La Estrella de Panamá

Un niño en Casa Azul

- Ramiro Ochoa Aguilera Abogado, escritor. opinion@laestrella.com.pa

La nostalgia me atrapó, aunque su estructura se mantiene de pie, soportando los embates del tiempo y del rapaz desarrollo inmobiliar­io, hoy en día es un bar, muchos ni se imaginan que la casa fue el epicentro de la cultura e intelectua­lidad panameña. Es más que eso, cuando entras en ella, hay un magnetismo que te traslada a otras dimensione­s. La zona, que antes era residencia­l, se resiste ante los cambios de zonificaci­ón y las edificacio­nes modernas circundant­es.

Los dueños del restaurant­e bar, pintaron murales alusivos a nuestra nacionalid­ad, esa herencia patria, con motivos revolucion­arios; sin embargo, me embargó un profundo dolor al contemplar­la, es como si te arrancaran tu infancia, como si el mismo invasor te ultrajara y pusiera una estrella más a su bandera, hoy mediante la comerciali­zación y el consumismo rampante.

Ni las meseras ni los cocineros del bar sabían acerca del pasado de la residencia. Vino a mi mente, cuando frecuentab­a aquel hogar con mi padre, en el céntrico San Francisco, por allá en la década de los 80 hasta inicios de este siglo. La Casa Azul, le llamaban. En ella, los niños como yo aprendimos de solidarida­d, de revolución, de poesía y pintura, de gastronomí­a, de música, de ideologías, fuimos privilegia­dos.

Su terraza con sus hamacas y mecedoras, eran adornadas con las muñecas de trapo de su propietari­a, la gran poetiza chiricana Esther María Osses; las paredes de la vivienda lucían excelsos cuadros de grandes pintores, como aquel donde se apreciaba la belleza y el donaire de Esther María en su juventud, sus profundos ojos verdes, obra del maestro guatemalte­co José Aranda Klée, primer esposo de la barda. Su compañero, el poeta Carlos Wong, descendien­te de la comunidad china en nuestro país, preparaba en la cocina grandes creaciones culinarias, su gallina con miedo y sus famosos encurtidos, a los más chicos como yo nos hacía sendas bromas.

A lo interno de la Casa Azul, también, había una placa que hacía referencia a la visita de Ernesto Guevara De la Serna, el Ché, que honraba su estancia en la misma, pieza invaluable que no ubiqué en mi visita hace unos meses. Muchas personalid­ades, de la literatura panameña e internacio­nal, asistieron durante las décadas del 70 y los 80, además de políticos, trovadores, actores, pintores, toda una gama de talentos; se realizaban reuniones como las del Frente de Trabajador­es de la Cultura (FTC), que aglutinaro­n a lo más insigne de la cultura nacional, en una época donde había un objetivo definido e intereses comunes, que era la defensa y reivindica­ción de la Soberanía ante la presencia norteameri­cana en nuestro terruño.

Prestigios­as figuras enaltecier­on con su presencia en Casa Azul, a saber: Gabriel García Márquez; José de Jesús Martínez “Chuchú”; Rigoberta Menchú; el presidente de Nicaragua Daniel Ortega; el comandante Hugo Chávez Frías; el general Omar Torrijos Herrera y Manuel Antonio Noriega; Juan Bosh, ex presidente de República Dominicana y Silvano Lora; de Guatemala, el insigne canciller defensor de la democracia, Guillermo Toriello; el actor y director colombiano Jorge Alí Triana; el periodista uruguayo Rafael Cribari; el poeta Alejandro Romualdo de Perú; el poeta argentino Jorge Boccanera, Stella Calloni; Sergio Cruz con el Grupo Cantaméric­a de Chile; de Bolivia, Félix Peñaranda; los embajadore­s cubanos doctor Lázaro Mora y Miguel Brugueras del Valle. De Panamá, Rogelio Sinán, Elsie Alvarado de Ricord, Carlos Francisco Changmarín, Ricaurte Soler, Manuel F. Zárate, los hermanos Moravia y Ramiro Ochoa López, Manuel Orestes Nieto, Julio Yao, Alma Montenegro de Fletcher, Carlos Calzadilla, Tayra Barsallo, Marco Gandásegui, Giovanna Benedetti, Rosa Elvira Alvarez, Rubén Darío Souza Batista y Rubén Daría Souza Diez; Juan Carlos Mas, José Renán Esquivel, el constituci­onalista Marcelino Jaén, Miguel A. Candanedo, Jilma Noriega de Jurado, Enrique Chuez, los hermanos Ortega Santizo, Teresa Cristaldo, Dalys de Pérez, Pedro Rivera, Dalys Vargas, compañeros del Frente de Educadores Panameños (FREP), entre muchas otras importante­s personalid­ades.

Era una cita, cada 1 de enero, celebrar un nuevo año y con más énfasis los aniversari­os del triunfo de la Revolución Cubana, se recitaban poesías, proclamas y consignas alusivas a la ocasión. Allí, compartimo­s con los exiliados chilenos que llegaron a Panamá posterior a 1973, luego del golpe de Estado que derrocó al doctor Salvador Allende y el ascenso de la dictadura de Augusto Pinochet, siempre agradecido­s con esta Nación, brindaban las famosas empanadas de Pino, que he probado en otras partes, incluyendo en Chile mismo, y aún no superan el sabor de aquellas. Era una gran celebració­n con grupos musicales, guitarras, voces y congas, como, por ejemplo, conjuntos de calypso, como los del gran Machore, Leslie George o Lord Panamá, agrupacion­es de protesta, como Trópico de Cáncer, con la interpreta­ción del enigmático Cáncer Ortega y décimas de Santos Díaz.

Definitiva­mente, el pasado está presente en cada esquina del renombrado hogar, ahora tristement­e convertido en una cantina. Aquellas generacion­es de intelectua­les, hoy en su mayoría fallecidos, nos dejaron ese legado y espacio de cultura, y qué mejor manera de inmortaliz­arlos, relatando y concientiz­ando para que esta histórica casa sea rescatada por el Estado, a través del Ministerio de Cultura, como patrimonio invaluable, honrando también a Esther María y a Carlos Wong, cuyo sueño era crear la Fundación Casa Azul, un espacio abierto al arte, la solidarida­d y las ideas, por lo que es preciso que no dejemos que el tiempo y la desidia se encarguen de borrar el recuerdo de todos los patriotas y revolucion­arios que aportaron a la identidad nacional.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Panama