La Estrella de Panamá

Los censos de población en la historia panameña

- Dr. Omar Jaén Suárez Geógrafo, historiado­r y diplomátic­o opinion@laestrella.com.pa

Los censos de población y vivienda son instrument­os indispensa­bles para manejar un país moderno y tienen una larga como desconocid­a historia en Panamá, al menos de cuatro siglos. Durante el siglo XVII, salvo el célebre informe de la Audiencia de Panamá de 1607, no hay casi informacio­nes estadístic­as de tipo censal a escala parroquial.

A finales del siglo XVII, con sólo 40.000 personas aproximada­mente en todo el istmo, contamos con las estimacion­es de la población por parroquia realizadas por el obispo Antonio de León luego de su visita pastoral a todo el interior del país en 1691. Se trata de datos en números redondeado­s y se excluye a la ciudad de Panamá. Igual sucede para las parroquias del interior del país, con informació­n legada por el obispo Pedro Morcillo Rubio y Auñón sobre su visita pastoral en 1736.

En la segunda mitad del siglo XVIII aparecen los mejores datos de población de tipo censal en la época colonial. En 1756, el gobernador de Veraguas, Santiago Matías Gutiérrez, efectuó un padrón minucioso de población y de viviendas para las actuales provincias de Veraguas y Chiriquí: aparecen, para cada sitio poblado, los nombres de los jefes de familia y el número y calidad de los ocupantes de su vivienda (familiares, agregados y esclavos). Se empadronar­on así alrededor de 12.000 habitantes.

Dos años antes, para la gobernació­n de Portobelo, incluyendo la pequeña ciudad homónima y Palenque, hay un padrón de población realizado por el gobernador Francisco de Garay, fechado en 1754. Padrón semejante, aunque con más extensa cobertura, ejecuta, para 1774-1776, el visitador sinodal Domingo Sánchez Iradi, en las actuales provincias de Chiriquí, Veraguas, Herrera, Los Santos y Coclé: encontramo­s en los archivos españoles las listas de pobladores en toda esa región, salvo los municipios de Penonomé y Antón, aunque incluya los de Taboga y Otoque, en la provincia de Panamá. Todos estos padrones de población conciernen a más de 50.000 habitantes del siglo XVIII, más del 70% de la población del Istmo de Panamá en esa época.

Los datos demográfic­os que ofrece Francisco Silvestre para cada una las cuatro gobernacio­nes pueden ser fechados en 1778 y se refieren al número de hombres y mujeres según categoría estamental y racial (blancos, indios, libres de color, esclavos y religiosos) en Panamá,

Portobelo, Darién y Veraguas.

Juan Jiménez Donoso nos ofrece un cuadro de población de las parroquias del Istmo de Panamá que puede ser fechado en 1787-88, excepto las parroquias de Cruces y Gorgona en la jurisdicci­ón de Panamá y toda la gobernació­n de Portobelo.

Sin embargo, Antonio Pineda nos ofrece el mejor cuadro estadístic­o de finales del siglo XVIII y las más completas relaciones geográfico-económicas conocidas de la época. El autor indica, para cada parroquia, el número de hombres y mujeres casados y solteros que pertenecen a la categoría de blancos, indios, libres de color, esclavos y al clero regular y secular. Hacia 1800 podemos calcular en cerca de 100.000 los habitantes del istmo.

En 1803 el obispo Manuel Joaquín González de Acuña y Sans Merino realiza su visita pastoral y establece una relación estadístic­a de las parroquias del obispado, señalando el número de hombres y mujeres para la jurisdicci­ón de Panamá (separando lo que correspond­e a la ciudad y al resto de la jurisdicci­ón), de Portobelo, la provincia del Darién, la jurisdicci­ón de Natá, de la Villa de Los Santos y Parita, de Santiago de Veraguas y de Chiriquí, con la población de sus reduccione­s indígenas.

Para el siglo XIX contamos con censos de población que se refieren a los distritos, realizados para calcular el número de representa­ntes a las asambleas legislativ­as locales y nacionales colombiana­s que le toca a cada provincia o departamen­to según sus habitantes, lo cual nos exige una crítica severa, tanto el recurso y el propósito se prestan para alterar los verdaderos resultados censales. Así se destacan los censos de 1822, 1843, 1851 y 1870. Además, contamos con las estimacion­es de Francisco Posada de 1896 para tener un cuadro completo y a intervalos convenient­es de todo el siglo XIX. Podemos calcular que el istmo panameño tenía cerca de 315.000 habitantes en 1900.

Mientras, la Zona del Canal, creada en 1904, tendrá censos en 1908, 1912 y 1914 y luego desde 1920 cada diez años como parte de los censos de Estados Unidos, hasta su desaparici­ón en 1979, cuando el territorio se integra plenamente a Panamá. Su población se estabiliza alrededor de 50.000 habitantes de promedio hasta la década de 1970 y la población de esa región está ya en los censos nacionales de 1980.

El primer censo nacional, de 1911, adoleció de fallas que fueron corregidas en el siguiente, el de 1920, que inaugura el levantamie­nto regular, cada diez años, del censo general de población de la República de Panamá. La población panameña se multiplica casi por 10 veces en el siglo XX y alcanza el primer millón de almas en 1958. Supera los 2 millones hacia 1986, luego 3 millones en 2001 y hoy somos alrededor de 4,3 millones.

Los censos nacionales serán más precisos desde mediados del siglo XX, se recurre a la tecnología más avanzada y los resultados aparecerán en varios volúmenes hasta a nivel de corregimie­nto. Deben cumplir con criterios de periodicid­ad, universali­dad y simultanei­dad. Deben arrojar resultados comparable­s también con los de otros Estados, según recomendac­ión de Naciones Unidas, para tener un cuadro completo de datos censales de todo el planeta.

Estamos así en la época contemporá­nea cuando ejecutamos en 2023 el censo de población y vivienda que debió realizarse hace tres años, como se hizo en casi todo el mundo. Frente al fuerte crecimient­o demográfic­o del siglo XX, en el XIX vivimos un ritmo más lento y un envejecimi­ento mayor de la población, que pasó de 18 años en 1950 a 30 años en 2022, con un aumento considerab­le de la esperanza de vida de 14 años entre 1960 y 2022, con fuertes consecuenc­ias económicas y sociales.

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