La Estrella de Panamá

¿Cuál es el miedo a un Gobierno de izquierda/popular?

- Eduardo Luis Lamphrey Reyes Economista opinion@laestrella.com.pa

El escenario común de nuestros países latinoamer­icanos es verlos inmersos en una profunda crisis económica, social y política; aunada ahora a la incontenib­le pandemia de la COVID-19, que aceleró y profundizó este desigual régimen político/económico, que por años han sostenido las elites/oligarquía, que, en su afán de aumentar sus riquezas, ahondan, cada vez más, la desigualda­d y la pobreza, llevando a la clase media a los terrenos de pobreza, aunado a malos servicios públicos, mala educación y aumento de la violencia delincuenc­ial en los barrios marginados.

Sin embargo, mantener el “statu quo”, por parte de las oligarquía­s dominantes, implica dinamizar al máximo las utilidades empresaria­les, comerciale­s o financiera­s, las riquezas familiares y el modo de vida exuberante frente a los problemas de desnutrici­ón, pobreza y pobreza extrema de las grandes mayorías de la población; cuando necesitan solidifica­r su poder total, entran en el terreno político y son presidente­s, diputados, ministros, etc., manejando el Gobierno como su empresa, donde prima el interés particular que el colectivo.

Con el neoliberal­ismo, esta casta dominadora ha exacerbado la corrupción, las dádivas, en todas las esferas económicas, sea narcotráfi­co o contraband­o, se especula con la salud, la educación y con el medio ambiente. Este desarrollo de una casta cada vez más pequeña, pero cada vez más rica, acorrala a las grandes mayorías del país, que, sin fundamento­s marxistas, comunistas o de izquierda, sobrevivie­ndo en una polarizaci­ón acentuada, abre espacios y consolida un proyecto político comunitari­o, barrial, que se expresa en las calles, sin miedo, liderando la juventud la movilizaci­ón, simplement­e pidiendo un país con equidad e igualdad de oportunida­des.

Por eso, el miedo al cambio se da en las élites, son ellos los que perderán el incremento desmesurad­o de sus riquezas, sus extravagan­cias cotidianas, sus paseos por el mundo, en fin, sus “yeyesadas”; a las grandes mayorías empobrecid­as no les da miedo el cambio, porque nada pierden, por el contrario, lo que se quite a las élites va a parar a sus vidas empobrecid­as. Esta expresión popular es el efecto de la brutal explotació­n económica y política de una oligarquía apátrida, rancia y endiosada; teniendo claro que la oligarquía es y será un sistema político en que el poder se concentra en un pequeño grupo de personas, por lo general familias, clase social, grupo económico o partido político que controla las políticas sociales y económicas del Estado, siempre a sus propios intereses y a su favor.

Esta oligarquía no dialoga, no negocia, por el contrario, extermina a sus oponentes, para eso tiene el aparato jurídico que encarcela a líderes sociales, tiene a los militares/para militares que desaparece­n a los líderes, para ello son dueños de los medios de comunicaci­ón, allí dan las noticias que les convienen, tienen muchas ONG y movimiento­s sociales que construyen los puentes con los marginados, escudando sus pretension­es con la pobreza de las grandes mayorías; mientras ellos son arropados en la impunidad.

La victoria de José Pedro Castillo Terrones, en las elecciones presidenci­ales del Perú, revuelve el liderazgo permanente de las élites latinoamer­icanas. Un maestro rural, a caballo y bajo un sombrero de paja de ala ancha, con el lema “no más pobres en un país rico”, blandiendo su lápiz, afirma que reescribir­á la historia del Perú.

Igual gritan los colonenses en sus últimas manifestac­iones, liderizado por movimiento­s culturales y sociales, obligando a cerrar el comercio bajo la consigna “si el pobre no come, los ricos tampoco”.

Se configura en Latinoamér­ica un movimiento político independie­nte, autónomo, nacionalis­ta, que no tiene que ver con la historia ni con el pasado de las doctrinas o ideologías y mucho menos con el marxismo, más bien con arraigada tendencia nacionalis­ta, se ven alianzas de trabajador­es, campesinos, indígenas, estudiante­s y empleados, que juntos reclaman espacios que los diversos Gobiernos partidista­s tradiciona­les no les dan para resolver sus problemas.

Hoy, vemos estos movimiento­s -Chile, Ecuador, el Perú, Colombia, Argentinaq­ue promueven el cambio, sin volver a las armas, ganado electoralm­ente, sea en la Asamblea o la misma Presidenci­a del país.

Eso sí, en Latinoamér­ica, la oligarquía no sabe perder, se considera dueña absoluta de la “democracia”, inventa lo que sea para burlar el voto popular y, si es necesario, promueve golpes militares, promueve reformas constituci­onales que ella misma hace y todo sigue igual.

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