Don Tomás Gabriel Duque
“A pesar de su fortuna, jamás fue prepotente, ni perdió su sencillez y trato amable”
Con motivo del sensible fallecimiento de Tomás “Fito” Altamirano Duque, quien fue diputado, ministro, vicepresidente y presidente encargado, me trae el recuerdo de Tomás Gabriel Duque, padre de Fito.
Conocí a don Tomás a mediados de la década del 30, siendo yo muy niño. El solía jugar golf en la vieja cancha de La Sábana con mi abuelo Samuel Lewis García de Paredes, don Pancho Arias y otros distinguidos caballeros de la época. Usualmente mi hermano Gabriel y yo íbamos a buscar a mi abuelo para llevarlo a casa. En el trayecto siempre nos hablaba con mucho cariño de don Tomás. Resaltaba sus muchas virtudes, destacando el afecto que los unía.
Muerto mi abuelo, mi padre, Samuel Lewis Arango, siguió cultivando esa vieja amistad. Siempre tuvo en don Tomás un hermano, por quien sentía gran respeto, cariño y admiración.
A partir de 1956, ya adulto, tuve la ocasión de tratar muy de cerca a don Tomás, cuando entré a formar parte de la Junta Directiva de la Cervecería Nacional.
Siempre le faltaba automóvil, a pesar de tener muchos a su disposición. Nunca llegué a saber la razón. Como con frecuencia lo llevaba a su casa, estando los dos solos, lo conocí muy a fondo y sentí también por él, al igual que mis antepasados, cariño y simpatía. En todo momento, tenía una característica personal muy arraigada. Era un gran caballero con un fino trato. Siempre vestía con mucha elegancia y le extendía la mano cariñosa a todos los que encontraba en su camino y se acercaban para saludarlo. Fue un hombre de una habilidad extraordinaria. Mantuvo con gran tacto y habilidad la unidad de su numerosa familia. Sus intereses económicos los supo siempre proteger sin herir, ni ofender a nadie.
Don Tomás fue una de las personas que más aportó al desarrollo económico del país. Con su prestigio personal y con su gran aporte económico contribuyó a hacer realidad y a transformar exitosamente a muchas empresas. Su sola presencia daba confianza a muchos compatriotas a invertir en las empresas del cual él formaba parte.
Tuvo cuatro cosas que para él eran muy apreciadas: La Estrella de Panamá, el Cuerpo de Bomberos, la Cervecería Nacional y su finca campestre en Chepo.
A su periódico, La Estrella de Panamá, le dio, mientras vivió, gran objetividad y total imparcialidad política. La Estrella de Panamá era muy respetada y sus editoriales pesaban mucho en la opinión pública.
A pesar de su fortuna, jamás fue prepotente, ni perdió su sencillez y trato amable.
Fue precisamente en una de las empresas más queridas por él, la Cervecería Nacional, en donde falleció apaciblemente el 1 de abril de 1965, víctima de un fulminante paro cardíaco. Muerto ya, reflejó en su rostro toda la tranquilidad de la paz espiritual que disfruta en su fecunda vida.