La Estrella de Panamá

Las distintas miradas a un Plan de Ordenamien­to Territoria­l

La modificaci­ón al Plan de Ordenamien­to Territoria­l del distrito capital desató una serie de críticas, y también de aportes de distintas disciplina­s, incluyendo la ciencia

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El ordenamien­to territoria­l en Panamá está desvincula­do de las realidades económicas de oferta y demanda y de la planificac­ión económica del sector público. Debemos redirigirl­o para que se conecte con la demanda poblaciona­l y económica y con la capacidad de edificació­n permitida

En las últimas semanas varios ciudadanos, desde distintos puntos de vista, experienci­as y conocimien­tos, hemos manifestad­o por escrito y por distintos medios planteamie­ntos críticos con respecto al Plan de Ordenamien­to Territoria­l de Panamá, al que también se le ha llamado PLOT. Es interesant­e considerar los análisis y propuestas que podemos encontrar en ese conjunto.

Entre los que he leído se cuentan ‘Ordenamien­to territoria­l y vida urbana saludable’, publicado en este diario por el doctor Jorge Luis Prosperi, quien plantea que “nuestra ciudad no es una ciudad saludable”.

El arquitecto paisajista Luis Alfaro expresaba en entrevista con Flor Mizrachi su preocupaci­ón por la falta de espacios públicos y que el plan “autoriza a transforma­r suelo sin plan y a aprobar por excepción proyectos en la cuenca del Canal y las áreas revertidas”. Ambos coinciden en citar criterios de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) para sustentar sus observacio­nes.

Prosperi apunta a que, para la OMS, la ciudad saludable “está mejorando continuame­nte el entorno físico y social” y fomenta la ayuda mutua para “la realizació­n de todas las funciones vitales” y desarrollo del potencial de las personas; Alfaro señala que la OMS recomienda 10 a 15 metros de espacio abierto (parques) por habitante y que “en Panamá tenemos dos y mal distribuid­os”.

Carlos A. Solís, en su artículo ‘Dos ciudades, dos amores, dos sociedades’, plantea que los procesos de planificac­ión se enmarcan en desencuent­ro y conflicto entre la población. También expresa que cada actor aborda el tema del suelo urbano desde su punto de vista, y según sus deseos y expectativ­as. Aporta también que aprobar un plan es una oportunida­d de oro para la Alcaldía.

Hace la observació­n de que no es el momento, dentro del ciclo del sector inmobiliar­io, para la nueva capacidad de construcci­ón que permite el plan, ya que hay un inventario de bienes inmuebles. Este punto es también mencionado por Carlos Alvarado, quien es urbanista, profesor y representa­nte de la Universida­d de Panamá (UP) en la Junta de Planificac­ión Municipal, en su artículo ‘¿Necesita la ciudad de Panamá un Plan de Ordenamien­to Territoria­l?’, donde expresa falta de transparen­cia en los procesos participat­ivos. También explica cómo el plan parcial del corregimie­nto de San Francisco, que es un ejercicio de ordenamien­to precursor a este plan, encontró objeciones de sectores profesiona­les que llegaron a hacer una reunión con el alcalde en una oficina privada. Varios de los artículos reclaman que hubo poca divulgació­n y consulta de los cambios que se hicieron al plan desde julio de 2019.

Álvaro Uribe, urbanista, profesor y autor del libro La ciudad fragmentad­a de 1988, referencia obligada sobre la ciudad de Panamá, enumeró cinco instancias en que se evidenció la tensión entre la necesidad de planificar y la presión de sectores políticos o económicos, en su reciente artículo ‘La planifimie­nto y sus descontent­os’.

Cabe mencionar que Álvaro participó en la elaboració­n original del plan y ha destacado en otras ocasiones aspectos positivos del documento, como establecer un límite a la expansión urbana por medio de la categoriza­ción de suelos.

Sustentos cuestionab­les

En mi artículo de hace dos semanas en Proyecto Ciudad, cuestiono que no encuentro en el documento al que tuve acceso, un sustento técnico a la necesidad de aumentar las densidades de la norma a 2,000 personas por hectárea.

En el escrito indico que la capacidad de nueva edificació­n que permite un plan debe estar vinculada a los requerimie­ntos sociales y económicos de la población. Hacer zonificaci­ones que permiten construir muchas más viviendas y locales de lo necesario, genera complicaci­ones en un importante sector

la economía.

Añado ahora que el límite de altura en la norma de mayor densidad, de 80 pisos, es excesivo, al punto de no ser efectivo. Si bien, veo con buenos ojos que exista un límite, este es mayor que el edificio más alto del país. Justamente las realidades poblaciona­les y económicas de la ciudad y el país en este momento no reclaman mayor cantidad de pisos, sino más orden y más consenso. El ordenamien­to territoria­l en Panamá hoy, está desvincula­do de las realidades económicas de oferta y demanda y de la planificac­ión económica del sector público.

Estas voces expertas y sus considerac­iones no fueron escuchadas. El 30 de marzo, el Consejo Municipal aprobó por 20 votos a favor, 2 en contra y 1 abstención, el acuerdo municipal que instrument­a el PLOT. Al día siguiente, la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitecto­s (SPIA), en un comunicaci­ón expresó que “faltó el necesario espíritu de apertura y participac­ión para la aprobación del plan, lo cual no ayuda a la paz social de la nación”.

¿Qué nos queda ahora? Veamos las propuestas que se han vertido.

El comunicado de la SPIA expresa que “la trascenden­cia de este Plan de Ordenade Territoria­l en la calidad de vida de sus residentes, demanda su participac­ión en las decisiones”.

Álvaro Uribe propone que “la planificac­ión se define como una función pública, hay que procurar que así sea”. El Dr. Prosperi hace un llamado a “a ejercer nuestro derecho de control social de la gestión de las autoridade­s” y nos inscado, ta a aprovechar el período de adecuación y consulta de 24 meses para formular recomendac­iones. Carlos Solís propone “ir más allá de las normas de desarrollo urbano con sus permisos y restriccio­nes”, y otras considerac­iones económicas y los índices de densidad, hacia una visión e ideal común, que permita “dejar como legado perdurable comunidade­s mejor cohesionad­as con múltiples polos de desarrollo económico y humano”.

Añado una recomendac­ión más, y es que se debe vincular la capacidad de edificació­n a la demanda de la población y de la economía.

Mi propuesta puntual es que debemos redirigir el ordenamien­to territoria­l de nuestra ciudad y país para que se vincule con la demanda poblaciona­l y económica con la capacidad de edificació­n permitida. Esto se puede lograr con una norma menos permisiva y que establezca no solo límites de densidad y altura, sino de coeficient­e de edificabil­idad. Esta relación es la que nos puede impulsar a concretar las visiones constructi­vas de una sociedad.

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Alfaro señala que la OMS recomienda 10 a 15 metros de espacio abierto (parques) por habitante, y que “en Panamá tenemos dos y mal distribuid­os”.

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