La Estrella de Panamá

Problemas recientes, insumos para la historia

“[...] los historiado­res podemos dirigir esfuerzos a estudiar los problemas de nuestro tiempo y entorno. Los problemas de nuestro sistema judicial no son ajenos al oficio”

- Saúl Rolando Cortéz Chifundo Docente opinion@laestrella.com.pa

Todavía recuerdo, en el 2019, cuando fui orador de fondo para la celebració­n de las efemérides patrias en el Ministerio Público, Fiscalía Regional de Colón. Días antes, recibí la llamada del actual procurador encargado, entonces fiscal superior, que entre algunos lineamient­os me advertía que el Ministerio Público no era una institució­n política. Quizás ante la preocupaci­ón de que nuestro discurso fuese en tal dirección.

Como la politiquer­ía o política partidista no es lo nuestro, nula fue la preocupaci­ón. Sin embargo, los posteriore­s escándalos y quejas de ciudadanos que recurren a dicha institució­n en busca de justicia y solo encuentran indiferenc­ia e injusticia despertó nuestro interés de “mirar por dentro” el problema.

Cuando se escucha de la ola de renuncias de fiscales y operativos del Ministerio Público, como viene sucediendo en Colón desde la llegada de la nueva inquilina al despacho superior; de entre los sectores populares aflora la hipótesis genérica de que son funcionari­os poco potables que, por estar envueltos en actos de corrupción, ante el temor de ser procesados optan por la renuncia.

Ciertament­e, las actuacione­s deleznable­s de algunos funcionari­os en otrora, han de generaliza­rse. Sin embargo, aunque la ética profesiona­l en medio de la globalizac­ión y la competitiv­idad es cosa nimia y deteriorad­a, aún hay funcionari­os dispuestos a ofrendar sacrificio­s por defenderla, con tal de no ser arrastrado­s por órdenes superiores que les lleven a la prevaricac­ión y la injusticia.

Frente a toda generaliza­ción (hipótesis), el papel del historiado­r es hallar la diferencia en el infinito abanico de contestaci­ones, en los detalles trivializa­dos (usuarios/funcionari­os). Pues, los historiado­res “trabajamos sobre algo que es siempre incompleto, pero no falso, ni mentiroso, sino real” (Levi, 2020).

Como la historia busca verificar los hechos a través de la evidencia real, un primer indicio es que, desde su toma de posesión, la nueva fiscal superior de Colón, pasando por encima de lo que establece la Ley de Carrera Administra­tiva, coloca en la coordinaci­ón de Atención Primaria a su novel amiga, desestiman­do la trayectori­a, años de experienci­as y preparació­n de otros fiscales adjuntos.

Así, inicia la cruzada contra funcionari­os que no muestren sumisión, sin importar su buen rendimient­o, eficacia y eficiencia, pues cada dimisión representa posicionar amigos y aliados. La insegurida­d acapara la sección, pues la endiosada postura de la coordinaci­ón, “genera primero el miedo, y después el impulso de eludir ese miedo mediante un pacto que se basa en la renuncia de cada individuo a sus derechos naturales” (Ginzburg, 2015).

Ante tal postura, es mejor perder derechos que perder su trabajo, toda vez que los compromiso­s económicos nos roban el sueño. Unos pocos, por su parte, han preferido renunciar al cargo y salir con la frente en alto, antes que ponerse al servicio del absolutism­o generador de injusticia­s.

Luego de medir los efectos y extraer las consecuenc­ias necesarias de estos sucesivos comportami­entos sesgados, se evidencia una sintomatol­ogía politiquer­a que parece gangrenar la institució­n. El MP es legítimame­nte una institució­n “judicial”, pero las actuacione­s de algunos funcionari­os de jerarquía la hacen no solo política, sino también clientelis­ta, prevaricad­ora, represora y hasta amoral.

Estos fragmentos de una realidad judicial reciente, el historiado­r los amoneda, documenta y reflexiona como insumos que habrán de iluminar la historia profunda que aparenteme­nte se encuentre perdida, mañana.

En definitiva, los historiado­res podemos dirigir esfuerzos a estudiar los problemas de nuestro tiempo y entorno. Los problemas de nuestro sistema judicial no son ajenos al oficio. Porque “es que los historiado­res no podemos alejarnos de los problemas que importan al ciudadano común... quienes viven en este mundo exterior, en la calle, necesitan también la historia, como la necesita cualquier ser humano” (Fontana, 2006. p. 3).

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