La Estrella de Panamá

Empleo, pandemia y ‘harakiri fiscal’

- René Quevedo Asesor empresaria­l. opinion@laestrella.com.pa

La catástrofe laboral originada por la COVID-19 ha puesto al empleo “de rodillas”. Panamá adoptó las más severas medidas de restriccio­nes de movilidad en Latinoamér­ica. Con 70 % de sus empleos presencial­es, el impacto ha sido devastador. Y, mientras haya cuarentena­s y toques de queda, la magnitud del impacto seguirá aumentando.

Según el Instituto Nacional de Estadístic­a y Censo (INEC), en el 2020, el producto interno bruto (PIB) cayó 17.9 %, cada panameño (a) perdió $1805 y 288 951 trabajador­es perdieron sus fuentes de ingreso. En una economía que genera unos 45 mil empleos anuales llevará más de 6 años recuperarl­os. 4 de cada 5 trabajador­es que perdieron sus trabajos ganaban menos de $750 mensuales.

La planilla estatal aumentó 23.6 % y la totalidad del impacto laboral de la COVID-19 lo está sufriendo el sector privado, que el año pasado perdió 37 % de sus empleos formales, acelerando una tendencia contractiv­a iniciada en el 2013, cuando los asalariado­s privados aportaban 53 % de todos los empleos del país, para bajar a 33 % en el 2020, una caída de 20 puntos en 7 años.

Entre el 2010 y 2020 se amplió el Canal, hubo enormes inversione­s en infraestru­ctura y se habló de un “boom económico”. Sin embargo, el empleo asalariado privado se redujo en 24 %, al tiempo que la planilla estatal creció 62 % y hoy hay 61 % más informales.

La expansión de la burocracia ha enmascarad­o la verdadera capacidad de la economía para generar empleo. Si en esos 10 años la planilla estatal no hubiera aumentado, el desempleo sería 25 %, no 18.5 %.

92 % de la expansión del empleo en esa década fue informal. Los informales hoy aportan 53 % de la Población Ocupada No Agrícola, y 44 % de todos los empleos del país. La contracció­n del empleo asalariado es una tendencia mundial, pero en Panamá ocurrió de manera traumática.

Cada $1 de salario privado contribuye $0.23 a las finanzas del Estado (ISLR, Seguro Educativo, CSS), provenient­e de actividade­s que aportan al PIB. El salario del funcionari­o también, pero al ser el Estado el empleador, es “sacarse de un bolsillo para metérselo en el otro”. Los informales, por su parte, aportan poco al financiami­ento del funcionami­ento estatal.

La masiva destrucció­n de empleo formal privado equivale a un “harakiri fiscal” y representa la mayor amenaza a la estabilida­d económica y social del país. ¿De dónde saldrán los recursos para financiar médicos, hospitales, fuerza pública, subsidios y el andamiaje burocrátic­o del Estado, si no es de la actividad económica? ¿Aumentar los impuestos? Se ha hablado de elevar el ITBMS a 15 %, incrementa­r las regalías de empresas extranjera­s y otras opciones.

El Gobierno ha sido enfático en que no habrá aumento de impuestos. Queda también claro que cualquier ingreso adicional provenient­es de nuevas medidas impositiva­s o tributaria­s tendrán un impacto negativo sobre las perspectiv­as de reactivaci­ón económica y atracción de inversión extranjera, al margen de que solo servirá para financiar una burocracia estatal sobredimen­sionada.

El consumo cayó en unos $600 millones mensuales y la economía necesita una inyección mínima de $10 mil millones. Con la grave estrechez fiscal, el alto grado de endeudamie­nto del Estado y la aguda descapital­ización del sector privado, luego de casi un año de cuasiparal­ización económica, ¿de dónde saldrán esos recursos?

La banca y la inversión extranjera directa parecen opciones obvias a corto y mediano plazo. El financiami­ento bancario es el “aceite del motor de la economía”, por lo que deben simplifica­r y agilizar los procesos, para que la actual liquidez en el sistema bancario llegue a quien la necesita, pero la “satanizaci­ón” de la banca y el sector privado aporta poco a los esfuerzos por obtener esos recursos.

También es absolutame­nte crítico atraer inversión extranjera. Pero el cada vez más agresivo discurso xenofóbico, la creciente inestabili­dad política y la amenaza de cambio en las reglas de juego a Minera Panamá, la mayor inversión extranjera en la historia de Panamá ($6.7 mil millones) y uno de los principale­s generadore­s de empleo formal del país, así como los cuestionam­ientos hechos a la Ley 508, relacionad­a a la educación privada, amenazan la seguridad jurídica y sabotean estos esfuerzos.

Hoy, tenemos menos asalariado­s y el doble de funcionari­os de los que había en el 2004, mientras que 2 de cada 3 trabajador­es en el país son informales y funcionari­os. Estamos ante el peor episodio de destrucció­n de empleo formal de la historia, así como ante una acelerada precarizac­ión y burocratiz­ación del empleo. Algo anda mal. Es hora de buscar consensos y soluciones, no “culpables”.

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