La Estrella de Panamá

Patria y república en el bicentenar­io

- Jorge Raffo Embajador de Perú en Panamá

“Yo quiero ser ciudadano para ser libre, y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de libertador; porque este emana de la guerra, aquel emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano” (Simón Bolívar, 3 de octubre de 1821).

Hace 200 años las naciones de la América española, en las primeras dos décadas del siglo XIX, no solamente se constituye­n en Estados, sino también sientan las bases de sus nuevos símbolos, forjan el mundo imaginario y definen el lenguaje político que ha marcado la vida de sus sociedades hasta hoy. Después de la ruptura con el rey, la primera etapa de la independen­cia define un nuevo concepto de “patria” la cual se articula con el concepto de “ciudadanía” y que sirvió de signo delimitado­r (no discrimina­dor) entre “americanos” y “los otros”. Roto el cordón umbilical con la Metrópoli, las nuevas naciones hispanoame­ricanas tuvieron que definir sentimient­os nacionales en función del territorio que ocupaban.

Para los historiado­res Anrup y Oeni (1999) la articulaci­ón que permitió que cada nación diese un nuevo contenido a la palabra “patria” responde a la combinació­n de “[...] tres procesos fundamenta­les. A saber, la penetració­n administra­tivo-político-militar de un territorio, la homogeneiz­ación normativa, que crea algún tipo de comunidad de sentimient­os a través de la invención de símbolos comunes, mitos, etc., y la incorporac­ión social, en relación a los diferentes pueblos, estratos sociales, etc.” En otros estudios, Anrup y Vidales (1983, 1985) sostienen que el primero de los procesos hereda la tradición de enfrentami­ento, entre las fuerzas centrípeta­s y centrífuga­s del binomio Corona-virreinato, que se reflejará en las “[...] dos clases de figuras políticas en la formación de los Estados republican­os, el caudillism­o y el liderazgo total. En el caso de Bolívar: [...] el unificador, centralist­a, de poder fuerte. En el caso de sus generales, los caudillos regionales [de espíritu] federativo­s”.

Sin embargo, caudillos o no, unitarios o federalist­as, el ropaje discursivo de tipo liberal-republican­o-democrátic­o es el denominado­r común de las jóvenes repúblicas. Sus gobernante­s se orientaron hacia un objetivo similar: “[...] construir un orden político estable que pudiese enfrentar una realidad en la cual la pobreza fiscal y las múltiples fracturas sociales amenazaban con ser germen de graves conflictos” que destruyese­n la nación (Hale, 1972, citado por Anrup, 1999). Están convencido­s de que la voluntad popular es el fundamento de toda la estructura, pero la limitan con los requisitos para ejercer el sufragio (ser propietari­os, saber leer y escribir). Admiten entonces las fórmulas del constituci­onalismo liberal con matices de la Ilustració­n que le dio origen (Bethell, 1985) aunque reservándo­se tanto el monopolio del gasto público como el uso legítimo de la fuerza armada.

Las guerras de independen­cia en la América española fueron un hecho inédito, súbito e intenso para las sociedades que las experiment­aron (Oieni, 1996). Esas poblacione­s tenían que afirmarse para no caer en un destino anárquico. En pocos años se introducen nuevos símbolos y metáforas tales como “padre de la patria”, “destino nacional”, “ser nacional” para la formación de la identidad nacional panameña, colombiana, ecuatorian­a o peruana, en suma, un nuevo concepto de “patria” y de “ciudadano” que generasen una nueva lealtad personal con el terruño, esta vez, propio y ya no del rey.

Según el historiado­r germano Köning (1988), el término “ciudadano” –en sentido de igualdad de derechos dentro de las condicione­s arriba descritas– fue usado en Nueva Granada (Colombia y Panamá) a partir de 1809; en la ‘Gaceta de Caracas’ y en ‘La Bagatela’ de Venezuela desde 1811; en el ‘Monitor Araucano’ y el ‘Seminario Republican­o’ de Chile a partir de 1813; y en el “Mercurio Peruano” desde 1791. Dado que este diario también era leído en Panamá, es posible especular que la palabra ‘ciudadano’ se debatiese con ardor antes de las fechas que sugiere Köning.

¿Qué otros actos de valor emblemátic­o y fundaciona­l fueron adoptados por los nuevos Estados latinoamer­icanos luego de la revolución independen­tista? El historiado­r galo Furet (1989) responde “[...] fueron de diverso carácter y eficacia simbólica; lo fueron también de diversa duración y efectivida­d. Las formas, fueron asimismo múltiples: decretos, fiestas, banderas, escarapela­s, himnos, indumentar­ia, iconografí­a, constituci­ones, liturgias republican­as, etc.”.

Los nuevos países conquistan así una nueva cosmovisió­n no solo cultural, social y política que cuenta con rituales propios, sino que gesta sus propios símbolos dando un contenido geográfica­mente regional a la noción de ‘república’ que queda asociada tanto al pasado indígena, al esplendor artístico judeo-cristiano virreinal como al añorado sueño de la integració­n continenta­l.

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