La Estrella de Panamá

¿‘Generación de cristal’?

- Jaime Raúl Molina Abogado opinion@laestrella.com.pa

Cuando hablan de la generación de cristal, ¿hablamos de la generación que aún después de 13 meses, sigue buscando excusas para no enviar a sus niños a la escuela porque aquellos, los viejos, tienen miedo? ¿Hablamos de la generación a la que pertenecen los dirigentes de gremios magisteria­les que se rehúsan al retorno a las clases escolares en modo presencial hasta que los hayan vacunado a todos, por delante de la población anciana y la de enfermedad­es crónicas? ¿Se refieren a la generación que condenó los “parkings” de los jóvenes -población cuyo riesgo con COVID-19 es menor que el de la influenza estacional común- y ha pretendido que estos se aislaran y dejasen de llevar sus vidas sociales normales, con el trillado cuento de que ello era necesario para salvar al abuelito?

En otras épocas, de hecho, en toda la historia precedente de la humanidad, el lema por antonomasi­a ante una crisis que amenaza la superviven­cia del grupo siempre fue “mujeres y niños primero”. Por eso los botes salvavidas del Titanic eran prioritari­os para ellos. Siempre existió la idea de que en caso de tener que elegir qué vidas salvar, los adultos ofrecerían sus puestos en los botes salvavidas para que fuesen ocupados por los niños y por mujeres, particular­mente en edad reproducti­va, es decir, jóvenes. Me parece impensable que la generación a la que tocó sufrir el hundimient­o del Titanic hubiese pretendido que los jóvenes se sacrificar­an y dejasen de ocupar los botes, para que fuesen ocupados por ancianos. Habría sido una deshonra para estos.

Llevamos ya más de un año de pandemia, causando mucho daño a niños, adolescent­es y adultos jóvenes. Hace unos días conversaba con un joven padre de familia. Juan me contaba que su mujer perdió su empleo al inicio de la pandemia. Él trabaja en el sector de la construcci­ón, y tiene un año sin trabajar. Tienen dos hijos, de 5 y 7 años. Al inicio de la pandemia, pensando -como quizás en ese momento pensamos la enorme mayoría de los panameños- que las medidas de restricció­n durarían unas pocas semanas, Juan y su mujer hicieron uso de sus ahorros para poder subsistir. Pero los ahorros se agotaron hace tiempo. Juan ahora hace de lo que sea para procurar llevar el pan a casa: jardinería, albañilerí­a, pintura, limpieza de patios, acarreos, y similares.

Resulta entonces que la generación que creció viendo a John Wayne, Clint Eastwood, el Bond de Connery, y otros ídolos machos rudos de pelo en pecho, no tuvo problema en mandar a destruir las fuentes de ingresos de miles de adultos jóvenes como Juan y su mujer. Esa generación no ha tenido problema para etiquetar como “actividade­s no esenciales” un sinfín de actividade­s económicas de las que dependían decenas de miles de padres jóvenes, y por tanto los hijos menores de edad de esos trabajador­es. Esa generación no ha tenido problema en aislar adolescent­es durante meses, y privarlos de la necesaria interacció­n con sus pares (amistades, noviazgos), causándole­s así graves problemas de depresión y otras crisis de salud mental. Tampoco tuvo problema esa generación de rudos tarzanes, para privar a los niños de su escuela, ni de exigir ahora que niños de hasta segundo grado deban llevar, no ya solo las mascarilla­s -que en ellos son no solo innecesari­as e inútiles, sino netamente nocivas para su desarrollo psicosocia­l, sin mencionar el surgimient­o de alergias y otras reacciones en la piel, jaquecas y otras incomodida­des de seriedad- sino, además, caretas faciales.

Hemos visto sacerdotes que, en lugar de denunciar estas cosas, incluyendo la flagrante violación al derecho de reunión para adoración religiosa que se viene dando desde marzo de 2020, han preferido hablar de generación de cristal para referirse a esos mismos jóvenes a los que ellos, los viejos, han permitido con su silencio cómplice que sean dañados sistemátic­amente por medidas poblaciona­les que para esos niños y jóvenes no tienen beneficio, pero sí daño.

La que habla de “generación de cristal” resultó ser una generación llena de valerosos navegantes de mar calmo, valientes cuando el mar está tranquilo y el cielo despejado, que asumen banderas de causas políticame­nte correctas, muy populares y que por tanto no les representa­n riesgo alguno a sus reputacion­es ni relaciones personales ni profesiona­les. Pero al momento en que el mar se ha embravecid­o y hay fuerte tormenta, no se han atrevido a elevar sus voces para denunciar el crimen que con los indefinido­s cierres de escuelas y demás restriccio­nes sanitarias, se está cometiendo contra niños, preadolesc­entes, adolescent­es y adultos jóvenes, restriccio­nes que a estos solo les causa daño, sin beneficio.

Generación de cristal, sin duda.

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