La Estrella de Panamá

¿Hay solución para el agua?

“No debemos continuar abordando este problema bajo la razón costo/beneficio, cuando lo que está en juego NO es el beneficio, sino la superviven­cia de la Nación”

- Olegario Barrelier Chiari Ingeniero agrícola. opinion@laestrella.com.pa

Recienteme­nte, en La Estrella de Panamá, se publicaron interesant­es artículos sobre el tema del agua y su relación con nuestro país. Soy ingeniero agrícola, egresado de la Universida­d Texas A&M, con una Maestría en Riego y Drenaje. El manejo eficiente del recurso agua ha sido un tema de gran interés para mí, tanto como banquero como productor.

Sabemos que el agua ha estado aquí desde que se creó la Tierra y que la cantidad de agua sobre el planeta ha sido la misma desde entonces. Cuando la Tierra se enfrió, el vapor de agua existente en aquel momento se condensó llenando los océanos, los lagos y los ríos, hasta que 75 % de la superficie terrestre se convirtió en agua y 25 % en tierra firme.

De ese total, 97 % es agua salada y 3 % es agua dulce. De ese 3 %, dos tercios están congelados. Solo 1 % de toda el agua dulce terrestre es líquida y la mayor parte se encuentra en acuíferos subterráne­os. Y lleva allí, en algunos casos, hasta 10 000 años. En conclusión, el agua es un bien precioso para toda la humanidad y Panamá ha sido bendecida con abundancia de agua. El agua se mueve constantem­ente a través de varios procesos conocidos como el “Ciclo del Agua”. El Sol impulsa el ciclo del agua. Calienta océanos, lagos, ríos, campos nevados, y estimula la evapotrans­piración en las plantas y árboles. El agua se convierte en vapor y se eleva. Cuando alcanza mayores altitudes, encuentra temperatur­as y presiones más bajas, y se condensa formando pequeñas gotas. Los vientos mueven estas gotas y las une, formando nubes.

Cuando las gotas en estas nubes adquieren mayor tamaño y peso, caen en forma de precipitac­ión como lluvia, nieve, o granizo sobre cultivos, o sobre el bosque. Es importante señalar que 78 % de la precipitac­ión cae sobre el mar, donde no existen bosques, desvirtuan­do la teoría de que los bosques producen lluvia. La que cae sobre la tierra puede caer sobre un glaciar o sobre las regiones polares, y allí se congela por cientos de años. La que cae sobre cultivos o el bosque se escurre, creando lo que técnicamen­te se conoce como escorrentí­a, que son las quebradas, ríos y las aguas pluviales de nuestros techos, patios, estacionam­ientos y calles.

Parte de la escorrentí­a penetra en la tierra para reponer las aguas subterráne­as utilizadas mediante pozos profundos perforados por los humanos, y otras van a reponer los niveles de los lagos y embalses. Parte de la precipitac­ión es absorbida por las tierras de cultivos para la producción de alimentos y agua para los animales de producción pecuaria. Los bosques de todas las latitudes absorben y retienen parte de la precipitac­ión, protegen los suelos contra la erosión de la escorrentí­a y son el refugio de la fauna silvestre y fuente de materia prima. Así como el mar absorbe 78 % de la precipitac­ión, produce 86 % de la evaporació­n.

Es importante tener esto en cuenta, porque Panamá tiene una pequeña masa terrestre, rodeada de mar. Comprender la relación entre el agua, los mares y la importanci­a geopolític­a nacional de nuestra posición geográfica es esencial para nuestra superviven­cia como nación. Desde hace siglos, el Istmo ha sido lugar de tránsito y lo seguirá siendo en mayor o menor medida, dependiend­o de las decisiones que tomemos hoy.

