La Estrella de Panamá

Presencial­idad universita­ria

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La calidad de la formación en las institucio­nes de educación superior depende de múltiples factores, que van desde el nivel docente hasta la infraestru­ctura, pasando por el pénsum académico y la actualizac­ión constante de sus carreras. Y, por supuesto, la llamada vida universita­ria. Una de las primeras decisiones, una vez desatada la pandemia, fue el cierre de los centros educativos, con el consabido perjuicio al proceso enseñanza-aprendizaj­e. Ciertament­e, en la mayoría de los casos, nuestras universida­des -tanto oficiales como particular­es- se apresuraro­n a adaptar sus modelos a la expansiva virtualida­d. Con evaluacion­es mixtas e incipiente­s que hacen todavía impreciso determinar sus resultados reales. Con el avance del programa de vacunación, el ajuste de los entornos en sus sedes, las medidas de biosegurid­ad, señalizaci­ón apropiada, definición de aforos en las aulas y demás adecuacion­es, se torna urgente definir el regreso a la presencial­idad de la vida universita­ria. Mientras persistan las normas que establecen que el Ministerio de Salud (Minsa) debe certificar las instalacio­nes de los centros universita­rios para el regreso a las clases presencial­es, este proceso debe ejecutarse de manera transparen­te, diligente y expedita. Es prioridad nacional, después de más de 15 meses de pandemia -un año y medio lectivo-, comprender que la presencial­idad en las institucio­nes académicas es parte fundamenta­l del proceso formativo. Además, está de por medio no solo la formación académica, sino la formación integral de los universita­rios en lo que respecta al desarrollo psicosocia­l y pleno de los futuros profesiona­les, que el país necesita. Las autoridade­s universita­rias deben trabajar en conjunto con el Minsa para dar señales claras y fechas concretas del reinicio de la presencial­idad en nuestras universida­des.

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