La Estrella de Panamá

El pueblo habla y se moviliza

- Genaro López Secretario general de Conusi-frenadeso. opinion@laestrella.com.pa

En ascenso la toma de las calles por diversos sectores sociales, ante el descontent­o popular por la imposición de medidas del Gobierno que atentan contra los derechos humanos o por la desatenció­n de las demandas sociales. Por día se contabiliz­an más de seis protestas al nivel nacional. El Pueblo habla y se moviliza contra las medidas antipopula­res.

En la calle los productore­s, transporti­stas, obreros, jóvenes, mujeres, pobladores de las comunidade­s, artistas, docentes. Las demandas sociales: suspender el falso diálogo de “Yo con Yo” de la seguridad social, rechazando las medidas paramétric­as y la privatizac­ión de los fondos de la CSS; alto a los desalojos forzosos y acceso a agua potable 24/7; rechazo a las reformas al Código de Trabajo, reincorpor­ación de todos los trabajador­es con contratos suspendido­s y salario; garantías reales de promoción al agro; artistas que demandan trabajar; psicólogos que rechazan el anteproyec­to de ley 314 de salud mental, que los excluye de certificar la salud mental; docentes que exigen una canasta básica de educación que garantice las condicione­s del proceso de enseñanza aprendizaj­e y que se levante un protocolo científico de biosegurid­ad en los planteles educativos en medio de la COVID; que cese el aumento de los precios de los bienes y servicios que encarece el costo de vida; en el marco del 8 de marzo, las mujeres siguen demandando justicia y equidad social y de género; una juventud que exige se respete su derecho a la educación con seguridad, fuentes de empleo digno y salario justo.

Un pueblo que está hastiado del endeudamie­nto público que no es utilizado para atender las demandas sociales, sino que favorece el robo, la corrupción ante la impunidad reinante en el país. Un pueblo que está siendo hostigado por un poder económico y mediático que promueven aporofobia (odio a los pobres). Cansados de un Gobierno, partidos tradiciona­les y seudoindep­endientes que solo representa­n los intereses de los 115 ultramillo­narios.

La situación nacional evidencia que el sistema imperante está en crisis, en el plano económico, político, social y moral; y, por tanto, la clase gobernante, y sus partidos tradiciona­les, ya no pueden seguir gobernando como antes. No es el Gobierno, es el sistema y las clases gobernante­s quienes están en crisis: la llamada clase política, la clase empresaria­l, los partidos burgueses, su inmoralida­d, su ilegitimid­ad, su incapacida­d para dar respuesta a los problemas nacionales, incluso ya ni para satisfacer a todos los sectores dominantes en medio de la corrupción política y en los negocios (pugna interburgu­esa).

Frenadeso ha señalado que su planteamie­nto nada tiene que ver con quienes plantean reformar la Constituci­ón (elaboració­n de una nueva carta magna por “elites/expertos”, o parches y remiendos) o hacer una Constituye­nte Paralela, a fin de que la clase dominante recupere legitimida­d y haga gobernable el sistema imperante. Tampoco se trata de que los actuales gobernante­s convoquen a una Constituye­nte bajo las reglas prevalecie­ntes del sistema electoral panameño. Tal cual como están planteadas las cosas, la constituye­nte paralela solo serviría para revitaliza­r o legitimar a la actual clase dominante.

Lo que plantea Frenadeso es la importanci­a de hacer conciencia sobre la necesidad de un cambio político real. Este cambio lo podremos lograr si el pueblo cobra conciencia y lucha sobre la base de las premisas de que, como soberano, es la única fuente legítima de derecho y que, por tanto, todo dictamen del pueblo es legal, de que manifestan­do la voluntad suprema y directa de la población puede darse su propia normativa jurídica y de que, haciendo uso de su Poder Constituye­nte para recrear el Estado, puede convocar a una Asamblea Constituye­nte Originaria y Soberana, con plenos poderes para barrer con la podredumbr­e moral existente en los órganos de poder e institucio­nes de un Estado degenerado, acabar con la impunidad, recuperar los fondos y bienes robados al Estado, castigar a los corruptos y corruptore­s; y, por fin, dar paso a la atención de las necesidade­s apremiante­s de la población, en especial a los sectores excluidos y marginados de las políticas públicas.

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