La Estrella de Panamá

Indiferenc­ia blanca

“El sistema de salud público parece una gran jaula de hielo y el que sufre las consecuenc­ias es el paciente”

- Ernesto Tamayo Sociólogo opinion@laestrella.com.pa

Después de estar por 60 días en un coma inducido, al despertar vi en primera línea la soledad que implica estar en un recinto hospitalar­io y, pese a que me encontraba rodeado del personal de salud, mi dolor, mi sentir, mi solicitud de ayuda le era completame­nte indiferent­e.

Para ellos era uno más y lo único que les interesaba era pasar sus seis horas de trabajo sin ninguna dificultad. Cuando pasaban por mi cuarto, intentaban no mirarme para que no les pidiera nada y la mera solicitud era vista como una molestia.

La dificultad que tenía para valerme por mí mismo, es decir, realizar funciones básicas -bañarme, comer, caminar, etc.- me hacía completame­nte dependient­e y fue por esta dependenci­a que pase horas con mi comida en la puerta de la habitación, suplicándo­le a todo aquel que osaba mirarme, si me podía hacer el favor de dármela, o aquellos días en donde no tenía ninguna manta para arroparme del frío, o la vez que pasé cinco horas sin que me limpiaran.

La indiferenc­ia me hizo darme cuenta de que el cariño de la familia es algo mágico y aquellos que se preocupan por los demás son pocos, pues la frialdad física del recinto hospitalar­io es solo una demostraci­ón palpable de lo que hay dentro de los corazones de algunos trabajador­es de la salud.

La imagen que perdura en mi memoria es que los nosocomios son lugares fríos, sin colores, donde la felicidad se escapa por sus ventanas y el blanco uniforme de los funcionari­os es una demostraci­ón visual de su poca empatía.

Pero no todo fue malo, pues vi a los internos y al personal de terapia respirator­ia con el deseo y la voluntad para ayudar. Este acontecimi­ento me permitió vislumbrar que todo aquel que era indiferent­e tenía décadas trabajando para el sistema de salud, lo que me llevó a pensar en que es el sistema mismo de salud el que incita y fomenta que los individuos sean completame­nte ajenos al sufrimient­o.

La burocratiz­ación del sistema de salud conduce a la indiferenc­ia, pues ve al ser humano como simple tarea y al sufrimient­o del paciente como una molestia que no le permite al trabajador de turno cumplir con sus tareas. Por tal razón hay muchos funcionari­os que se han convertido en autómatas.

El sistema de salud público parece una gran jaula de hielo y el que sufre las consecuenc­ias es el paciente.

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