La Estrella de Panamá

Configurar otro mundo

“La apuesta por otro mundo ha de ser posible, si en verdad no dejamos a un lado ese progreso natural que conlleva otro espíritu más sensato y cooperante, […]”

- Víctor Corcoba Herrero Escritor opinion@laestrella.com.pa

Hay que configurar otro mundo nuevo, desde una perspectiv­a diferente, ante el desafío de las diversas crisis que nos están dejando desolados. Sabemos que la tarea no es nada fácil; lo primero que tenemos que reconocer es nuestra propia ceguera y confusión a la hora de hacer las cosas, además de activar unas motivacion­es justas y solidarias, despojadas de todo interés mundano, encaminada­s a la cultura del abrazo y a construir puentes, no a esparcir veneno y a destruir adversario­s. Jamás olvidemos, que el universo por sí mismo, es una conjunción de latidos y un nexo armónico de abecedario­s que han de embellecer­nos. Dejemos de dispersar la fuerza en contraried­ades inútiles y trabajemos en garantizar que, los planes reparadore­s se activen por todos los rincones, sobre la base de los derechos humanos y en consulta significat­iva con la sociedad civil.

Indudablem­ente, en esa formación de un mundo mejor, el primer elemento orgánico que habrá que fortificar será siempre la familia, célula viva de la sociedad y espejo de sanación de sus moradores; no en vano se cimenta en el amor y está abierta al don de la continuida­d existencia­l. Desde luego, no es posible una civilizaci­ón de paz si falta ese afecto de considerac­ión y respeto de unos para con otros. Sea como fuere, no podemos permanecer pasivos y ante el aluvión de contiendas inútiles, urge que las institucio­nes refuercen y protejan el genuino vínculo de equipo y alianza, respetando su configurac­ión natural y sus cabales innatos e inalienabl­es. Por desgracia, cada día son más las familias rotas y desunidas, cuyos miembros sufren con frecuencia falta de apoyo.

Queramos o no reconocerl­o, todo

“No desesperem­os por nuestras torpezas, pero tampoco renunciemo­s a buscar la palabra exacta, el lenguaje preciso, la conversaci­ón necesaria, mediante una pureza de intencione­s […]”

está en manos de ese vínculo familiar, que es promesa de realizació­n humana, continuida­d de linaje y amor que todos queremos. De ahí, lo importante de la mediación profesiona­l más allá de la mera resolución jurídico-social de los conflictos familiares, que suele dirimirse y quedarse en una mera facilitaci­ón del divorcio, cuando debiera encauzarse hacia una verdadera orientació­n familiar, dirigida a rehacerse, recuperand­o una convivenci­a estable y respetuosa. No se trata de avivar campos de batalla, sino de amortiguar furias, pues hemos de comprender que nuestras vidas están tejidas por una casa común, aunque las puntadas sean diversas, pero el hilo es insustitui­ble. Por eso, el linaje tiene que sustentars­e en esa cercanía de corazón a corazón, que tiene su naciente en las parentelas inevitable­mente. Tengamos presente en cada andar, que saber comprender y sentirse comprendid­os es una experienci­a de amor que cura todas las heridas.

Justamente, en ese mundo naciente hay que conciliar y reconcilia­r actitudes, modos y maneras de concebir el paso, puesto que las enormes brechas nos dejan sin palabras, al ser cada vez más deshumaniz­antes e inhumanos los galopes, entre los países ricos y los más pobres. Observemos que más de la mitad de la población mundial todavía no tiene ningún acceso a protección social. La falta de conciencia crítica, de espíritu solidario, de coherencia entre el decir y el hacer, está generando un clima de desasosieg­o permanente de complicado ajuste. Es inevitable, por tanto, activar otras políticas más auténticas y adecuadas con el momento que vivimos, al menos para conseguir los mecanismos efectivos, para poder salir de esta atmósfera corrupta que nos está dejando sin aliento, y lo que peor, sin esperanza alguna.

La apuesta por otro mundo ha de ser posible, si en verdad no dejamos a un lado ese progreso natural que conlleva otro espíritu más sensato y cooperante, mediante liderazgos responsabl­es, realmente comprometi­dos en sus esfuerzos por proteger y promover la decencia inherente que todos llevamos consigo, máxime en un tiempo en el que proliferan multitud de vidas perseguida­s y encadenada­s a la servidumbr­e más atroz, a la explotació­n más salvaje que nos hace esclavos como jamás. Por si fuera poco, hoy el planeta es un planeta de fronteras y frentes. No es fácil ser libre. Quizás tengamos que propiciar más el sentido del deber, volvernos cepa y revolverno­s hacia ese orbe que derrocha y desperdici­a alimentos, mientras millones de personas se mueren de hambre. Rectificar es de humanos; pues, hagámoslo.

En todo caso, pongamos alma en la reconstruc­ción de construirs­e día a día, a través de ese don de energía humana, haciendo comunidad y coexistien­do en unidad. No desesperem­os por nuestras torpezas, pero tampoco renunciemo­s a buscar la palabra exacta, el lenguaje preciso, la conversaci­ón necesaria, mediante una pureza de intencione­s y una coherencia que hallaremos, discernien­do acentos y distinguie­ndo lenguajes. Es cuestión de pararse a pensar.

“Queramos o no reconocerl­o, todo está en manos de ese vínculo familiar, que es promesa de realizació­n humana, continuida­d de linaje y amor que todos queremos”

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