¿Cuál es el miedo a un Gobierno de izquierda/popular?
El escenario común de nuestros países latinoamericanos es verlos inmersos en una profunda crisis económica, social y política; aunada ahora a la incontenible pandemia de la COVID-19, que aceleró y profundizó este desigual régimen político/económico, que por años han sostenido las elites/oligarquía, que, en su afán de aumentar sus riquezas, ahondan, cada vez más, la desigualdad y la pobreza, llevando a la clase media a los terrenos de pobreza, aunado a malos servicios públicos, mala educación y aumento de la violencia delincuencial en los barrios marginados.
Sin embargo, mantener el “statu quo”, por parte de las oligarquías dominantes, implica dinamizar al máximo las utilidades empresariales, comerciales o financieras, las riquezas familiares y el modo de vida exuberante frente a los problemas de desnutrición, pobreza y pobreza extrema de las grandes mayorías de la población; cuando necesitan solidificar su poder total, entran en el terreno político y son presidentes, diputados, ministros, etc., manejando el Gobierno como su empresa, donde prima el interés particular que el colectivo.
Con el neoliberalismo, esta casta dominadora ha exacerbado la corrupción, las dádivas, en todas las esferas económicas, sea narcotráfico o contrabando, se especula con la salud, la educación y con el medio ambiente. Este desarrollo de una casta cada vez más pequeña, pero cada vez más rica, acorrala a las grandes mayorías del país, que, sin fundamentos marxistas, comunistas o de izquierda, sobreviviendo en una polarización acentuada, abre espacios y consolida un proyecto político comunitario, barrial, que se expresa en las calles, sin miedo, liderando la juventud la movilización, simplemente pidiendo un país con equidad e igualdad de oportunidades.
Por eso, el miedo al cambio se da en las élites, son ellos los que perderán el incremento desmesurado de sus riquezas, sus extravagancias cotidianas, sus paseos por el mundo, en fin, sus “yeyesadas”; a las grandes mayorías empobrecidas no les da miedo el cambio, porque nada pierden, por el contrario, lo que se quite a las élites va a parar a sus vidas empobrecidas. Esta expresión popular es el efecto de la brutal explotación económica y política de una oligarquía apátrida, rancia y endiosada; teniendo claro que la oligarquía es y será un sistema político en que el poder se concentra en un pequeño grupo de personas, por lo general familias, clase social, grupo económico o partido político que controla las políticas sociales y económicas del Estado, siempre a sus propios intereses y a su favor.
Esta oligarquía no dialoga, no negocia, por el contrario, extermina a sus oponentes, para eso tiene el aparato jurídico que encarcela a líderes sociales, tiene a los militares/para militares que desaparecen a los líderes, para ello son dueños de los medios de comunicación, allí dan las noticias que les convienen, tienen muchas ONG y movimientos sociales que construyen los puentes con los marginados, escudando sus pretensiones con la pobreza de las grandes mayorías; mientras ellos son arropados en la impunidad.
La victoria de José Pedro Castillo Terrones, en las elecciones presidenciales del Perú, revuelve el liderazgo permanente de las élites latinoamericanas. Un maestro rural, a caballo y bajo un sombrero de paja de ala ancha, con el lema “no más pobres en un país rico”, blandiendo su lápiz, afirma que reescribirá la historia del Perú.
Igual gritan los colonenses en sus últimas manifestaciones, liderizado por movimientos culturales y sociales, obligando a cerrar el comercio bajo la consigna “si el pobre no come, los ricos tampoco”.
Se configura en Latinoamérica un movimiento político independiente, autónomo, nacionalista, que no tiene que ver con la historia ni con el pasado de las doctrinas o ideologías y mucho menos con el marxismo, más bien con arraigada tendencia nacionalista, se ven alianzas de trabajadores, campesinos, indígenas, estudiantes y empleados, que juntos reclaman espacios que los diversos Gobiernos partidistas tradicionales no les dan para resolver sus problemas.
Hoy, vemos estos movimientos -Chile, Ecuador, el Perú, Colombia, Argentinaque promueven el cambio, sin volver a las armas, ganado electoralmente, sea en la Asamblea o la misma Presidencia del país.
Eso sí, en Latinoamérica, la oligarquía no sabe perder, se considera dueña absoluta de la “democracia”, inventa lo que sea para burlar el voto popular y, si es necesario, promueve golpes militares, promueve reformas constitucionales que ella misma hace y todo sigue igual.