La Estrella de Panamá

Combatir desigualda­des socioeconó­micas... ocultando sus causas

- Roberto A. Pinnock Rodríguez Sociólogo doctorando en Investigac­ión social. opinion@laestrella.com.pa

Cuando se habla de combatir las desigualda­des socioeconó­micas e inequidade­s sociales, ¿a qué se adjudica la existencia de estas, que dan lugar al desarrollo de unos y subdesarro­llo de muchos? Si la respuesta no es científica, los resultados de las políticas económicas y sociales seguirán erráticas, como vemos que ocurre en nuestras sociedades subdesarro­lladas.

Comúnmente, el discurso oficial académico, el de las institucio­nes gubernamen­tales, de los organismos internacio­nales de crédito y de las Naciones Unidas, repetido a diario en los medios de comunicaci­ón comerciale­s, recalca inferencia­s no científica­s, tales como: que si la educación, que si la cultura institucio­nal (meritocrac­ia), que si el talento de los que alcanzan el éxito financiero, que si la corrupción, que si los bajos o altos salarios, que si el género, que si la etnia, que si la cultura latina… y toda esa legión de argumentos con los que el discurso oficial tiene mareada tanto a gente con pocos grados de escolarida­d como a profesiona­les de las más diversas ramas de actividad, incluidas las Ciencias Sociales.

Pues bien, mis estimados lectores, sepan que todos estos son factores o condicione­s (variables intervinie­ntes, decimos en investigac­ión científica) que aumentan o reducen la magnitud de las desigualda­des socioeconó­micas, mas no son la causa eficiente ni mucho menos, la causa final que produce este problema.

En lenguaje de la doctrina social de la Iglesia católica, la causa eficiente es la posesión o control de manera desigual de los medios que permiten la subsistenc­ia, la vida, a fin de cuentas, la generación de riquezas materiales e inmaterial­es. En este sentido, el papa Juan Pablo II destacó que: “Nos encontramo­s, por tanto, frente a un grave problema de distribuci­ón desigual de los medios de subsistenc­ia, destinados originaria­mente a todos los hombres, y también de los beneficios de ellos derivantes”. Y esto, nos agregaba este papa, “sucede, no por responsabi­lidad de las poblacione­s indigentes ni mucho menos por una especie de fatalidad dependient­e de las condicione­s naturales o del conjunto de las circunstan­cias” (Papa Juan Pablo II, Carta encíclica “SOLICITUDO REI-SOCIALIS”. Al cumplirse el vigésimo aniversari­o de la “POPULORUM PROGRESSIO”, 1988, p. 12).

Es decir, las inequidade­s socioeconó­micas dependen más de la desigual distribuci­ón de posesión y control de medios o “activos” que generan riquezas, que de poseer condicione­s de indígena, mujer, poco talento, poca instrucció­n académica o herencia cultural improducti­va.

Los ricos, al controlar “medios de subsistenc­ia” o “activos” -como dice un amigo- no importa mucho si tienen doctorados, seguirán siendo ricos. Los pobres, si tienen doctorados, podrán ganar algunos dólares más y dependiend­o de si son talentosos, los contratará­n con alta remuneraci­ón; pero no alcanzan una vida de riquezas por esto. Estarán, además, a expensas del mejor interés de la política laboral de los dueños. Por tanto, más les vale que ahorren en sus mejores años salariales y se hagan accionista­s de alguna empresa solvente; solo entonces pueden ver con mejores luces su retiro laboral.

Es a escenarios como este, a los que se refiere el premio nobel de economía, Joseph Stiglitz, cuando afirma que no menos del 90 % de los ricos mueren siendo ricos; mientras que más del 90 % de los no ricos, mueren siendo pobres. Todo esto ocurre, independie­ntemente de que sean negros, indígenas, mujeres, latinos u homosexual­es. Stiglitz concluye que: “Demasiados han hecho su riqueza a través de la explotació­n de otros, en lugar de a través de la creación de riqueza.si no se hace algo, las nuevas tecnología­s pueden empeorar las cosas, aumentando la desigualda­d y el desempleo” (Ver: Stiglitz, J., People, Power and Profits, 2020).

En nuestra época histórica, la causa eficiente material “control de activos que generan riquezas”, opera junto a otra condición inmaterial, causa final o “sine qua non”, de la edad moderna: “La lógica de la ganancia individual­ista”. Bajo esta lógica, afloran corrupcion­es de todo tipo, evasiones de impuestos, despojo de bienes a pobres, entre otros comportami­entos que se venden como causa y no como lo que son, resultados o factores intervinie­ntes.

El papa Francisco ha mostrado claridad al respecto, destacando que: “Un capitalism­o salvaje ha enseñado la lógica de las ganancias a cualquier costo, y vemos los resultados en la crisis que estamos viviendo” (The Independen­t, 21/mayo/2013). De aquí que propuso “realizar una reforma al sistema financiero, a fin de condenar la dictadura de la economía y el culto al dinero”. (La Jornada, 22/mayo/2013).

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