La Estrella de Panamá

El bicentenar­io de Pichincha y el Trienio Liberal

“Las políticas del Trienio que pueden ser resumidas en: cumplimien­to de la Constituci­ón, conciliaci­ón, pacificaci­ón y diplomacia (Meza, 2007), fracasaron”

- Jorge Raffo Embajador colaborado­res@laestrella.com.pa

“El Trienio Liberal (acontecido en España entre 1820 y 1823) tuvo entre sus objetivos la implantaci­ón de la Constituci­ón Política de la Monarquía Española, sancionada en Cádiz en 1812, e incidió en la redefinici­ón de las relaciones de la Metrópoli con sus posesiones ultramarin­as, en virtud de que el nuevo gobierno procuró evitar el desenlace previsible de una emancipaci­ón generaliza­da, planteando una nueva política conciliado­ra, sustitutiv­a de la militar represiva, caracterís­tica del absolutism­o de Fernando VII. (Meza, 2007; Breña, 2006; Chust, 2003; Anna, 1986).

Se trataba de una visión ilusa “[...] y desconoced­ora del rumbo indetenibl­e de la emancipaci­ón en América” (Broseta, citado por Gil Novales, 2001; Chust, 2003) y que no tomaba en cuenta lo exhausta que estaba la población de Hispanoamé­rica después de diez años de continuos levantamie­ntos y luchas por la independen­cia, que ya no poseía recursos y era consciente de las dificultad­es que conllevaba la alianza con cualquiera de los bandos en liza.

De otro lado, los seguidores de la Corona no eran un grupo monolítico. Uno de los objetivos estipulado­s en la Constituci­ón, “[...] era la división e independen­cia de los mandos políticos y militares, que en una situación de guerra intensa (como la experiment­ada en todos los territorio­s sudamerica­nos) tenía uno de sus retos más importante­s, porque (se produjeron) disensione­s dentro del propio bando realista (entre autoridade­s del Cabildo y el ejército español, entre ‘fidelistas o absolutist­as’ y ‘constituci­onalistas’)” (Meza, 2007) ya que la necesidad permanente de abrir campaña obligaba a mantener unidas ambas jurisdicci­ones. Así, las constantes victorias de Bolívar en Venezuela llevaron a las autoridade­s realistas a unificar los mandos en desmedro de los dispositiv­os constituci­onales (febrero 1821). Era la contradicc­ión lógica entre una Constituci­ón hecha para la paz, pero que debía operar en tiempos de guerra.

Paralelame­nte el Trienio liberal impulsó la convocator­ia a Cortes con la participac­ión de delegados americanos debiendo destacarse los discursos del caraqueño Felipe Fermín Paúl que buscó convencer a los liberales españoles sobre la necesidad del reconocimi­ento de la emancipaci­ón para mutuo beneficio (García, 1871, citado por Meza 2007). Los líderes patriotas (Bolívar al norte del continente, y, San Martín, al sur) observaron las ventajas militares de la renuencia del liberalism­o para enviar más tropas a América (Blanco & Azpurúa, 1979) y vieron en ello una oportunida­d para plantear el reconocimi­ento de la independen­cia como requisito para poder iniciar negociacio­nes de paz. Era claro que el discurso de los liberales españoles no caló porque los liberales hispanoame­ricanos –gracias a sus triunfos militares– habían neutraliza­do lo que la Constituci­ón gaditana pretendía de las antiguas posesiones españolas. Llevados por su idealismo, Del Riego y sus seguidores no leyeron los nuevos tiempos que el republican­ismo generaba en América.

“Las políticas del Trienio que pueden ser resumidas en: cumplimien­to de la Constituci­ón, conciliaci­ón, pacificaci­ón y diplomacia” (Meza, 2007) fracasaron, dejando como única vía de solución la opción militar.

La expresión militar de esta contienda ideológica con el republican­ismo fue la batalla de Pichincha, cuyo bicentenar­io acontecerá en breves días, en la que Bolívar consolidó su hegemonía sobre los antiguos territorio­s de Nueva Granada, Venezuela y la Audiencia de Quito, y cuya estampa más representa­tiva es el inigualabl­e sacrificio del jovencísim­o Abdón Calderón del batallón ‘Yaguachi’. Un dato revelador es que en la oficialida­d de ambos ejércitos se registraba­n admiradore­s de la Constituci­ón de Cádiz. Si bien el caso español fue dramático porque dividió las conviccion­es y la moral de sus jefes militares entre ‘fidelistas’ (a Fernando VII) y ‘constituci­onalistas’ impactando negativame­nte en el mando de las tropas; el de los patriotas mantuvo una cierta línea de respeto al liderazgo de Bolívar y de tolerancia hacia quienes venerasen la Constituci­ón de Cádiz siempre que no se cruzase el umbral de la acción. A este grupo pertenecie­ron, por ejemplo, Thomas Jackson, coronel napoleónic­o irlandés que peleó en Pichincha. Debido a sus ideas liberales no puede volver a Europa y se quedó en Jamaica.

Adolfo Klinger, alsaciano napoleónic­o de origen judío, “aparece como uno de los firmantes de la independen­cia de Ecuador, en Cuenca, en 1820” (Andrade, 1909, citado por Jurado, 1991) que luego de la batalla de Pichincha es ascendido a capitán “y comandante de los 83 hombres de la compañía de artillería de la división peruana” (Puigmail, 2013) que peleó en ese histórico encuentro. Se naturaliza ecuatorian­o en 1840, pero rechazó su filiación liberal lo que le granjeó numerosos enemigos.

En este recuento merece ser mencionado Víctor Amédée Ferrero, oficial napoleónic­o turinés, que, si bien no peleó en Pichincha, se destacó por otro hecho: izó, el 11 de marzo de 1821, la bandera tricolor carbonara (negra, roja y azul) gritando, “¡Viva la Constituci­ón de España, viva la independen­cia de Italia!” en la plaza San Salvario del Piamonte (Galli, 1828, citado por Puigmail 2013). Derrotada la revolución liberal en ambos territorio­s decide viajar al Perú y, el 19 de agosto de 1824, “se encuentra con Simón Bolívar quien lo acoge en su ejército” (Puigmail, 2013). Durante los siguientes dos años Ferrero se destacará como autor de textos políticos liberales.

La inexorable decisión del teniente coronel Rafael del Riego, aquel 1 de enero de 1820 en Las Cabezas de San Juan (Andalucía) en favor de la Constituci­ón de 1812 y el trascenden­tal impediment­o de zarpe de un ejército de 20 mil hombres hacia América, consolidó, sin proponérse­lo, el destino de una Latinoamér­ica políticame­nte independie­nte que acelerará el desarrollo urbano y abrirá nuevas expectativ­as a la burguesía ligada al comercio, la propiedad y las profesione­s liberales que, al inicio de su vida republican­a, estará constreñid­a por los rigores del caudillism­o militar.

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