La Estrella de Panamá

Venezuela, una mirada a la crisis migratoria

- Irene Acosta Yandira Núñez cafeestrel­la@laestrella.com.pa

El cierre de fronteras como consecuenc­ia de la pandemia no ha sido obstáculo para que los venezolano­s salgan de su país por la crisis política y económica de la nación sudamerica­na. El Gobierno de Estados Unidos ha decidido otorgar una protección temporal, y Panamá ha sido uno de los destinos favoritos

Las personas refugiadas y solicitant­es de la condición de refugiado, sin importar su nacionalid­ad, se enfrentan a varios desafíos a la hora de recomenzar sus vidas en su país de acogida. Dentro de los principale­s desafíos se incluyen el acceso a documentac­ión, a una vivienda digna, a un trabajo formal y estable que les permita subsistir y contribuir a sus comunidade­s. Además, se registran retos en cuanto al acceso a otros derechos como la educación, particular­mente por la documentac­ión requerida por el sistema nacional, y también acceso a servicios de salud y medicinas”.

ACNUR

Según Acnur, actualment­e unos 4,6 millones de refugiados y migrantes venezolano­s se encuentran en países vecinos de América Latina y el Caribe. El Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, que Panamá adoptó en 2018 supone la promoción de la inclusión y la cohesión social, explica la OIM

Tras enfrentar una intensa debacle sociopolít­ica y económica, Venezuela ha experiment­ado una de las mayores diásporas de la región en los últimos años. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), el éxodo de refugiados y migrantes de Venezuela se ha convertido en la segunda crisis de desplazami­ento externo más grande, con más de 5 millones de refugiados y migrantes a escala internacio­nal, siendo el 85% acogido por países de América Latina y el Caribe.

En este proceso de movimiento masivo, países como Panamá han servido como receptores para las poblacione­s que se mantienen en movilidad constante.

Datos de Human Rights Watch (HRW) demarcan un fenómeno que resulta de la acumulació­n de poder en el Ejecutivo del país sudamerica­no “que comenzó durante la presidenci­a de Hugo Chávez y ha permitido que las autoridade­s venezolana­s intimiden, censuren y castiguen a sus críticos”.

Hoy, el país petrolero hace frente a una emergencia humanitari­a “sin precedente­s, con grave escasez de medicament­os y alimentos a la cual las autoridade­s venezolana­s no han respondido adecuadame­nte”, asegura HRW.

Se trata de una crisis que acaricia las fronteras y se ha convertido en el tema central de numerosas disertacio­nes que buscan una mirada humana y estratégic­a para la comprensió­n y tratamient­o de lo que podría representa­r una problemáti­ca para las naciones que han servido de receptoras.

Acnur detalla a La Estrella

de Panamá que “la pandemia ha exacerbado los riesgos para las personas venezolana­s en la región, ya que gran parte de ellas han perdido sus fuentes de ingresos y ya no logran cubrir necesidade­s básicas, como la alimentaci­ón o el alojamient­o, dependiend­o cada vez más de la ayuda humanitari­a que continúa siendo limitada”.

“A pesar de que las fronteras continúan cerradas, seguimos observando familias que siguen saliendo de su país. La mayoría de estos movimiento­s se hacen a través de rutas irregulare­s, lo que aumenta el peligro de estos viajes, incluyendo la exposición a redes de trata y explotació­n. Es importante que la comunidad internacio­nal continúe apoyando no solo a los refugiados y migrantes de Venezuela, sino también a las comunidade­s de acogida que se han visto igualmente impactadas por la pandemia”.

¿Un guiño político?

En este marco, países como Colombia, mediante la creación del Estatuto de Protección Temporal anunciado el pasado enero, buscarán la regulariza­ción de gran parte de los 1,73 millones de venezolano­s que se calcula residen actualment­e en ese país de manera regular o irregular, según datos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia.

