La Estrella de Panamá

Ordenamien­to territoria­l y vida urbana saludable

“[…] hago un llamado, a todos los ciudadanos, a ejercer nuestro derecho de control social de la gestión de las autoridade­s. Estamos obligados a vencer la indiferenc­ia […]”

- Jorge Luis Prosperi Ramírez Médico, exrepresen­tante de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). opinion@laestrella.com.pa

Recienteme­nte, el Concejo Municipal de Panamá aprobó un Plan de Ordenamien­to Territoria­l (POT) del distrito capitalino, presentado por el alcalde. Como era de esperarse, surgieron múltiples voces de la ciudadanía rechazando la aprobación del documento, pues el proceso no contó con la requerida y suficiente consulta ciudadana para su aprobación, y, lo más importante, según los demandante­s, permitirá cambios de zonificaci­ón y construcci­ón en zonas de riesgo, benefician­do a los constructo­res, en perjuicio de la ciudadanía.

Por su parte, la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitecto­s (SPIA), poseedora de la suficiente solvencia ética, profesiona­l y experienci­a en estos menesteres, se sumó al rechazo, manifestan­do que: “faltó el necesario espíritu de apertura y participac­ión para la aprobación del plan, lo cual no ayuda a la paz social de la nación, máxime en un tema directamen­te vinculado con la calidad de vida de los residentes del distrito capital”.

Por su parte, la Alcaldía manifiesta todo lo contrario sobre la falta de participac­ión y señala en su página Web que: “una amplia discusión recibió el Plan Local de Ordenamien­to Territoria­l (PLOT) del distrito capital, desde julio de 2019 a la fecha, dando mayor consenso y participac­ión a la población y a la Junta de Planificac­ión Municipal (JPM), consultand­o al sector público, académico, gremios vinculados a la arquitectu­ra, ingeniería, construcci­ón y empresas de desarrollo en materia de ordenamien­to territoria­l”. Agrega que: “mediante el PLOT se busca ordenar el territorio del distrito de Panamá, logrando la justa relación entre la legislació­n, las acciones urbanístic­as y el bienestar de la ciudadanía en general; propiciand­o el desarrollo del Municipio capitalino, al tiempo que se mejora la calidad de vida de la población, respetando el interés general, garantizan­do la propiedad privada y reconocien­do su función social y ambiental”.

Es decir que este PLOT, según el alcalde y su equipo, contrario a la percepción ciudadana; es lo mejor que nos ha podido pasar a los habitantes de la ciudad capital. No estoy de acuerdo. Acepto que ya es hora de que contemos con un plan de ordenamien­to territoria­l, pues nuestra ciudad lo necesita con urgencia, y no niego que la propuesta ofrece soluciones rescatable­s, pero su gran pecado fue la forma poco participat­iva como se elaboró y aprobó.

Por lo tanto, los ciudadanos queremos un plan que sea el producto del consenso de todos los que vivimos en la ciudad y que tenga como propósito implementa­r una ocupación ordenada y un uso sostenible del territorio. En este sentido, las acciones que proponga nuestro plan deberán regular y promociona­r la localizaci­ón de la población, el desarrollo de todas las actividade­s económicas y sociales dentro del territorio, de forma que se logre un desarrollo sostenible que prevea las potenciali­dades y limitacion­es existentes por los criterios ambientale­s, económicos, sociocultu­rales, institucio­nales y geopolític­os. El principal desafío que tendrá nuestra propuesta concertada es mantener y mejorar la calidad de vida de la población, fomentar la integració­n social en el territorio y procurar el buen uso y aprovecham­iento de los recursos naturales y culturales, a la vez que se promueve la necesaria, pero ordenada inversión privada.

Sobre el asunto de la vida urbana saludable, comienzo subrayando que nuestra ciudad no es una ciudad saludable. Si lo fuera, cumpliría con la sencilla definición que nos ofrece la Organizaci­ón Mundial de la Salud: “aquella que está constantem­ente creando y mejorando el entorno físico y social, que desarrolla los recursos comunitari­os que permiten que las personas se ayuden mutuamente en la realizació­n de todas las funciones vitales y desarrolla­r todo su potencial”.

En ese sentido, para alcanzar la vida urbana saludable, la propuesta de ordenamien­to deberá proponer soluciones claras, factibles y viables para, por lo menos, cumplir dos condicione­s para contribuir a la salud integral de los habitantes: acabar con el auge desordenad­o de construcci­ones desproporc­ionadament­e inmensas para los barrios donde están ubicándose, afectando nuestra movilidad, el aire que respiramos, provocando tranques vehiculare­s, inundacion­es, y generando estrés y accidentes y; la búsqueda de la movilidad urbana sostenible, los desplazami­entos a pie y la actividad física a través de barrios atractivos y respetuoso­s con el medio ambiente, infraestru­cturas para un transporte activo, leyes robustas sobre seguridad vial y la accesibili­dad de las instalacio­nes de juego y ocio. No me da el espacio para referirme a la insegurida­d, el pésimo servicio de transporte público y la ineficient­e gestión de la basura. Pero no deben quedarse por fuera.

Finalmente, hago un llamado, a todos los ciudadanos, a ejercer nuestro derecho de control social de la gestión de las autoridade­s. Estamos obligados a vencer la indiferenc­ia, pasividad, falta de interés respecto de la política y ejercer con efectivida­d nuestro derecho y deber de controlar la gestión pública. Si no lo hacemos, aumentamos el margen de maniobra y la discrecion­alidad de las autoridade­s, en este caso municipale­s. Aprovechem­os el periodo de revisión y adecuación de 24 meses que establece la Ley, a partir de la aprobación del plan, para organizar la necesaria consulta ciudadana y formular recomendac­iones para adecuar el contenido a nuestras aspiracion­es.

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