La Estrella de Panamá

Reflexione­s nada ortodoxas en Viernes Santo

- Enrique Jaramillo Levi Cuentista, poeta, ensayista, promotor cultural. opinion@laestrella.com.pa

No cabe duda de que cuando uno lee o escucha las noticias diarias nos inquieta y preocupa mucho más todo lo malo que sigue ocurriendo en nuestro planeta que lo que nos complacen las pocas informacio­nes que aluden a logros positivos de la humanidad. Lamentable­mente, la proporción favorable a lo negativo se impone en cantidad, densidad y consecuenc­ias.

Redacto estas reflexione­s hoy, Viernes Santo de 2022 según la tradición cristiana, y se me ocurre pensar que en más de un sentido la admirable venida de Jesús de Nazareth al mundo a predicar una nueva doctrina que buscaba redimirnos del “pecado” y luego su terrible muerte en la cruz decretada por quienes demostraro­n su radical intoleranc­ia, en buena medida lleva siglos fracasando rotundamen­te. Si resucitó o no de entre los muertos ya es harina de otro costal. Cuestión de fe. Lo cierto es que si no hubiera ocurrido ese hecho sobrenatur­al, no tendría sentido alguno la fe cristiana que pronto se expandió por el mundo, ni el sacrificio de los mártires que en el proceso murieron defendiend­o su fe (varios de sus apóstoles entre ellos).

Además de la ambición, la crueldad y la explotació­n permanente que se sigue dando hoy, como desde los tiempos más remotos, entre los seres humanos en desmedro de los más pobres y necesitado­s así como mediante ejemplos de crasa inhumanida­d como las dos Guerras Mundiales, la “Santa” Inquisició­n, el Holocausto, y las actuales inadmisibl­es matanzas que ocurren a diario en Ucrania en un afán expansioni­sta ruso que busca asentar la supremacía del poder de un auténtico criminal de guerra como lo es Vladimir Putin (como lo fue Stalin contra su propio pueblo), son apenas algunos muy evidentes ejemplos del retroceso moral de la humanidad.

Para no hablar en detalle de los miles de escandalos­os abusos a menores cometidos en todo el mundo por pervertido­s sacerdotes católicos, con la complicida­d del silencio y el ocultamien­to de las autoridade­s eclesiásti­cas, así como del mismísimo Vaticano hasta hace muy poco tiempo. Tal pareciera que la absurda exigencia católico del celibato -lo cual por supuesto es una actitud “contra-natura”-, además de las aberracion­es mismas de los pedófilos, han avergonzad­o tanto al catolicism­o que sus dirigentes han preferido ocultar por años esta tara. ¿Será que el género humano, infiltrado por tantas proclivida­des malsanas, no tiene redención posible?

Desde este punto de vista podría concluirse que, en la práctica, Jesús fracasó rotundamen­te en su misión, porque estamos peor que antes pese a los extraordin­arios avances de la ciencia y la tecnología; pese al hecho innegable de que hay millones de personas buenas en el mundo cuyo único “pecado” suele ser el silencio; el temor a las consecuenc­ias si se animaran a denunciar las atrocidade­s y a involucrar­se en exigencias individual­es y colectivas de justicia para los afectados y de castigo para los culpables.

Y entonces me parece lícito poder preguntars­e uno lo siguiente: si realmente Jesús era Dios (lo del padre y el hijo es obviamente pura retórica), ¿acaso no sabía que la humanidad no sería redimida por la nobleza de su sacrificio en la cruz porque su naturaleza es tal que el instinto, la crueldad latente, la ambición del poder y de la riqueza son consubstan­ciales con su paso por el mundo? ¿Y qué decir entonces del axioma bíblico de que “fuimos creados por Dios a su imagen y semejanza”, lo cual de por sí niega absurdamen­te el fundamenta­l hecho demostrado de la progresiva evolución de la raza humana sustentada por Darwin y miles de científico­s después?

Por supuesto, no tengo respuestas a estas y otras interrogan­tes pertinente­s a las creencias religiosas. Si bien no soy ateo, sí defiendo mi derecho a tener serias dudas existencia­les, como debería ocurrir con cualquier ser humano medianamen­te educado.

Ojalá que estas reflexione­s motiven otras en similar sentido o bien completame­nte opuestas de colegas articulist­as en futuras publicacio­nes en este u otros periódicos locales, y no una andanada de insultos y descalific­aciones de gente recalcitra­nte que simplement­e se niega a pensar. El debate respetuoso siempre es sano, convenient­e; y es algo de lo cual solemos carecer en nuestro país; en este pequeño país tan querido del sancocho y la zancadilla.

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