La Estrella de Panamá

La salud pública como excusa para violentar DDHH

- Jaime Raúl Molina Abogado opinion@laestrella.com.pa

Se escuchan voces desde la Medicina, en sentido de que hay que hacer obligatori­a una intervenci­ón médica en la población. Lo argumentan bajo la bandera de la salud pública. La idea es incompatib­le con la dignidad humana, por más que se la pinte como solidaria.

En Bolivia, el 1 de julio de 2000, en un hospital público, una mujer fue sometida a una ligadura de trompas de Falopio durante la cesárea de su tercer hijo. Durante la intervenci­ón, los médicos observaron “múltiples adherencia­s a nivel del segmento inferior del útero”, y el ginecólogo obstetra a cargo de la cirugía decidió, sin el consentimi­ento de la paciente, proceder a su esteriliza­ción mediante la ligadura de las trompas de Falopio. El médico indicó que lo hizo para proteger la vida de la mujer, porque las adherencia­s representa­ban un peligro para la vida de ella, si volviese a tener un embarazo. Sin embargo, no se trataba de un riesgo inminente.

La mujer demandó al Estado boliviano y el caso llegó hasta la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (Corteidh). La sentencia fue dictada en noviembre de 2016, y la Corteidh halló que, con la intervenci­ón sin consentimi­ento de la mujer, se le violentó a esta sus derechos humanos (DDHH) (I.V. son sus iniciales, la sentencia no da su nombre completo por protección de su identidad), en particular, se le violentó su dignidad humana. El hecho de que el médico lo hiciera con las mejores intencione­s pensando en el bienestar de la paciente, no justifica la violencia de su autonomía para tomar sus propias decisiones médicas.

“Un aspecto central del reconocimi­ento de la dignidad constituye la posibilida­d de todo ser humano de autodeterm­inarse y escoger libremente las opciones y circunstan­cias que le dan sentido a su existencia, conforme a sus propias opciones y conviccion­es.

En este marco juega un papel fundamenta­l el principio de la autonomía de la persona, el cual veda toda actuación estatal que procure la instrument­alización del individuo; es decir, que la convierta en un medio para fines ajenos a las elecciones sobre su propia vida, su cuerpo y el desarrollo pleno de su personalid­ad”. Esto sentenció la Corteidh en el caso I.V. vs. Bolivia (2016). La no instrument­alización es fundamenta­l, y alude a que cada individuo es un fin en sí mismo y jamás se pueden justificar intervenci­ones médicas en una persona, con la excusa de que la intervenci­ón es necesaria para beneficiar a un tercero, el Estado o la colectivid­ad.

“El reconocimi­ento del consentimi­ento informado como expresión de la autonomía de las personas en el ámbito de la salud ha significad­o en la práctica de la medicina un cambio de paradigma en la relación médico-paciente, ya que el modelo de toma de decisiones informadas y libres pasó a centrarse en un proceso participat­ivo con el paciente y ya no en el modelo paternalis­ta en donde el médico, por ser el experto profesiona­l en la materia, era quien decidía lo más convenient­e para la persona que debía someterse a un tratamient­o en particular”. Así, “el consentimi­ento informado asegura el efecto útil de la norma que reconoce la autonomía como elemento indisolubl­e de la dignidad de la persona”. Así la Corteidh dio un repaso a la nefasta tradición médica conocida como “paternalis­mo médico”.

La Corteidh también señaló que “la obligación de obtener el consentimi­ento informado significar­á el establecim­iento de límites a la actuación médica y la garantía de que estos límites sean adecuados y efectivos en la práctica, para que ni el Estado, ni terceros, especialme­nte la comunidad médica, actúe mediante injerencia­s arbitraria­s en la esfera de la integridad personal o privada de los individuos, especialme­nte en relación con el acceso a servicios de salud”. Léase bien: ni el Estado ni, especialme­nte, la comunidad médica tienen autoridad para injerencia­s arbitraria­s en la esfera de integridad personal del individuo en materia de decisiones médicas.

La idea de que las personas tengan un supuesto deber de someterse a intervenci­ones médicas, no ya para su propio beneficio, sino para supuesto beneficio de terceros o del bien común, es la negación misma de la dignidad humana, la negación del fundamento moral occidental de que cada persona es un fin en sí mismo y no un instrument­o para beneficio de otros. Es la instrument­alización del individuo. Es proponer que se utilice a personas como escudos humanos para supuestame­nte proteger a otras. El que haya tantos médicos prominente­s, periodista­s y figuras públicas proponiend­o semejante atrocidad, y encima que lo presenten como un deber solidario, corrobora la observació­n de que las personas que participar­on de las atrocidade­s cometidas bajo el régimen nazi eran personas “normales”. El hallazgo del experiment­o de Stanley Milgram sobre la disposició­n de muchas personas “normales” a impartir tortura a otras, si tan solo una figura de autoridad con una bata blanca se lo ordena, está siendo corroborad­o en vivo y a todo color desde hace 16 meses, y los obedientes amenazan con aumentar aún más el voltaje.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Panama