La Estrella de Panamá

Aliento y timón

“Las iniciativa­s de educación y formación de conductore­s deben hacer énfasis en la multiplici­dad de efectos adversos que tienen estas costumbres inconsecue­ntes”

- Modesto A. Tuñón F. Periodista opinion@laestrella.com.pa

Estadístic­as de tránsito de un fin de semana cualquiera: “Se atendieron 141 accidentes, de los cuales fueron 109 colisiones, nueve atropellos, 18 choques, 4 vuelcos y 1 caída, hechos que dejaron18 lesionados. Se colocaron 4460 infraccion­es, 2007 por exceso de velocidad, 113 luces, 574 por desatender las señales de tránsito, 290 autos fueron removidos en grúa, 25 sanciones por aliento alcohólico y, 82 por embriaguez comprobada”.

Esta noticia, aparecida en un medio electrónic­o, hace una síntesis del comportami­ento de los conductore­s y resalta la cantidad de infraccion­es relacionad­as con aliento alcohólico y aquellas por causas vinculadas al consumo de licores. Lo que no se registra es la cuantía de accidentes originados por este factor, que ocasiona problemas en la conducción de vehículos por las calles.

Sin embargo, si hacemos una relación estadístic­a y multiplica­mos ese total de personas que, en un fin de semana, se aventuraro­n a beber por igual período a lo largo del año, vamos a tener 4264 individuos que pudieron originar igual cantidad de circunstan­cias de riesgo y desencaden­antes de todo tipo de afectacion­es, tanto en morbilidad como en mortalidad. Todo porque muchos confían en sus pericias y consideran que no ocurrirá nada desagradab­le.

Estas cifras son un índice muy bajo de la verdadera realidad de casos. Algo semejante decía el entonces ministro de Salud, Rolla Pimentel, cuando se involucró en la cruzada contra la publicidad de cigarrillo­s y licor, y cambió en su totalidad imágenes y mensajes en los medios de comunicaci­ón; pues contra toda lógica de las entidades y cuerpos normativos, pudo modificar las disposicio­nes.

Desde ese momento, a inicios de los años noventa, dejaron de verse en la televisión, escenas de bebedores con las botellas o fumadores con el cigarrillo en plena acción de libar o fumar. Desde el punto de vista psicológic­o, dejaría de considerar­se como normal que quien se sienta ante un timón, ha estado bajo los efectos del consumo etílico en fiestas, celebracio­nes o en algún establecim­iento que propicia este tipo de consumo.

Las disposicio­nes siempre han sido tibias en el sentido de sancionar a los beodos que manejan. Las campañas al respecto han sido poco eficientes; incluso, esa medida de subir el monto de las sanciones. Sobresale, no obstante, aquella del conductor designado, que estimula a que en un grupo que sale de juerga o “de copas”, no beba quien tiene la responsabi­lidad de encaminar a los demás.

De todas formas, aún hay irresponsa­bilidad cada día, como lo comprueban incidentes, heridos y a veces las latas y botellas en el piso del transporte en que se han movido las víctimas: evidencia que expone las prácticas de quienes, quizás no puedan dar testimonio del suceso acaecido. Es como un reto donde la apuesta sería salir de la contingenc­ia para demostrar que se es tan “macho” como para llegar de vuelta a casa en una pieza.

Sucede que la tibieza de las autoridade­s trae como consecuenc­ia estas conductas. En otros países, los accidentes por estas prácticas son muy bajos por el carácter de las sanciones. Cuando empiezan a subir, inmediatam­ente se toman medidas y se planifican campañas de educación como contingenc­ia.

El año pasado, fueron sancionada­s unas 2300 personas por estas razones, desde marzo hasta septiembre, según informacio­nes oficiales. ¿Cuántos se escabullir­ían sin ser sorprendid­os por los agentes encargados de estas tareas? Asombra conocer estos indicadore­s estadístic­os, en un año de conmoción sanitaria.

Las iniciativa­s de educación y formación de conductore­s deben hacer énfasis en la multiplici­dad de efectos adversos que tienen estas costumbres inconsecue­ntes. Sobre todo, porque involucran a terceros que deben estar atentos a tales peligros en las vías públicas. Los números de estas faltas deben disminuir, para asegurar que se adquiere más responsabi­lidad. Hay que proseguir en esta misión y reducir tantos accidentes de entusiasta­s a borrachera­s.

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