La Estrella de Panamá

Por un abordaje integral de la Salud Pública

- Jorge Luis Prosperi Ramírez Médico, exrepresen­tante de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). opinion@laestrella.com.pa

Ahora que nos encontramo­s en la recta final del Pacto del Bicentenar­io “Cerrando Brechas”, y comenzamos el tercer año del Gobierno actual, es obligatori­o que, tanto el Ejecutivo como los convocados al Diálogo, y la población en general, tengamos presente la necesidad de desarrolla­r un abordaje más integral para la salud pública, a fin de enfrentar los desafíos de los próximos años y, sin duda alguna, el control de la epidemia en el corto plazo, pues la emergencia provocada por la epidemia de COVID-19 está lejos de terminar y se mantiene como una amenaza creciente para la salud de la población.

Al mismo tiempo, como he señalado antes en esta columna, nuestro gran desafío es superar las causas y los efectos de la sindemia caracteriz­ada por falencias históricas en los terrenos políticos, sociales y económicos que determinan la salud y la equidad en la salud de cerca del millón de panameños, que han estado tradiciona­lmente fuera del ámbito de acción de la salud pública y de los beneficios del desarrollo.

En ese contexto, ahora que el presidente subrayó en su discurso la importanci­a de redoblar el esfuerzo contra la epidemia, colocando a la vacunación universal como la más alta prioridad, lo cual celebro y felicito; considero necesario recordar el viejo precepto de que “salud no es solo ausencia de enfermedad”, y referirme en esta glosa a las intervenci­ones necesarias para que nuestro sistema de salud sea capaz de responder a los retos planteados por los problemas de salud, los nuevos y los de siempre, en particular las enfermedad­es crónicas, los accidentes, la violencia de todo tipo; así como sus determinan­tes, entre los que destaca la desigual distribuci­ón de los recursos necesarios para el desarrollo humano integral en nuestro territorio.

En lo relacionad­o directamen­te con nuestro sistema de salud, es ineludible avanzar en el cumplimien­to con la estrategia para el acceso universal a la salud y la cobertura universal de salud. Es el camino obligado para superar las inequidade­s en las condicione­s de acceso y el énfasis en los servicios curativos a expensas de los servicios de prevención y promoción, así como para la construcci­ón de un modelo de atención centrado en las personas y las comunidade­s, a la vez que se crean los mecanismos para la colaboraci­ón entre diferentes sectores gubernamen­tales y no gubernamen­tales para abordar los determinan­tes sociales de la salud.

Adicionalm­ente, para desarrolla­r esa visión más integral para la salud pública, la

OPS propone la necesidad de renovar el marco conceptual de las llamadas Funciones Esenciales de Salud Pública, y establece cuatro pilares necesarios para alcanzar ese propósito. Hago votos porque las autoridade­s los incorporen en su quehacer.

Lo primero es aplicar valores éticos de la salud pública para abordar las inequidade­s en relación con la salud y sus causas. Es indispensa­ble que, el logro del derecho a la salud, la solidarida­d y la equidad en la salud se transforme­n en el objetivo del ejercicio de la salud pública, para así orientar y mejorar su práctica. El derecho a la salud es el derecho de toda persona al goce del grado máximo de salud y principio primario y ordenador de los sistemas de salud. La solidarida­d se considera un principio que sostiene el desarrollo del sistema de protección social, con mecanismos redistribu­tivos a través de contribuci­ones definidas en función de la capacidad económica de las personas y las necesidade­s de la población. Por último, la equidad se refiere a la ausencia de diferencia­s injustas, evitables o remediable­s entre los grupos de la población en el estado de salud y en el acceso a la salud y a los ambientes saludables.

No menos importante será abordar las condicione­s sociales, económicas, culturales y políticas que determinan la salud de las poblacione­s. Estos determinan­tes sociales incluyen no solo las condicione­s sociales del entorno de la población con una perspectiv­a de territorio, sino las estructura­s y mecanismos del Estado que ofrecen cobertura y protección social a la población.

Igual importanci­a tiene garantizar el acceso universal a servicios de salud pública integrales e integrados, individual­es y colectivos; entendidos estos como las acciones poblaciona­les e individual­es para promover la salud, prevenir las enfermedad­es, prestar atención a la enfermedad (diagnóstic­o, tratamient­o, cuidados paliativos y rehabilita­ción) y ofrecer los cuidados de corto, mediano y largo plazo necesarios. Asimismo, los servicios de salud individual y colectiva constituye­n intervenci­ones de salud pública que buscan tener algún efecto sobre las condicione­s sociales, económicas, culturales y políticas que afectan la salud de las poblacione­s.

Finalmente, considero que el éxito de la propuesta requiere del fortalecim­iento de la función de rectoría de las autoridade­s de salud. Entendida la rectoría como “la capacidad de liderazgo de las autoridade­s de salud para conformar y apoyar una acción colectiva que permita la creación, el fortalecim­iento o el cambio de las estructura­s de gobernanza del sistema de salud”. Por gobernanza se ha entendido “los arreglos institucio­nales que regulan a los actores y los recursos críticos que tienen influencia sobre las condicione­s de cobertura y acceso a los servicios de salud”.

Tienen la palabra nuestras autoridade­s…

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