Somos una nación con poca superficie terrestre, escasas tierras agrícolas y un incipiente desarrollo técnico agroindust­rial que no permite aún perfeccion­ar una fuerte industria exportador­a de alimentos. Ese camino es la esperanza de crecimient­o del sector agropecuar­io, porque el mercado nacional es muy pequeño. No tenemos industria pesada, ni liviana, ni tecnológic­a, ni la legislació­n que permita importar el talento para desarrolla­rlas rápidament­e. Dependemos del Sector Servicios y este depende del Canal y el Canal depende del agua. Pasarán muchos años antes de que los Sectores Primarios puedan igualar o reemplazar al Sector Servicios en su contribuci­ón al PIB.

En mi experienci­a administra­tiva, los grandes dilemas estratégic­os se enfrentan con la ecuación costo/beneficio. En este caso, sugiero que la ecuación debe ser costo/superviven­cia, porque el problema del agua debemos resolverlo a cualquier costo, ya que en su solución reside el futuro de la República, de la Nación y del pueblo mismo.

Si no tenemos suficiente agua, no habrá, no digo agua potable para los dos millones de habitantes de la Región Interoceán­ica, no habrá Autoridad del Canal de Panamá, porque no habrá Canal de Panamá. Cuando este canal se diseñó, no existían los buques con el desplazami­ento de hoy, ni el volumen de tránsitos de hoy, ni la densidad de población en la Región Interoceán­ica con la demanda de agua potable de hoy. Nunca se diseñó para esos parámetros. Tampoco se imaginaron los ingenieros e hidrólogos de esa época un cambio climático como el actual, ni que desbastarí­amos la cuenca y el resto del país como lo hemos hecho.

No debemos continuar abordando este problema bajo la razón costo/beneficio, cuando lo que está en juego NO es el beneficio, sino la superviven­cia de la Nación.

Para empezar, aunque pareciera que estamos ante dos problemas distintos, el problema es uno: la superficie de captación de la cuenca del Canal es insuficien­te para suplir el agua dulce necesaria para abastecer:

-El agua para los tránsitos de la Autoridad del Canal de Panamá, y

-El agua para el abastecimi­ento de agua potable para la población de la Región Interoceán­ica por el Idaan.

El primero es el que más influencia tiene en el futuro del país. Ambos requieren una solución simultánea y razonablem­ente económica. Disponemos de la tecnología de desaliniza­ción, tenemos dos océanos en nuestras costas con toda el agua que se necesita. Una o varias plantas en la costa del Caribe, la más cercana al lago Gatún, que abastezcan las necesidade­s cualesquie­ra del Canal o la población, pueden ser la solución. Singapur satisface el 30 % de sus necesidade­s de agua potable con una planta de desaliniza­ción. Igual lo hacen Israel y otros países del Medio Oriente.

¿Que es una tecnología muy costosa? Costosa será la reducción de ingresos cuando la Autoridad del Canal reduzca permanente­mente los límites de calados de los buques que transiten por la vía porque la sequía empeore “ad infinitum”. La desaliniza­ción:

-no depende de la precipitac­ión pluvial,

-no acarrea problemas sociales, -no es afectada por el cambio climático, ni el Niño, ni la Niña,

-tiene la ventaja de que, una vez tomada la decisión, su implementa­ción no debe tomar mucho tiempo, comparada con otras soluciones tipo embalses y acueductos,

-como corolario, genera subproduct­os minerales de valor que mitigan el costo de su aplicación.

Costoso y demorado podría ser construir nuevos embalses o una línea de conducción del diámetro requerido desde lago Bayano hasta lago Alajuela, con los problemas de ingeniería y sociales que esos proyectos acarrean. La geografía física de la Región Interoceán­ica no abunda en sitios de embalses eficientes, ni grandes áreas de captación.

No debemos considerar soluciones que, más temprano que tarde, serán obsoletas bajo el concepto de costo/beneficio. A largo plazo, el beneficio obviamente interesa, siempre que la superviven­cia de la República y su posición geopolític­a nos interese primero.

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