Hepatitis aguda de causa incierta en niños
Cerca de 500 casos pediátricos de hepatitis aguda de causa desconocida han sido reportados por una treintena de países, después de investigaciones prospectivas y retrospectivas realizadas desde octubre 2021 hasta la fecha actual. Se han descartado los microbios etiológicos habituales (virus de hepatitis A, B, C, D y E, herpesvirus, virus Epstein- Barr, enterovirus y citomegalovirus) y los trastornos metabólicos o tóxicos asociados a esta condición. El adenovirus, concretamente el tipo F41, ha sido identificado en alrededor del 70-75% de los afectados, mientras que la infección concomitante por el SARS-COV-2 ha sido corroborada en menos de un 20%. La vasta mayoría de pacientes está en edad inferior a los 10 años, particularmente por debajo de 6 años. Un total de 34 (7%) ha requerido trasplante hepático, debido a la evolución fulminante de la inflamación, mientras que ya se han contabilizado 14 muertes. Los casos de hepatitis no aparentan tener vinculación comunitaria compatible con brotes contagiosos ni con químicos ambientales o medicamentos.
Varias hipótesis se han formulado para intentar explicar esta novel hepatitis. La primera se relaciona con una susceptibilidad anormal al adenovirus, debido a la drástica reducción en su circulación por las rigurosas medidas restrictivas de la pandemia (confinamientos, distanciamientos físicos, mascarillas, lavados de manos, cierres escolares), fenómeno que disminuyó la exposición natural de los niños a los microbios comunes de la infancia. Los niños han vivido en una especie de burbuja estéril por alrededor de 2 años en muchas partes del mundo. Numerosos científicos piensan que, para robustecer el sistema inmune y tener un mejor repertorio de respuestas endógenas protectoras, los pequeños deben enfrentar una gran variedad de patógenos potenciales en sus primeros años de vida (teoría de la higiene). Otra plausible explicación es que los niños hayan padecido covid en el pasado, de manera inadvertida o leve, infección que provocó un desbalance o debilitamiento inmunológico, incrementando su vulnerabilidad al adenovirus. Tampoco se descarta que la hepatitis sea una secuela de la infección por el SARS-COV-2 (covid prolongado, activación de superantígenos por remanentes del coronavirus o síndrome inflamatorio sistémico post-infeccioso), quizá parecida a la patogénesis detrás del aumento observado de diabetes en esta población. Estudios recientes de seroprevalencia, conducidos en Estados Unidos y en otros países, revelan que más del 70% de los niños ha sufrido covid previamente. Una cuarta alternativa es que estemos viviendo una epidemia de infecciones por adenovirus y que la hepatitis sea apenas una pequeña fracción de la enfermedad hepática que ocurre esporádicamente con esta infección viral.
El diagnóstico presuntivo se basa en la presencia de manifestaciones clínicas de hepatitis (ictericia o color amarillo de piel y escleras, náuseas y vómitos, heces pálidas, orina oscura, dolor abdominal, prurito cutáneo, letargia o fiebre), elevación del valor normal de las transaminasas (>500-5000 U/L) y la ausencia de causas tradicionales de inflamación hepática. Dos casos han sido diagnosticados en el Hospital del Niño de Panamá, ambos de 2 años, afortunadamente con buen curso evolutivo. La documentación local fue lograda por la destreza y acuciosidad clínica de los médicos jóvenes y pediatras de mi institución, avalada por el laboratorio y posteriormente confirmada por el Instituto Gorgas. Es importante enfatizar que no existe relación alguna con la vacunación contra el covid ni con ninguna otra inmunización infantil. Muy por el contrario, resulta imprescindible que los niños sean vacunados contra el SARS-COV-2 por si se demuestra eventualmente que la inflamación hepática sea parte de las consecuencias a mediano-largo plazo del coronavirus pandémico. Mientras tanto, una plétora de investigaciones está en marcha a nivel global para aclarar, con precisión, el origen de esta hepatitis y poder así formular las recomendaciones preventivas y terapéuticas correspondientes.
Debemos aprender a convivir con los múltiples microbios de nuestro entorno y seguir las evidencias científicas que se vayan generando para poder superar los frecuentes obstáculos que encontramos en el camino. Lo hemos hecho durante los 150 mil años de existencia del Homo sapiens y lo seguiremos haciendo por siempre. Es una cuestión de adaptación, resiliencia y supervivencia de la especie. Los seres humanos somos insignificantes en el mundo cósmico, por más que nos creamos los entes superiores del vasto universo. Espero que la pandemia nos haya enseñado sobre nuestra gran fragilidad biológica y que solamente en unión solidaria podremos vencer los continuos retos que enfrentamos cotidianamente. Cada uno de nosotros, con humildad, receptividad, prepotencia o estolidez, crea su propio destino. A la naturaleza poco le importa quién resulte victorioso. Bajémonos de la arrogante nube…