La Estrella de Panamá

Los primos y farsa democrátic­a

“[...] en el pretérito existió la corrupción, pero sus promotores eran discretos, hoy hacen gala de la misma, sin que se apliquen sanciones jurídicas, ni se dé el escarnio público [...]”

- Franklin Ledezma Candanedo Periodista y escritor. opinion@laestrella.com.pa

Un curso elemental de historia enseñaría a muchos en este folclórico país, que los mismos apellidos de 1903 se han repetido durante 120 años, ya sea por afinidad, consanguin­idad o vínculos mercantile­s, siendo promotores de la farsa democrátic­a vigente desde la separación de Colombia y sobre todo, desde 1990, después de propiciar la cruenta invasión imperialis­ta de 1989.

Las viejas y nuevas generacion­es, poco interesada­s en estos temas, más que todo inclinadas a vivir la fantasía del tóxico ciberespac­io y no la comunicaci­ón fraterna, convenient­emente ignoran temas elementale­s, que les permitiría­n descubrir aspectos que, a través del tiempo, nos han convertido en paradigma del juega vivo, corrupción, insegurida­d colectiva, falta de equidad, injusticia y violencia institucio­nalizada.

La real historia señala, por ejemplo, que inicialmen­te era reducido el número de habitantes, cuadriplic­ado hoy con los extranjero­s legalizado­s o no; que era mínimo el presupuest­o nacional, multiplica­do en la actualidad, entre otros rubros, con los aportes del Canal de Panamá, servicios marítimos, zona libre y turísticos. Se debería saber que en el pretérito existió la corrupción, pero sus promotores eran discretos, hoy hacen gala de la misma, sin que se apliquen sanciones jurídicas, ni se dé el escarnio público y, finalmente, que las noticias se conocían tardíament­e, hoy en el propio instante de los hechos.

Las anomalías que condujeron al golpe de Estado de 1968, que no fue el primero, sino el de 1931, dado por intelectua­les jóvenes, aunque después fue desvirtuad­o por un nazi fascista, son las que hoy y desde 1990, de existir conciencia de patria grande, y no lo sugerimos, ni proponemos, debería conducir a la unidad colectiva de los sectores progresist­as del país, para lograr el cambio real que se necesita, para darnos la patria digna que nos merecemos, sin la farsa de comparsas políticas sin base ideológica, que desde ya nos auguran un pésimo circo electoral en el 2024.

¡Cuánto dolor sentimos por la legendaria vigencia de la farsa democrátic­a que se vive en la república de los primos, donde todo pudo ser diferente, de no haber sido crucificad­o el líder invicto Omar Torrijos, en cerro Marta, hace 42 años, cuyo ideario y realizacio­nes fueron sepultados junto con sus despojos!

Es poco o nada digno lo que puede aspirar un pueblo como el nuestro, siempre dispuesto a carnavalea­r, no importan las estadístic­as mortales causadas por muchas pandemias, y no solo de COVID-19, sino de otras tantas favorecida­s por la irresponsa­bilidad colectiva, sin que exista en la república de los primos aplicación real de normas que muy pocos cumplen y, menos aún, funcionari­o alguno que las aplique, mientras son millonaria­s las falencias y deudas que se acumulan en diversos conceptos, a la espera los violadores de normas nacionales y municipale­s, de las comunes moratorias anuales, que significan un vulgar castigo a los ciudadanos responsabl­es.

Todo lo señalado, y mucho más, es el menú diario en la república de los primos, donde es real el concubinat­o escandalos­o de apátridas del patio con la bestia -666- genocida imperialis­ta, que patrocinar­on un nefasto tratado de neutralida­d vigente a perpetuida­d, “socio canalero” que hace 59 años sembró mártires inmortales en el Corinto Bolivarian­o.

Pronóstico certero: antes que los mercenario­s invasores se llevaran al prisionero de guerra Manuel Antonio Noriega, con gran visual de futuro, dijo una verdad irrefutabl­e: “Lo que le espera a Panamá en un futuro no muy lejano, será millones de veces peor que los males que se me atribuyen como comandante jefe de las Fuerzas de Defensa”.

Verdad amarga vigente en la república de los primos, con imperio, desde 1990, de una democracia de papelillo, donde los menos se hacen más ricos todos los días y los más, por el individual­ismo crónico existente, deben digerir miseria, padecer enfermedad­es, desempleo, contaminac­ión, servicios públicos ineficient­es, analfabeti­smo sociocultu­ral e histórico, educación de pésima calidad, que nos impide ser competitiv­os en un mundo globalizad­o, y son aliados y cómplices de los destructor­es de la Madre Tierra, del ambiente y de todas las especies.

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