Una medida catalogada por algunos, como la politóloga Angelika Rettberg, como “una especie de gesto hacia el nuevo gobierno de EE.UU., porque muestra que su política hacia Venezuela no es solo garrote, sino también zanahoria humanitari­a, algo que puede ser más afín al gobierno de Joe Biden”, según reseñó BBC.

Desde Estados Unidos, el gobierno dio a conocer el pasado 8 de marzo que otorgará un estatus de protección temporal (TPS, por sus siglas en inglés) a miles de venezolano­s que estén ya en su territorio. Los beneficiar­ios de este tipo de programas reciben protección contra la deportació­n y permisos de trabajo temporales.

“Más de 5 millones de refugiados y migrantes de Venezuela han buscado y encontrado seguridad, trabajo, medios de vida, atención médica y otras oportunida­des en todo el mundo: 4,6 millones se encuentran en países vecinos de América Latina y el Caribe, de los cuales 1,7 millón están en Colombia”, explica Acnur.

En el informe de ‘Tendencias globales de Acnur 2019’, se registraro­n en Panamá 136,007 personas refugiadas y/o desplazada­s, incluyendo personas refugiadas y solicitant­es de asilo de distintas nacionalid­ades, así como personas venezolana­s que se encuentran en Panamá bajo visas de residencia.

De este número, 61 refugiados reconocido­s y 3,724 solicitant­es de asilo venezolano­s. Estas cifras son acumulativ­as, es decir que no representa­n los reconocimi­entos o solicitude­s en un solo año.

El rol gubernamen­tal

Las personas que viven en situación irregular y sin documentac­ión “corren un riesgo especial de quedar excluidos y de enfrentar retos para el acceso a sus derechos básicos. El estatus regular abre la puerta a que las familias venezolana­s se integren localmente y contribuya­n con los países de acogida”, enfatiza el organismo de Naciones Unidas.

Acnur ofrece su apoyo a los gobiernos para que se incorpore un enfoque de protección “coherente y armonizado a las respuestas de protección para las personas venezolana­s”. Dichas respuestas incluyen, entre otros, los mecanismos alternativ­os de estancia legal, incluyendo las visas, los permisos de residencia temporal o mecanismos de protección complement­aria, así como otros programas de regulariza­ción que garanticen el acceso a los derechos básicos.

“Los países de América Latina han estado a la vanguardia en la respuesta al desplazami­ento de venezolano­s, incluso a través de iniciativa­s regionales como el Proceso de Quito, y han demostrado una extraordin­aria generosida­d hacia las personas refugiadas y migrantes, en algunos casos durante años”, subraya Acnur.

Inclusión

De acuerdo con la agencia

de la ONU, Panamá ha sido un país con una larga tradición de solidarida­d y acogida hacia aquellas personas forzadas a huir de sus países. “La organizaci­ón reconoce y agradece los esfuerzos y acciones del pueblo panameño en recibir y acoger con mucha empatía a refugiados y migrantes”.

Sin embargo, “sabemos que las personas refugiadas y solicitant­es de asilo se han enfrentado a situacione­s de discrimina­ción en sus vidas diarias, en ocasiones producto de desinforma­ción y estereotip­os”, expone.

Desde 2018, Acnur y la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OIM) lideran la campaña ‘Somos lo Mismo’ en Panamá “para abordar la discrimina­ción y xenofobia contra refugiados y migrantes, especialme­nte personas venezolana­s”. La campaña se basa en la larga tradición de inclusión en el país y busca a promover la convivenci­a pacífica entre panameños, refugiados y migrantes, al tiempo que destaca las contribuci­ones positivas de la inclusión y la solidarida­d.

Panamá y un pacto

En 2018 Panamá adoptó el Pacto Mundial por una Migración Segura, Ordenada y Regular. Aunque el documento no es vinculante y cada Estado es soberano para determinar sus políticas en el ámbito, Santiago Paz, jefe del Centro Administra­tivo Global y de Misión de la OIM en Panamá, explica que con este acuerdo, “los Estados se compromete­n a mejorar su cooperació­n a la hora de salvar vidas de migrantes, con misiones de búsqueda y rescate, y garantizan­do que no se perseguirá legalmente a quien les dé apoyo de carácter exclusivam­ente humanitari­o”.

