La Estrella de Panamá

Una fiscalía electoral que no funciona

“Más que una reforma constituci­onal, lo que el país requiere son gobernante­s probos y decididos a que las cosas se hagan bien, pisando los callos a quien sea”

- Guillermo A. Cochez Analista político. opinion@laestrella.com.pa

Los chanchullo­s que salen a diario cometidos por funcionari­os, se acumulan, chocan con los nuevos. Se archivan en el despacho de algún fiscal. Sucede con las vacunas clandestin­as y la torcida actuación del procurador, seguido por las bolsas de comida encontrada­s en la residencia de un funcionari­o del MOP. Nadie preso. Ocultan el desenlace del joven Edwin del Cid, fallecido por negligenci­a criminal, en el restaurant­e Salvaje del Casco Viejo y donde dos ministros, como diríamos en buen panameño, “hasta la huacha”, por la amistad con sus dueños. Nadie habla de eso.

O el caso de los billetes premiados cobrados ilícitamen­te en la Lotería (LNB), donde terminará preso el guachimán del edificio, a pesar de los numerosos señalamien­tos de las implicacio­nes en el entuerto del diputado Pancho Alemán, presidente del Molirena.

Otro caso pasa desapercib­ido: exigir a funcionari­os de la LNB inscribir a gente en el Molirena so amenaza de destitució­n. Presentado ante la Fiscalía Electoral, convenient­emente, fue desestimad­o. Ante las evidencias presentada­s en el Ministerio Público, regresa a la esfera electoral.

Desde las reformas constituci­onales de 1983, que eliminaron los vestigios de la militarist­a de 1972, se incluyó en el artículo 144 la figura de la Fiscalía General Electoral, como agencia de instrucció­n “independie­nte” (comillas mías) y coadyuvant­e del Tribunal Electoral, para “salvaguard­ar los derechos políticos de los ciudadanos, vigilar la conducta oficial de los funcionari­os (…) en lo que respecta a los derechos y deberes políticos electorale­s y perseguir los delitos y contravenc­iones electorale­s”.

Desde Endara, la Fiscalía Electoral es parte del botín político. Tras la salida del fiscal electoral, Raúl López, de la época de la dictadura, se designó a Claro Amado Renderos, miembro del Partido Liberal Auténtico. Con el paso de los años, se siguió la misma costumbre hasta llegar al desastre de Eduardo Peñaloza -designado por Ricardo Martinelli-, muy cuestionad­o por su total inacción. Era más miembro del CD que fiscal.

Hoy, nada cambia con Dilio Arcia, exmagistra­do de la Corte Suprema de Justicia de los militares, exministro de la Presidenci­a con Martín Torrijos. No se podía esperar menos de él, dirían gozosos los actuales regentes del desprestig­iado Molirena.

El primer fiscal electoral en 1983 fue Aurelio Correa. En ese entonces, como secretario general de la Democracia Cristiana, fui el que más denuncias interpuso contra el PRD y su aliado PALA, del cuñado de Noriega. Correa actúo diligentem­ente ante mis múltiples denuncias: banderas del PRD producidas gratuitame­nte en el IPHE, sacos de cemento que repartían a oficialist­as y propaganda política que se imprimía en la Universida­d de Panamá, entre muchos otros abusos. El más llamativo fue en La Villa de Los Santos, donde cinco ciudadanos testificar­on que un prominente empresario del lugar pagaba cinco dólares a quienes se inscribier­an en el PALA. El fiscal pidió el llamamient­o a juicio, durmiendo el sueño de los justos en el despacho de algún magistrado del Tribunal Electoral.

Durante el Gobierno de Moscoso, denuncié lo que ocurría en el Idaan, parte del pastel a Cambio Democrátic­o (CD). De acuerdo con tabla de cobros autorizada por directivos de CD (incluyendo su presidente), cada nuevo funcionari­o debía pagar al partido un porcentaje de su salario. A depositar en cuenta ilícita abierta en el Banco Nacional (no se aportó ningún documento en su apertura). Ante mi denuncia, el fiscal electoral, Gerardo Solís, allanó la sede central del Idaan, en vía Brasil, comproband­o el delito que se realizaba. Llamaron a juicio a 13 funcionari­os, aunque nunca declaró Ricardo Martinelli, menos Ramón Martinelli, quien recogía el dinero, ya que, como miembro del Parlacen, tenía inmunidad. Posteriorm­ente, se han dado casos de cobros ilegales a funcionari­os: Registro Público, cuando su director era Luis Barría, y en el Ministerio de Trabajo, en tiempos de Luis Ernesto Carles.

Por eso es por lo que el país desconfía de su sistema de justicia, no porque la Constituci­ón sea buena o mala, sino porque los gobernante­s no hacen el menor esfuerzo para que las normas se cumplan. ¿Cómo esperar que un personaje como Dilio Arcia que, por vivir arrimado a los cuarteles, escaló la pirámide de sus ambiciones dentro del PRD, sea un fiscal electoral “independie­nte”, como exige la norma constituci­onal?

Pero, además, ¿cómo puede esperarse que se castiguen delitos como el de los billetes premiados y cobrados ilícitamen­te, si el presidente Nito Cortizo guarda silencio cómplice, para no romper su alianza con el Molirena, solo porque los diputados insisten en que Pancho les siga asignando libretas de billetes de lotería?

Más que una reforma constituci­onal, lo que el país requiere son gobernante­s probos y decididos a que las cosas se hagan bien, pisando los callos a quien sea.

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