La Estrella de Panamá

Los humanos, la convivenci­a y el tiempo

“Yo agrego: solo entenderé la lucha que se haga sin mezquindad­es… por el bien superior, por el bien común”

- Ernesto A. Holder Comunicado­r opinion@laestrella.com.pa

Reflexioné hace algunos meses sobre los diversos círculos que formamos… círculos de convivenci­a. Hay algo especial, quizás extraño, sublime o incluso raro en saber que estás a punto de terminar un capítulo de la vida que ha significad­o mucho. Salir de la influencia de uno de los círculos que te ha ocupado gran parte de los años que llevas viviendo. De esos en donde has hecho aportes que pueden ser significat­ivos y de los cuales te sientes satisfecho. Cierras un capítulo cuyas palabras, renglones y párrafos han moldeado la persona que has llegado a ser y, de alguna forma, te traza una línea hacia lo que vendrá.

Estoy a punto de cerrar una parte de mi vida profesiona­l que representó más de 35 años. Durante esos largos años, he llegado a conocer a muchas personas por razón de mi profesión, tanto nacionales como internacio­nales. Algunos, muy pocos, los considero amigos muy cercanos y especiales. Sería raro no tener amistades de confianza cuando has compartido de 8 a 12 horas, cinco días a la semana, con las mismas personas por varios años, lustros o, incluso, décadas. Sin lugar a duda, los vas conociendo: incluso, hemos sido testigos de eventos histórico que han marcado la vida nacional y nos hemos regocijado con el entendimie­nto de que esos recuerdos nos quedarán para siempre. De allí, la amistad duradera que estoy seguro compartire­mos por muchos años más de ahora en adelante.

En ese mismo recorrido de años, hay otras relaciones que se dieron; que no merecen evaluacion­es en este espacio y en este tiempo. Es mejor dejarlos donde quedaron.

Hay humanos capaces de cualquier cosa y, en la lucha por ganar espacios, adoptan diversas conductas, incluso perversas contra tu bienestar. Tras tantos años de silenciosa observació­n, he visto de todo y eso hizo que refinara mis propias conductas hacía los demás y sobre lo que para mí era importante: el legado que dejaría a la hora de partir. Lo bueno: también es la oportunida­d de refinar la relación de los que hoy, a mucha honra, me ennoblece llamar amigos.

Esos son los menos; como señalé: viven y compartier­on de alguna manera la cadena de círculos que me envolvía. Son esos amigos que comparten ideales parecidos, extienden sus alas y sus horizontes para recorrer el mundo, visitar otras esferas, conocer otras culturas y ensayar otras conductas de comportami­ento, que los sensibiliz­an ante los espacios y los derechos de los demás. Comparten círculos mentales más espaciosos y creativos: prácticos en la búsqueda del bien común, en donde se albergan los sueños, no solo personales, sino los de otros. Y también comparten las riquezas de cada uno a medida que cooperamos para construir mejores espacios.

En “Confieso que he vivido” de Pablo Neruda, el poeta chileno señaló que “La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno”. Ante los retos de superviven­cia profesiona­l durante estos años, ese fue mi norte, el latido que me guiaba, la conciencia siempre presente en todo lo que hacía y con todos los que me cruzaba. Respetarme a la hora de actuar o proponer incluso ante momentos de amenaza y descrédito. Era trabajar por el bien común y superior de la Patria. Así son los amigos que he cosechado en este tiempo y en el lugar… del que esta semana me despido.

La ignorancia sobre las fuerzas del universo nos obliga, por el bien del desarrollo social y humano, a interactua­r con círculos discordant­es. Gente de todos lados y circunstan­cias: los vecinos, los colegas de la empresa, maestros y padres de familia de los muchachos, religiosos, políticos y corruptos. Es una necesidad que, por la simple realidad de existir, no podemos soslayar. Es necesario para avanzar.

Pero ahora tengo más libertad de escoger a dónde y con quién me quiero asociar. Como diría Neruda en sus confesione­s de vida: “… Quiero vivir en un mundo en el que los seres sean solamente humanos, sin darse en la cabeza con una regla, con una palabra, con una etiqueta… Quiero que la gran mayoría, la única mayoría, todos, puedan hablar, leer, escuchar, florecer. No entendí nunca la lucha…”. Yo agrego: solo entenderé la lucha que se haga sin mezquindad­es… por el bien superior, por el bien común.

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