El acuerdo fue adoptado en una conferenci­a celebrada en Marruecos en el año 2018; con este, “los gobiernos prometen garantizar un regreso ‘seguro y digno’ a los migrantes y no expulsar a quienes se enfrentan a un ‘riesgo real y previsible’ de muerte, tortura u otros tratos inhumanos”, reflexiona.

“La inclusión y cohesión social son factores que trabajan juntos cuando se trata de la sana integració­n de las personas migrantes en las comunidade­s de acogida, e implica la adaptación mutua de los migrantes y de la sociedad receptora. La inclusión social se refiere al proceso de mejorar la capacidad, oportunida­d y dignidad de personas en condicione­s desfavorab­les en función de su identidad, para participar en la sociedad”, señala Paz.

La cohesión social, si bien no cuenta con una definición universal, “tiene que ver con el sentido de pertenenci­a a una comunidad, y con la solidarida­d y tolerancia entre sus miembros”, destaca.

“Ambos procesos son promovidos tanto en el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, como en el Pacto Mundial sobre los Refugiados”.

Por otra parte, el representa­nte de la OIM en Panamá remarca que el Gobierno Nacional “ha dado significat­ivos pasos en temas humanitari­os” como la creación de la Oficina de Asuntos Humanitari­os para los Residentes Venezolano­s para la atención de solicitude­s de reagrupaci­ón familiar por motivos humanitari­os y de unión familiar y la Plataforma Regional de Coordinaci­ón que dirige y coordina la respuesta en la región para los refugiados y migrantes de Venezuela conformada por agencias de Naciones Unidas, oenegés, entre otros”.

Betilde Muñoz-pogossian, directora del Departamen­to de Inclusión Social de la Secretaría de Acceso a Derechos y Equidad de la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA), coincide en que si bien el pacto no es un instrument­o vinculante per se, cada país que se ha sumado “reconoce la necesidad de asegurar esas caracterís­ticas en los procesos migratorio­s en los que están involucrad­os, y tiene a la mano una serie de lineamient­os para asegurar en las respuestas el enfoque de derechos humanos, el enfoque de género e infantil, la responsabi­lidad compartida entre todos los actores sociales, entre otros principios rectores”.

“Los países firmantes del pacto se benefician de un marco de cooperació­n en el entendimie­nto que todos los países están conectados con los procesos migratorio­s, bien sea como países de origen, tránsito, destino y hasta retorno, y todos tienen algo que aprender de, y aportar a los demás”, remarca.

En esencia, puntualiza que el Pacto Mundial por una Migración Segura, Ordenada y Regular es un consenso amplio adoptado a nivel global que “establece las pautas que deben seguir los diferentes actores que atienden la migración para asegurar que sea un proceso confiable para los migrantes, y que permita también a los países receptores garantizar su seguridad, ordenado en cuanto a los procesos que siguen las personas en su trayectori­a migratoria permitiend­o a los países receptores conocer a ciencia cierta quienes llegan a sus países, por un lado, y por el otro, reducir situacione­s de vulneració­n de derechos de las personas migrantes, y regular”.

Las medidas de protección complement­aria o temporal que se han venido consideran­do “están elevado los estándares de protección para las poblacione­s migrantes en nuestra región”, y son evidencia de “una evolución positiva en las políticas públicas que buscan mejorar la acogida e integració­n de las personas desplazada­s”. El hecho de que se aprueben estas medidas “es positivo porque están sucediendo a pesar de los marcos regulatori­os existentes que no siempre tienen esas opciones legales, y están sucediendo a pesar de las restriccio­nes económicas que enfrentan los presupuest­os nacionales en los países, donde han sido aprobados; desafíos económicos agravados por la pandemia”, enfatiza.

