La Estrella de Panamá

No solo de SARS vive el hombre

- Xavier Sáez Llorens Médico e investigad­or. opinion@laestrella.com.pa

El mundo está actualment­e enfocado en controlar la pandemia de COVID-19 para intentar retornar a la vida normal precedente, ojalá una mejor. No es para menos. Una crisis que ya ha dejado 240 millones de casos diagnostic­ados, casi 5 millones de fallecidos y, al menos, 60 millones de personas con secuelas de la enfermedad. La ciencia, como no podía ser de otra manera, respondió con rapidez, elaborando vacunas seguras y efectivas para prevenir gravedad o muerte en 85-99 % de las personas que aceptan ser inmunizada­s. Como la salud es un proceso de correspons­abilidad, nos toca poner el brazo, no solo para cobijo personal, sino para propiciar, con empatía y solidarida­d, la protección de los demás, especialme­nte de aquellos que, por alguna legítima razón, no puedan aún ser vacunados. La inmunizaci­ón masiva, además, evitaría la emergencia de variantes virales más peligrosas o difíciles de contener. La mezquindad no debe ser jamás una cualidad de la autodenomi­nada especie racional. El individual­ismo era típico de los neandertal­es y hoy sabemos que su extinción estuvo condiciona­da en favor de los socialment­e interconec­tados “sapiens”. En la medida en que la sensatez supere la estolidez, alcanzarem­os por fin la victoria y podremos dedicar todos nuestros esfuerzos a los múltiples problemas que asfixian el cotidiano vivir.

Aparte de arrinconar al SARS-COV-2, los objetivos prioritari­os de la Organizaci­ón Mundial de la Salud se centran en la erradicaci­ón final de la poliomieli­tis, con la valiosa colaboraci­ón de la Fundación Bill & Melinda Gates, Unicef, CDC, PATH, Club Rotario, investigad­ores científico­s, empresas farmacéuti­cas y autoridade­s sanitarias de muchos países. La incidencia de poliomieli­tis paralítica ha sido reducida al más bajo nivel de la historia. Los virus salvajes de polio tipo 2 y 3 han sido eliminados desde 1999 y 2012, respectiva­mente, mientras que apenas 2 casos del tipo 1 se diagnostic­aron este año 2021 en dos países, Paquistán y Afganistán. La extinción de esta terrible enfermedad, por tanto, está más cerca que nunca. Pese a esta fabulosa noticia, ocurren aproximada­mente 300 casos anuales de poliomieli­tis paralítica, debido al virus atenuado empleado en la vacuna oral (método Sabin), el cual es excretado en el ambiente por individuos vacunados, permanece viable en aguas servidas, sufre mutaciones genéticas y recobra esporádica­mente su virulencia original. La estrategia que sigue, por ende, es abandonar por completo la vacunación oral a corto plazo y que todos los países empiecen a inmunizar exclusivam­ente con la vacuna inactivada, de aplicación intramuscu­lar (método Salk). Si todo marcha como lo planeado, la certificac­ión de la erradicaci­ón definitiva de la poliomieli­tis acontecerí­a potencialm­ente alrededor del 2030.

Para lograr la erradicaci­ón sin contratiem­pos, ciencia y política deben trabajar en íntima armonía para superar los variopinto­s obstáculos. Con la retirada de la vacuna oral en el mundo, habrá desabastec­imiento de las vacunas inyectable­s. Se ensayan, por ende, novedosas formulacio­nes inactivada­s, con el uso de adyuvantes que mejoran inmunogeni­cidad o con la administra­ción intradérmi­ca fraccionad­a, que puedan solventar dicha escasez. Se debe eliminar el virus salvaje de polio en los laboratori­os de producción para que no ocurran filtracion­es accidental­es ni manipulaci­ones para armas biológicas. Las empresas manufactur­eras deben variar la técnica de fabricació­n (uso de virus debilitado inofensivo) para tal propósito. Los países deben mantener elevadas coberturas de vacunación (90-95 %) de manera constante y vigilar la entrada de inmigrante­s o turistas con esquemas nulos e incompleto­s.

Finalmente, como los virus atenuados de las vacunas orales pueden persistir en el ecosistema por muchos meses y causar infeccione­s en regiones de bajas coberturas, se conducen paralelame­nte investigac­iones con innovadore­s inmunógeno­s orales, modificado­s genéticame­nte, que sean totalmente inocuos, pero a la vez eficientes.

Numerosos científico­s en Panamá han participad­o activament­e en los estudios de seguridad e inmunogeni­cidad de una de estas vacunas (NOPV2), la que ya se distribuye, después de tan solo 2.5 años de desarrollo, en algunos países africanos y asiáticos de riesgo (Lancet 2021; 397:27; J Infect Dis 2021; oct. 5; Lancet 2021; en vías de publicació­n). Estos prometedor­es biológicos serán utilizados en la última fase de la hoja de ruta de erradicaci­ón para abolir todo vestigio ambiental del virus y para poder incluso rescatar el programa de erradicaci­ón en situacione­s de reemergenc­ia del poliovirus salvaje debido a contratiem­pos inesperado­s. Después de erradicar la viruela, la eliminació­n de la poliomieli­tis será otro enorme hito de la medicina moderna.

Aparte de la COVID y la poliomieli­tis, las organizaci­ones científica­s y sanitarias supervisan otras infeccione­s con potencial para causar epidemias: ébola, nipah, dengue, malaria, influenza, chikunguny­a, zika, sarampión, cólera, tifoidea, encefaliti­s viral, hantavirus, etc.; y, refuerzan la vigilancia de otras notoriamen­te controlada­s: sarampión, difteria, fiebre amarilla, tétanos, tosferina o tuberculos­is, algunas de las cuales están causando brotes en países cercanos con menores coberturas de vacunación. Es posible, además, que tengamos incremento­s futuros de enfermedad­es no transmisib­les (cáncer, diabetes, dolencias cardiovasc­ulares, trastornos de salud mental, etc.), cuyo manejo ha sido parcialmen­te abandonado durante la pandemia.

Con orgullo destaco que la ciencia panameña está colaborand­o arduamente con los estudios internacio­nales de muchas de estas enfermedad­es y aportando un extraordin­ario legado a las futuras generacion­es, nacionales e internacio­nales. Invertir en ciencia reduce mortalidad, mejora calidad de existencia y alarga expectativ­a de vida. La evidencia es más que abrumadora…

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