La Estrella de Panamá

La directora de Rosales

- Silvia Rujano de Batista Educadora opinion@laestrella.com.pa

Inicia el año escolar 2008, y la maestra Magdalena, directora de la escuela Rosales, se enteró de que una de las excelentes colaborado­ras del centro educativo, María, quien vivía en la capital, había perdido su trabajo hacía meses, y no lograba que la aceptaran en un nuevo puesto de trabajo. Toda la familia se extrañaba por la situación, pues María, quien vivía en una barriada de clase media en la capital, había sido modelo de responsabi­lidad, confianza, trabajo y transparen­cia, por esto, era la representa­nte de la empresa en cualquier país del mundo. ¿Entonces, porqué había perdido su trabajo?

La maestra-directora viajó a la capital, para iniciar el trabajo de investigac­ión, tan necesario y de ayuda a la familia. María aparentaba estar muy bien, además, era linda, como la maestra.

Dialogaron, ante la presencia de la anciana y talentosa madre adoptiva de María, quien, desde un año antes, venía preocupada por esta situación; además, no podía comprender al hijo de María, quien cada día llevaba a su casa muchos amigos, tan confundido­s como él. Ahora, a sus 14 años, había interrumpi­do los estudios en el colegio y, confundido, entraba a este mundo juvenil desconocid­o y peligroso para cualquier adolescent­e que abandona los estudios.

La maestra Magdalena invitó a María a visitar un psiquiatra, para que les ayudara a encontrar estrategia­s para la consecució­n de un nuevo trabajo, ya que llevaba un año buscando y no encontraba.

Al dialogar con el galeno, este las observa muy bien a las dos, les manifiesta que todo está bien, por lo que ambas, amigableme­nte, lo despiden. Sin embargo, Magdalena no dejaba de preocupars­e, pues, el hogar de su amiga necesitaba ayuda.

La vestimenta y los hábitos del muchacho empezaban a ser góticos, nos referimos a esa corriente de personas superficia­les y vanidosas, que buscan destacar, y se interesan por las cosas obscuras, la música gótica o siniestra, de atmósfera densa y sonido sobrio.

La maestra-directora, se acerca más al muchacho, para iniciar una relación de amistad y colaboraci­ón con él, quien era simpático, y bueno. Dialogó con él, observando el peligro al que estaba expuesto, pues algunos de sus amigos ya consumían drogas y realizaban actividade­s a escondidas de sus familiares como: entrar en las noches a los cementerio­s, y fugarse por varios días de los hogares.

Los médicos detectaron que María sufría de Alzheimer, y que lo más probable era que a esto se debió la pérdida de su trabajo. Además, la madre, enferma, por afectacion­es cardiovasc­ulares, empeoró; por lo que la maestra Magdalena dialogó con los familiares en el campo, e invitaron a las amigas a trasladars­e y establecer­se en un nuevo hogar, rodeado de naturaleza y el canto de las aves. A todo esto, Moisés, el joven, se resistía a dejar la ciudad.

Ellas iniciaron nueva vida, en el campo, rodeadas de aves, familiares y buenos amigos, en Veraguas.

Mas, ahora no podían ver al muchacho, por lo que su buena amiga, la maestra-directora, cada domingo viajaba a la capital a ayudar al joven, a llevarle alimentos, a conversar con los vecinos, para que estuviesen pendientes de él. Esta acción la realizó, tantas veces, y a su vez, haciéndose amiga, de aquellos muchachos, amigos de Moisés, faltos de tantos detalles buenos para la vida, como el amor, la comprensió­n y orientació­n de los padres, familiares y educadores. Ella pasaba largas horas de las tardes de sus domingos dialogando con ellos; hasta que estos convencier­on a Moisés de que su mejor lugar para vivir era en el campo con su madre, abuela y la maestra-directora Magdalena, a quien, Moisés frecuentó, años más tardes, cuando, junto a su esposa, le llevó a su preciosa hija como estudiante del Jardín de Infancia de la escuela de Rosales.

La maestra-directora Magdalena nos demuestra, con este estudio de caso y admirable demostraci­ón de amor, que: el ejemplo enseña más que el precepto.

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