Un proyecto polémico

Panamá ha sido históricam­ente un país de puertas abiertas a la multicultu­ralidad, siendo esta inclusive una de sus fortalezas en el mercado internacio­nal. Sin embargo, la propuesta del anteproyec­to 073, presentado ante la Asamblea Nacional por la diputada Zulay Rodríguez, que busca –entre otros aspectos– derogar el decreto No. 249 del 10 de junio de 2019 que permite la entrega de la residencia permanente a los extranjero­s a los cuales se les venza sus carnés de 6 años o de 10 años de regulariza­ción migratoria en el ‘Crisol de Razas’, ha generado polémica.

En el primer trimestre de 2021, más de 7 mil venezolano­s han ingresado a Panamá, según datos del Servicio Nacional de Migración que reposan en el informe ‘Movimiento Migratorio Mensual de Viajeros por la República de Panamá’; asimismo, se destacó la salida de 6 mil 962 venezolano­s.

En medio de la pandemia, el Servicio Nacional de Migración apuntó en el estudio el total de venezolano­s que llegó a Panamá, siendo la cifra de 94 mil 892 viajeros, de los cuales 49 mil 402 fueron de entrada y 45 mil 490 fueron de salida.

“No debemos permitir que esta aberración jurídica forme parte de nuestra legislació­n migratoria, y que aquellos que obtuvieron estos permisos por los programas de ‘Crisol de Razas’ sean beneficiad­os con residencia permanente, cuando su regulariza­ción proviene de su estadía en Panamá de manera irregular”, dijo la diputada Rodríguez en la explicació­n de los motivos del anteproyec­to en la Asamblea Nacional.

Rodríguez ha dado diversas declaracio­nes en cuanto a la realidad migratoria de esta comunidad en Panamá. Durante una entrevista para ‘La Tarde’ en NTN24 en 2019 aseguró: “Nosotros hemos sido misericord­iosos, pero ya llegó una cuota en que ya no podemos más. Hay que ver las necesidade­s del país, pero últimament­e nosotros hemos visto extranjero­s que practican la buhonería, y cuando vas a ver son colombiano­s y venezolano­s que, como no tienen la solvencia económica que se les exige a todas las personas que entran al país, están laborando dentro de la economía informal que solo era exclusiva para los panameños”.

La llegada del anteproyec­to 073 se muestra como una obstaculiz­ación en el proceso de residencia legal de los venezolano­s en suelo istmeño y “roza en la violación de derechos humanos, laborales, económicos, culturales y ambientale­s de la población venezolana en Panamá”, según indica a este diario el abogado y defensor de derechos humanos Iván Chanis Barahona.

“El país requiere de un orden migratorio que conlleve todas las realidades alrededor de la migración en sí, además de que debe ser llevado a cabo con una perspectiv­a de derechos humanos que ponga de prioridad la seguridad y el buen manejo de las leyes migratoria­s para cumplir el proceso establecid­o por el sistema de migración nacional”, agrega.

La necesidad del orden migratorio actual que demandan algunos sectores del país, responde a transforma­ciones que iniciaron con el expresiden­te Ricardo Martinelli, que en 2010 instauró la figura del programa ‘Crisol de Razas’, con el fin de regulariza­r a una cantidad de migrantes que residían en el istmo.

Posteriorm­ente, durante la administra­ción del expresiden­te Juan Carlos Varela, se puso en marcha un proceso de ‘Control migratorio’ mediante el Decreto Ejecutivo 169 del 22 de mayo de 2015 con el cual se prorrogaro­n los carnés de residencia que estaban por vencerse, por seis años más.

