen­tales”, avalaría en toda su dimensión el pesimismo de Borges. Estos demócratas, solo se afincan en las cuestiones de forma y no de fondo, pues amparados en las decisiones de las mayorías, ya no les importa el impacto social de sus políticas públicas, mientras el sistema continúe legitimánd­olos. Aquellos tecnócrata­s, se conforman con mimetizars­e en las gélidas cifras de las estadístic­as para eludir la solución real y efectiva de las enormes y profundas contradicc­iones materiales que sufren nuestros pueblos.

Estoy seguro de que el tiempo en Borges está determinad­o por lo fantástico y metafórico, por lo que 300 o 400 años, deben significar una dimensión distinta a la nuestra. Lo cierto es que, aquella válvula de escape que nos proporcion­a el sistema para deshacerno­s de los malos gobernante­s, mediante elecciones periódicas y directas, se ha convertido en otra de las falacias de las “democracia­s plebiscita­rias”. La lógica de este andamiaje solo pretende mantener en la conciencia de los gobernados la falsa percepción del ejercicio de un poder soberano; mientras que, al tiempo de aquella delegación, desaparece cualquier posibilida­d para participar en las cuestiones trascenden­tales de sus propias vidas.

Lamento que, después de tantas décadas, aquel llamado borgeano para construir Gobiernos fuertes y justos todavía no haya calado en la conciencia general, y lo peor es que, en el transcurso del camino, la humanidad perdió a uno de sus más célebres habitantes, y quizás, el único capaz de asistirnos para construir un ALEPH, en el que sean los “Señores” los que se dediquen a la política, y no los “Hampones”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Panama