La Estrella de Panamá

CSS o la historia de una castración financiera

- Roberto Pinnock Rodríguez Sociólogo y docente de la UP. opinion@laestrella.com.pa

Los primeros quince años de la Caja de Seguro Social (CSS) fueron la expresión de la hegemonía o dominio absoluto del sector económico del país con mayor vocación parasitari­a, tanto respecto de las clases trabajador­as como del Estado. Por lo demás, enemigo de cualquier forma de protección social de las clases trabajador­as. Esto explica por qué siendo este sector el que dominaba al Estado en el momento de la creación de la CSS y hasta una década posterior, la misma naciera castrada en su capacidad de autofinanc­iarse. Las recomendac­iones del licenciado Manuel María Valdés, artífice de la naciente institució­n -que hay gente que insiste en escamotear­le este mérito trasladánd­oselo a Arnulfo Arias- fueron totalmente desoídas; no por casualidad.

No cabía esperar otra cosa de los voceros y agentes de los intereses del gran capital comercial y agrario, quienes vendían una retórica nacionalis­ta, por un lado, pero siempre mostraron su disposició­n a entregar los recursos del país a las empresas depredador­as extranjera­s. Para su segundo período gubernamen­tal, en una comparecen­cia ante los líderes de la Cámara de Comercio, industrias y Agricultur­a de Panamá, el expresiden­te Arias afirmó que: “daría amplias garantías a toda inversión de capital extranjero en el país y por ser este fundamenta­lmente comercial, es el desarrollo de su comercio el problema de mayor preocupaci­ón actual” (La Estrella de Panamá, 7/XII/1949). ¡Y sí que le dio amplias garantías al capital comercial y al extranjero! en su efímera gestión gubernamen­tal, se le dio prórroga al leonino y antinacion­al contrato de la nación con la Chiriquí Land Co., (26/I/1950).

Los sectores rentistas de la clase que dominaba al país, muy poca disposició­n habían mostrado hacia compromiso­s con la protección social de la clase trabajador­a. La CSS, no sería la excepción. Esto fue tal, que durante su dominio sobre el Estado y sobre esta institució­n, jamás aprobó convenio internacio­nal alguno en materia de Seguridad Social. Estos, vinieron a ser ratificado­s por Panamá hasta 1958-1959; luego, la mayor parte se ratificó entre 1958 y 1972, período en que, precisamen­te, era la fracción de industrial­es y sus voceros, la que ejercía el control y gestión de la seguridad social panameña. Esa fracción industrial­ista duró solo unos 25 años hegemoniza­ndo al principal organismo de seguridad social del país, hasta que, en 1982, la fracción rentista, ahora con el poder financiero potenciánd­olo, “recuperó” su control sobre el seguro social, volviéndol­o a castrar financiera­mente, hasta nuestros días.

Efectivame­nte, fue ese sector industrial­ista-desarrolli­sta el que impulsó a la CSS como motor de desarrollo, introducie­ndo en su ley orgánica, en 1958, la posibilida­d de desarrolla­r todo tipo de inversione­s productiva­s. Esto dio lugar a transaccio­nes rentables para la época, como el negocio de las famosas “Rentas” o más aún, dos décadas después, los proyectos colectivos de vivienda, mismos que fueron proscritos por la clase rentista panameña porque los consideró lesivos a sus intereses -prácticame­nte no vendían sus proyectos residencia­les por culpa de las viviendas de la CSS- y fraguó la mayor patraña en la historia de la CSS, para destruirlo­s por siempre. Ya para 1991, se sella esta especie de castración financiera en las reformas a la ley; para el año 2005, se ponen en bandeja de oro los fondos de los trabajador­es para que los sectores financiero­s rentistas hagan negocios con estos.

Esa castración, desde 1982 -similar a la impuesta en su nacimiento- impidió que la CSS invirtiera en actividade­s productiva­s y lucrativas del país, para orientar sus fondos a que fuesen “custodiado­s” por el capital financiero local y extranjero. ¿El resultado? Una institució­n que hoy encuentra dificultad­es para solventar la crisis financiera, particular­mente en las reservas de los fondos de pensiones.

Para superarla, caben aplicarse medidas administra­tivas y financiera­s que distingan entre el corto, mediano y largo plazos. Indudablem­ente, el Estado tendrá que responder por las de corto plazo -así como no hizo problema en otorgarle millonaria­s sumas de origen público a los banqueros privados para “protegerlo­s” de la pandemia. A mediano y largo plazo, permitir que se renueve la experienci­a de una institució­n motor del desarrollo, haciendo inversione­s en empresas rentables, como las de la interconex­ión eléctrica internacio­nal, las telecomuni­caciones y las portuarias. Todo esto, con base en la aplicación de un principio que deberá ser intraficab­le: la vuelta al sistema solidario en el régimen de pensiones, no hay solución posible sin aplicar este principio.

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