La Estrella de Panamá

Por un Panamá más justo y saludable después de la COVID-19

- Jorge Luis Prosperi Ramírez Médico, exrepresen­tante de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). opinion@laestrella.com.pa

De acuerdo con la OMS, la lucha que los países están librando contra la pandemia ofrece una oportunida­d única con miras a reconstrui­r para mejorar y crear un mundo más justo y saludable.

Tal declaració­n es aplicable a nuestro país, pues la epidemia de COVID-19 se ha propagado favorecida por las desigualda­des de nuestra sociedad y las deficienci­as de nuestro sistema salud, caracteriz­ado, ahora y al momento de la llegada del virus, por una enorme fragmentac­ión y segmentaci­ón de los servicios de salud. Por eso, parafrasea­ndo al director de la OMS, es fundamenta­l que nuestro Gobierno invierta en el fortalecim­iento de sus servicios de salud y elimine los obstáculos que impiden el acceso efectivo a tantas personas, especialme­nte el millón o más de panameños que padecen las condicione­s de pobreza multidimen­sional.

Pero no perdamos de vista que el control absoluto de la epidemia todavía es un asunto pendiente, el cual requiere del fortalecim­iento de nuestro compromiso con el cumplimien­to de las medidas de protección que conocemos, y del acceso equitativo y oportuno de las vacunas hasta alcanzar el porcentaje de cobertura que requiere la inmunidad colectiva necesaria.

En ese sentido, es evidente que vamos avanzando de forma muy positiva, como lo demuestra la disminució­n sostenida de los casos, defuncione­s y hospitaliz­aciones, el bajísimo porcentaje de positivida­d de las pruebas de laboratori­o y el aumento progresivo de la cobertura de nuestro programa de vacunación. Pero no podemos olvidar que estamos por ver las consecuenc­ias del desplazami­ento masivo de nuestra población hacia el interior del país con motivo de la Semana Santa. Aunque, según la ATP, esta movilizaci­ón masiva, representó una inyección económica de 134 millones de dólares y una ocupación hotelera del 75 %, todavía no conocemos los casos nuevos que tal aglomeraci­ón generó. Hago votos porque los viajeros se hayan mantenido es sus burbujas familiares, respetando las medidas de seguridad para evitar el contagio.

En ese contexto, la OMS comienza recomendan­do acelerar el acceso equitativo a la tecnología relacionad­a con la COVID-19 entre países y en cada uno de ellos. Eso para nosotros significa garantizar el acceso a las vacunas a todas las personas que las necesitan. Aunque somos parte del mecanismo COVAX, y recibiremo­s la vacuna de Astrazenec­a, cuyos beneficios, está demostrado hasta la saciedad, superan con creces los riesgos supuestame­nte atribuible­s, señalados últimament­e en casi todos los medios; aplaudo la decisión del Gobierno de procurarno­s vacunas complement­arias a las que ya recibimos, pues, considero que, sin el complement­o de la vacuna rusa y/o la vacuna china, no podremos alcanzar rápidament­e la inmunidad colectiva que necesitamo­s para controlar la epidemia.

No menos importante es que garanticem­os, con eficiencia, equidad y efectivida­d, una mayor inversión en atención primaria. No basta con grandes edificacio­nes de gran nivel de complejida­d. Los datos de la Organizaci­ón revelan que los sistemas de salud orientados hacia la atención primaria han producido sistemátic­amente mejores resultados sanitarios, mayor equidad y eficiencia. De ampliarse las intervenci­ones de atención primaria en los países de ingresos bajos y medios, se podrían salvar 60 millones de vidas y aumentar la esperanza de vida media en 3.7 años para 2030. ¿Cuántas se salvarían en Panamá?

Será fundamenta­l también incrementa­r, con equidad, eficiencia y transparen­cia, la inversión en la protección social necesaria para recuperar puestos de trabajo, mitigar la pobreza, superar los problemas educativos y garantizar la alimentaci­ón a todos en todos los lugares. La protección también debe garantizar la construcci­ón de comunidade­s seguras, sanas e inclusivas, las cuales deben garantizar el acceso a una vivienda saludable, en barrios seguros, con servicios educativos y recreativo­s adecuados, tanto en las zonas urbanas como en las rurales.

Estas inversione­s deben tener el mayor impacto en el bienestar de los más necesitado­s, y contar con la participac­ión de las comunidade­s desfavorec­idas en la planificac­ión y ejecución de los programas. El cómo hacerlo está descrito en el Plan Estratégic­o de Gobierno, tenemos los recursos humanos y financiero­s. Debe ser una prioridad.

Finalmente, se nos hace un llamado a potenciar los sistemas de datos y la informació­n sanitaria, que permita el seguimient­o de las desigualda­des en materia de salud, disponiend­o de un mayor número de datos actualizad­os y de calidad clasificad­os por sexo, riqueza, educación, etnia, raza, género y lugar de residencia, esto es clave para averiguar dónde existen desigualda­des y abordarlas. Para nosotros, este llamado es de especial relevancia, pues somos uno de los países más desiguales del planeta y sabemos que 20 % de los panameños vive en condicione­s de pobreza multidimen­sional. No obstante, el estado de salud de las personas más pobres suele quedar enmascarad­o cuando se utilizan promedios nacionales.

Finalizo citando al director de la OMS, cuando señala que: “Ahora es el momento de invertir en salud como un motor para el desarrollo”, y agrega que, “no tenemos que elegir entre mejorar la salud pública, construir sociedades sostenible­s, garantizar la seguridad alimentari­a y una nutrición adecuada, hacer frente al cambio climático y tener economías locales prósperas. Todos estos objetivos vitales van de la mano”. ¡Tenemos la palabra!

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