Negociación y el panameño: un discurso de 1965
Carlos Iván, en diciembre de 1965, durante un discurso en la Asamblea Nacional habló de la vocación de negociación de los panameños y de las circunstancias históricas. Hablar en voz alta, dijo
Hay que hablar en voz alta y hasta pensar en voz alta, y dentro de esta línea que me he trazado, yo declaro de la manera más formal que el pensamiento del pueblo panameño en los días actuales es el pensamiento de los hombres de África, es el pensamiento de los hombres de Asia, es el pensamiento de los hombres de la América Latina, es el pensamiento de todos los pueblos que han logrado alcanzar sus propias reivindicaciones.
Señor presidente: mi intervención la he planteado en los términos que quedan expuestos, y quiero que quede constancia en el acta de cuanto he dicho. Así como cuando yo deseo conocer el pensamiento abolicionista me voy a ver los documentos de los hombres que lucharon en la década de 1920; asimismo cuando dentro de 50 años los nietos o los hijos de nuestros nietos quieran conocer el pensamiento del panameño de hoy, verán que mi testimonio recoge el sentimiento de las grandes mayorías nacionales. Deseo hacer un llamado a todos los hombres de este país, a todos los políticos y a todos aquellos hombres que no se dedican a la política, pero que tienen responsabilidad para con la sociedad, a que vuelvan los ojos a mis palabras y a los planteamientos expuestos sobre las negociaciones, porque estamos en este problema de las negociaciones determinando el futuro inmediato de la República.
Yo adquiero el compromiso solemne de luchar de la manera más heroica posible con el pueblo, o como las circunstancias históricas lo determinen, para que en este país no prospere la tesis que debemos seguir entregando el Canal y nuestro destino a Estados Unidos. Yo me opongo a todo principio, y lo dije aquí en mi intervención durante la sesión secreta, que yo me opongo a todo principio, a toda tesis que proclame un canal a nivel con Estados Unidos. Yo sé que el compromiso que adquiero esta noche, públicamente, es un solemne compromiso que he adquirido; lucharé con este pueblo –jamás he hablado en primera persona, pero son estos los momentos de las definiciones–, yo lucharé con este pueblo y movilizaré la opinión nacional desde esta tribuna o desde la tribuna más propicia para que en este país surja una nueva conciencia, para hacer una patria nueva en su sentido más extraordinario, una patria que permita al panameño ser dueño de su destino en su propio territorio. No podemos continuar a esta altura de la República con voces apagadas. Hay que hablar en voz alta y hasta pensar en voz alta, y dentro de esta línea que me he trazado, yo declaro de la manera más formal que el pensamiento del pueblo panameño en los días actuales es el pensamiento de los hombres de África, es el pensamiento de los hombres de Asia, es el pensamiento de los hombres de la América Latina, es el pensamiento de todos los pueblos que han logrado alcanzar sus propias reivindicaciones, y ese pensamiento necesariamente nos debe llevar a luchar por un Panamá libre y de los panameños. ¡No queda otra alternativa! Otra alternativa sería traicionar a la República, traicionar al pueblo, traicionar a la historia. Porque somos conscientes de la historia; porque sabemos dónde está el enemigo; porque hemos tenido oportunidad de relatar históricamente la tragedia, el vía crucis de la nación panameña; y si tenemos conciencia de esa realidad, trillar otra vez en el mismo sendero de la dependencia política, trillar otra vez en el mismo sendero de la humillación, conforma una degeneración del alma nacional. Sería la humillación de la propia conciencia, constituiría una falta de dignidad, poco respeto a sí mismo; y quienes estamos convencidos de que hemos vivido en eternos vía crucis, si tenemos un papel de responsabilidad, debemos trazarle a nuestro pueblo el camino de su liberación plena.
Señor presidente, en nombre de la mejor conciencia nacional, interpretando una voz histórica y heroica como la de Tomás Herrera, empinándome al máximo hasta alcanzar a otear la figura de Justo Arosemena, inspirándome en Santiago de la Guardia, en León A. Soto, en todos los hombres que han sufrido por la liberación de Panamá, inspirándome en lo que significa enero de 1964, y en lo que significa cada gota de sangre derramada por un ideal nacional, inspirándome en todos ellos, yo digo, señor presidente, que la República no será traicionada y que el pueblo panameño saldrá al frente de su propia causa para luchar y alcanzar su propia liberación; y que en esta lucha no estará solo el pueblo de Panamá. Lo acompañan los pueblos del mundo que luchan por la liberación. Es una realidad inmensa que hoy Panamá, América y todos los pueblos del mundo quieren vivir en libertad, y valga esta repetición de Túpac Amaru: “Todos los pueblos no quieren que les roben las mieles de sus panales”. Ni todos los pueblos quieren seguir tampoco con coyundas internas, ni todos los pueblos quieren que siga encima de nosotros quien ha sido la causa de tantos sinsabores históricos.
En consecuencia, del planteamiento que se haga de modo oficial o de modo particular que nos hipoteque nuevamente a Estados Unidos; que nos logre nuevamente maniatar en una coyunda a Estados Unidos, bien sea como socios o como “fifty-fifty” o como quiera llamarse, son planteamientos errados que no están a tono con la historia, que no están a tono con el momento que vive el mundo, que no están a tono con la lucha contra el colonialismo, que no están a tono con la dignidad del pueblo panameño. Son planteamientos que el pueblo panameño, si tuviera televisión, si tuviera periódicos, si tuviera manera de expresarse, los condenaría vivamente y se expresaría de manera contundente, constante, sobre estas maquinaciones turbias y permanentes contra la nación panameña. Pero como los pueblos no tienen medios normales para expresarse, los sectores gobernantes, muchas veces, piensan que este es un pueblo que no sabe expresarse. Pero este es un pueblo que sabrá expresarse y se viene expresando y que lo observen: que no hay nada que apasione tanto en el pueblo panameño, como el problema de las negociaciones. Es que estamos saturados, históricamente, de esta gran mentira. Hasta cuándo engañamos al pueblo con las llamadas “negociaciones”; hasta cuándo las mentiras piadosas para retrasar el ideal de este pueblo para alcanzar su libertad. No más cuentagotas. No más píldoras doradas. O nos unimos todos para alcanzar nuestra propia libertad o seguiremos siendo colonia. La única manera de lograr la libertad es planteando, de manera inexorable a Estados Unidos la decisión de este pueblo que es una, una sola: la de un pueblo que quiere ser libre, un pueblo que quiere determinar con sus propias prerrogativas, su propio destino.
(Extracto del discurso pronunciado en la Asamblea Nacional de Panamá en diciembre de 1965.)
Pero como los pueblos no tienen medios normales para expresarse, los sectores gobernantes, muchas veces, piensan que este es un pueblo que no sabe expresarse”.