Envejecimiento Saludable en las agendas políticas
Iniciando el tercer año de la Década del Envejecimiento Saludable 2021-2030 los invito a analizar las cuatro áreas de intervención consignadas en el documento como necesarias para alcanzar un envejecimiento saludable en Panamá construyendo una sociedad para todas las edades.
Para nosotros el momento tiene especial importancia por cuanto que entramos en un año preelectoral y la sociedad espera que los políticos incluyan en sus promesas y agendas, planes para mejorar la vida de las 600,000 personas mayores de 60 años que habitan en Panamá, con un ligero predominio de las abuelas (53%) sobre los abuelos (47%), lo cual es muy bueno, porque ellas son las depositarias de los valores y principios que necesitamos recuperar.
La inmensa mayoría de nuestros adultos mayores mantiene todas sus habilidades personales y sociales, y aspira a seguir envejeciendo de forma saludable y productiva, aprovechando las oportunidades disponibles y contribuyendo al desarrollo del país. Y no lo olviden, las personas mayores van —como es su costumbre— a ejercer su derecho a voto en el 2024. Premiando a quien demuestre su sinceridad y compromiso y castigando a los encantadores de serpientes que intenten seducirlos con los mismos discursos de siempre.
En ese sentido, le dedico el resto de esta glosa a hacerles un recordatorio a nuestros políticos para que incluyan en sus ofertas de campaña, y luego en sus planes de gobierno, el cumplimiento con las cuatro áreas de acción para alcanzar el envejecimiento saludable en Panamá. Se trata de un imperativo, como nos lo recordó nuestro arzobispo, al subrayar que, “el aumento de la esperanza de vida no es una amenaza, sino una riqueza que debemos asumirla y aprovecharla para garantizarles a estos hombres y mujeres que han dado su vida en la construcción de nuestra sociedad una vida digna y saludable”.
Lo primero es cambiar la forma en que pensamos, sentimos y actuamos hacia la edad y el envejecimiento. Es un asunto relevante en nuestro terruño, donde es frecuente el juega vivo, la arrogancia, la superficialidad y parece haberse perdido el respeto por las canas, como lo demuestran las penurias que pasan a diario las personas de la tercera edad, las cuales son objeto de menosprecio, agresiones verbales, falta de cordialidad, consideración y respeto solo lucir una cabellera blanca.
Para ayudar a enfrentar la discriminación contra la edad que afecta a las personas de todas las edades, pero tiene efectos particularmente perjudiciales en la salud y el bienestar de las personas mayores, la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) adoptó en junio de 2015 la Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos Humanos de las Personas de Edad. La Convención aboga específicamente por la importancia de garantizar que los adultos mayores reciban: independencia y autonomía, consentimiento informado en la materia de salud, reconocimiento igualitario ante la ley, seguridad social, accesibilidad y movilidad personal, entre muchos otros derechos humanos fundamentales.
Los panameños estamos debatiendo desde hace dos años el proyecto de Ley 585 que adopta en todas sus partes esta Convención. Es la hora de que nuestros diputados se pongan las pilas y aprueben esta importante legislación.
No menos importante es asegurar que las comunidades fomenten las capacidades de las personas mayores. No será nada fácil, pues, nuestras principales ciudades no son amigables con las personas mayores. Para ello, invito a los candidatos a proponer la creación de servicios y estructuras físicas más inclusivas, que se ajusten activamente a las necesidades de su población, contribuyendo a mejorar la calidad de vida de esta cuando envejece.
Otro gran pendiente es el desarrollo de un modelo de atención basado en la Atención Primaria de Salud, que garantice la oferta de atención integrada centrada en la persona, y servicios de salud que respondan a las necesidades de las personas mayores. En este sentido, la integración de los sectores sanitario y social en un enfoque centrado en las personas es clave para lograr una mejor atención a los adultos mayores.
Finalmente, está la obligación de implementar políticas de protección social en los ámbitos de las pensiones, que garanticen seguridad de ingresos, calidad de vida y esperanza de vida saludable; así como los cuidados de larga duración que hagan falta.
Sobre los cuidados de larga duración, las posibilidades de alcanzar estos beneficios no son iguales para todas nuestras personas mayores en todo el territorio nacional. Aunque hemos avanzado en los últimos años, estamos lejos de alcanzar la cobertura universal de salud integral para todos; contamos con muy pocos servicios públicos dedicados a ofrecer cuidados de larga duración para los ancianos y la gran mayoría enfrenta graves dificultades financieras, que comprometen la calidad de la atención que reciben las personas.
Como si fuera poco, nuestro sistema de pensiones enfrenta una crisis sin precedentes, que amenaza con dejar sin protección a todas las personas mayores que hoy gozan de una jubilación que, dicho sea de paso, no es suficiente para sobrevivir con dignidad. No me cabe duda de que la promesa de rescatar nuestro fondo de pensiones estará en todas las ofertas de campaña. No pueden fallarnos de nuevo.