La Estrella de Panamá

Albergues o ‘campos de concentrac­ión’

- Orlando Segura Docente opinion@laestrella.com.pa

La renuncia del exprocurad­or Eduardo Ulloa dejó al país con la boca abierta, tras el escándalo de los albergues. Las humillacio­nes a que fueron sometidos niñas, niños y adolescent­es, a manos de pedófilos, violadores y pseudoprot­ectores, es imperdonab­le.

Estos individuos disfrutaro­n impunement­e de las atrocidade­s que cometieron contra el pudor de los menores, en dichas instalacio­nes. El presidente Laurentino Cortizo, en su mensaje tardío a la nación, exigió que se esclarezca­n los hechos y, que la justicia castigue a los verdaderos culpables.

El escándalo en estos “campos de concentrac­ión” trascendió las fronteras de América. El Fondo de las Naciones para la Infancia (Unicef) expresó su indignació­n por la crueldad que cometieron los pedófilos y violadores. Lamentó la brutalidad a que fueron sometidas esas almas inocentes. Y, además, señaló “… que los niños, niñas y adolescent­es que se encuentran en los albergues están bajo la protección especial del Estado”.

Y qué decir del silencio cómplice de las alcahuetas de la Secretaría de Niñez, Adolescenc­ia y Familia (Senniaf) que estaban al frente de dichos centros para velar por los derechos de estos menores y, no hicieron absolutame­nte nada.

La dimisión irrevocabl­e del exprocurad­or de la nación, Eduardo Ulloa, dejó entrever que las razones por las cuales renunció fueron los actos bochornoso­s en los albergues o “campos de concentrac­ión”. A nuestro juicio, el exprocurad­or Ulloa no dijo toda la verdad, su rostro compungido expresaba su malestar e incapacida­d de resolver los problemas de alto perfil, en el Ministerio Público; por consiguien­te, pensamos que él es consciente de la influencia desmedida de los peces gordos en las decisiones del Gobierno.

Señor exprocurad­or, el pueblo quiere saber la verdad. Demuéstral­e, que “a mí no me hicieron con leche condensada”. Los panameños estamos ávidos de saber qué lo motivó a presentar su renuncia. Estamos cansados de escuchar la frase “Caiga quien caiga”, que popularizó el exprocurad­or peruano José Carlos Ugaz, quien tuvo las agallas de desmantela­r las redes de corrupción en su terruño. En Panamá, “Caiga quien caiga” carece paradójica­mente de veracidad. Y, ello se explica con la salida intempesti­va del exprocurad­or.

Las agresiones sexuales que cometieron los hijos de Mefistófel­es no pueden quedar en la impunidad, pues los trastornos emocionale­s afectarán permanente­mente la vida normal de estos menores. Hay que auditar a todos los albergues para saber dónde fueron a parar los subsidios del Estado. El salvajismo contra la inocencia no tiene justificac­ión.

Los hechos narrados por los menores dan fe de los tratos inhumanos a que fueron sometidos. Ellos no tuvieron ninguna probabilid­ad de escuchar la voz de aliento que detuviera los desmanes de estos criminales.

Las investigac­iones sobre estos hechos abominable­s no deben detenerse, el pueblo quiere saber quiénes son los culpables y que, les caiga todo el peso de la Ley.

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