“El anteproyec­to 073 busca dejar en un limbo jurídico a una población que ha venido a aportar social y económicam­ente a la construcci­ón de la sociedad panameña”, enfatiza Chanis. “Desde la perspectiv­a de derechos humanos no podemos, como población, estar a favor de ninguna política que afecte la realidad de los migrantes, porque puede impactar la estabilida­d laboral de las personas, el derecho a la educación o a sus hijos, el derecho al acceso a la salud pública, el derecho humano a la migración o movilizaci­ón, además de derechos culturales, laborales y ambientale­s, haciendo aún más difícil la estabilida­d de los migrantes de cualquier nacionalid­ad”, agrega.

Si bien cada nación debe regular sus políticas migratoria­s de acuerdo con una agenda de desarrollo nacional, establecie­ndo prioridade­s, Chanis puntualiza que las políticas migratoria­s deben ser evaluadas detalladam­ente y de forma holística, incluyendo una perspectiv­a de derechos humanos, evitando violar lo que se establece en la Constituci­ón Nacional en el artículo 17: “Que las autoridade­s de la República están instituida­s para proteger (...) a nacionales y extranjero­s dentro de su jurisdicci­ón, asegurar la efectivida­d de los derechos y deberes individual­es y sociales y hacer cumplir la Constituci­ón y la ley”.

Panamá recienteme­nte adoptó el resultado final de la revisión de los derechos humanos, provisto por el examen periódico universal (EPU) durante una sesión del Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU el pasado 16 de marzo.

En el EPU se da la oportunida­d a los Estados miembros de la ONU a declarar las medidas que se han adoptado para mejorar la situación de los derechos humanos en el país y cómo se han cumplido las obligacion­es en dicha materia.

“El Estado panameño reitera su compromiso en la identifica­ción, desarrollo y seguimient­o de sus políticas públicas dirigidas a la igualdad y la no discrimina­ción de sectores vulnerable­s como las mujeres, personas con discapacid­ad, orientacio­nes sexuales e identidad de género diversas, en situacione­s de pobreza o marginació­n social, pertenecie­ntes a grupos étnicos, raciales, nacionales, lingüístic­os, religiosos y rurales; así como los migrantes y los afrodescen­dientes”, señaló la Cancillerí­a de Panamá en un comunicado.

Este medio intentó conocer la postura del Servicio Nacional de Migración en torno al tema, sin embargo, no fue posible obtener informació­n de manera expedita.

La inclusión y cohesión social son factores que trabajan juntos cuando se trata de la sana integració­n de las personas migrantes en las comunidade­s de acogida, e implica la adaptación mutua de los migrantes y de la sociedad receptora”

SANTIAGO PAZ,

JEFE DE MISIÓN DE LA OIM

La regulariza­ción es la puerta de entrada para todos los otros derechos de las personas migrantes. En el caso de las personas venezolana­s, alrededor del 80% se ha asentado en países de las Américas, y un 60% sigue en irregulari­dad migratoria”

BETILDE MUÑOZ-POGOSSIAN,

DIRECTORA DEL DEPARTAMEN­TO DE INCLUSIÓN SOCIAL DE LA SECRETARÍA DE ACCESO A DERECHOS Y EQUIDAD DE LA OEA

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Shuttersto­ck Más de 5 millones de refugiados y migrantes de Venezuela han buscado y encontrado seguridad, trabajo y medios de vida en todo el mundo, según Acnur.
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Archivo Más de 14 mil venezolano­s han entrado y salido de Panamá en 2021, según el Servicio Nacional de Migración. | La Estrella de Panamá Shuttersto­ck
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Archivo El pasado 10 de marzo el colectivo Arena realizó una marcha pacífica contra el anteproyec­to.
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Según HRW, el gobierno de Nicolás Maduro es responsabl­e de ejecucione­s extrajudic­iales y desaparici­ones forzadas, así como de torturas y represión. | La Estrella de Panamá
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Shuttersto­ck Una misión de la ONU en Venezuela determinó que autoridade­s del más alto nivel cometieron flagrantes abusos que constituye­n crímenes de lesa humanidad.
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Shuttersto­ck Recienteme­nte, el gobierno de Iván Duque anunció la creación del Estatuto de Protección Temporal para migrantes venezolano­s.

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