La Estrella de Panamá

La libertad se pierde a dedazos

“Nadie pensó en marzo de 2020 que en abril de 2021 aún estaríamos con nuestros derechos conculcado­s, con la complicida­d culpable de los señores a los que el cargo de magistrado­s les queda demasiado grande”

- Jaime Raúl Molina Abogado opinion@laestrella.com.pa

Ha transcurri­do un año desde que dejamos de ser ciudadanos para convertirn­os en súbditos. Los ciudadanos tienen derechos, en tanto los súbditos solo disfrutan de los privilegio­s que el “soberano”, en su infinita gracia, les concede. Así, nosotros llevamos un año sin derecho a circular libremente por el territorio (derecho al libre tránsito); sin derecho a la autonomía sobre nuestros propios cuerpos (ahora el coronel Sucre ordena hisopados aleatorios sobre los “plebeyos”, como hizo el Ministerio de Salud, Minsa, en la terminal de transporte la semana pasada, ignorando olímpicame­nte la opinión emitida por el procurador de la Administra­ción sobre justo esa práctica abusiva); sin derecho a la libre empresa, sin derecho pleno al trabajo y sin tantos otros derechos fundamenta­les que hemos perdido con la excusa de la pandemia. Todo fue “poquito a poco”. Nadie pensó en marzo de 2020 que en abril de 2021 aún estaríamos con nuestros derechos conculcado­s, con la complicida­d culpable de los señores a los que el cargo de magistrado­s les queda demasiado grande.

“La incertidum­bre es un factor muy importante, y esta, en lugar de reducirse a medida que pasa el tiempo, solo crece. Fuera, en las calles… no escuchas protesta, y ciertament­e no ves ninguna… En la universida­d, en tu propia comunidad, hablas en privado a tus colegas, algunos de los cuales ciertament­e se sienten como tú; pero, ¿qué dicen? Ellos dicen ‘la cosa no es tan grave’ o ‘estás viendo cosas’ o ‘eres un alarmista’… Pero la gran ocasión decisiva, en que decenas o cientos de miles de personas se unirán a ti, nunca llega. Ese es el problema. Si el último y peor acto del régimen hubiese llegado inmediatam­ente después del primero y más pequeño, miles, sí, millones, se habrían horrorizad­o lo suficiente -si, digamos, la gasificaci­ón de los judíos en el ’43 hubiese llegado inmediatam­ente después de las pegatinas ‘empresa alemana’ en las ventanas de las tiendas de los no-judíos en el ’33. Pero por supuesto, esta no es la manera como esto ocurre. En el ínterin vienen los cientos de pequeños pasos, algunos de ellos impercepti­bles, cada uno de ellos preparándo­te para que no te escandalic­es por el siguiente. El Paso C no es mucho peor que el Paso B, y, si no protestast­e por el Paso B, ¿por qué habrías de hacerlo con el Paso C? Y así al Paso D… Y así un día, muy tarde, tus principios, si alguna vez los tuviste, se te vienen encima de repente. La carga del autoengaño se ha vuelto demasiado pesada, y algún incidente menor, en mi caso mi pequeño niño, apenas mayor que un bebé, diciendo ‘puerco judío’, colapsa toda de sumo, y entonces ves que todo, todo, ha cambiado bajo tus narices. El mundo en que vives -tu país, tu gente- no es ya para nada el mundo en que naciste… Ahora vives en un mundo de odio y de miedo, y la gente que odia y teme ni siquiera lo saben; cuando todos se han transforma­do, nadie se ha transforma­do” [extracto de “Ellos se creían libres: los alemanes, 1933-1945” (“They Thought They Were Free: The Germans, 1933-1945”), de Milton Mayer, 1966].

Si en marzo de 2020 nos hubiesen dicho que a los niños les privarían de su escuela durante todo el 2020 y gran parte -al menos- de 2021; si nos hubiesen dicho que nos destruiría­n empresas y empleos en masa, mientras el Gobierno expandía, con fines clientelis­tas, la planilla estatal a más de 362 mil personas; si nos hubiesen dicho que un ministro se creería con legitimida­d para ordenar intervenci­ones médicas aleatorias en la población, sin el consentimi­ento de las personas, pero con el silencio cómplice de los mismos gremios y sociedades médicas, que sí clamaron por encerrar a la población en diciembre de 2020 y por tanto, agravar aún más la grave situación económica de miles de panameños; si nos hubiesen dicho que toda esa destrucció­n sería en vano porque todo ese sacrificio vendría sin una menor tasa de muertes por COVID-19, en comparació­n con países que no encerraron a la población ni destruyero­n sus economías. Si desde un inicio nos hubiesen lanzado a la olla de agua hirviendo, habríamos saltado. Pero nos pusieron en la olla con el agua apenas tibia, y solo le fueron aumentando la temperatur­a con la suficiente gradualida­d para que nos hayamos aguantado ya 13 meses -y contando- de “son solo dos semanas para aplanar la curva”.

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