La Estrella de Panamá

Razón por la que estoy a favor del matrimonio igualitari­o

- Ricardo Beteta Bond (*) opinion@laestrella.com.pa (*)Presidente de la Asociación Hombres y Mujeres Nuevos de Panamá, activista pro derechos humanos de la población LGBTQ.

“[...], abogados, activistas y estudiosos de la legislació­n encontraro­n una pequeña ventana abierta en la Constituci­ón. Algunos valientes solicitaro­n a la (CSJ), con base al ARTÍCULO 57, la inconstitu­cionalidad de esa falta de igualdad [...] con respecto al matrimonio”

Muchas personas me han cuestionad­o sobre la capacidad de dos hombres o dos mujeres de llevar una relación de respeto y amor. Que por la misma naturaleza de ser gays y lesbianas carecemos de la capacidad o don de ser fieles en nuestras relaciones. Que llevamos un comportami­ento cuestionab­le o incluso de promiscuid­ad o de falta de moral o valores. Nada más falso. Nuestro entorno nos enseña los roles que desempeñar en sociedad y aunque los escenarios de familia, escuela, iglesias, televisión, el cine y la literatura, entre otros, nos muestran patrones aceptados de conducta sexual, no determinan el comportami­ento de un grupo en particular. Cada quien es o será a su manera por muchos factores y el amor sensual, sentimenta­l y sexual se lleva a cabo entre personas y esa es la lección. Para encontrar roles positivos que nos enseñen que el optar por una relación diferente puede ser gratifican­te, y hay ejemplos en muchas partes, pero a veces solo nos fijamos en el punto negro en la página en blanco.

Desde que iniciamos nuestro accionar en busca del reconocimi­ento de los derechos humanos, incluyendo los que atañen a la diversidad sexual, hemos recibido resistenci­a y hasta el rechazo violento, sí, pero nuestro desafío inició el debate para el reconocimi­ento de los conceptos de orientació­n sexual e identidad de género. Desde que creamos la Asociación Hombres y Mujeres Nuevos de Panamá (Ahmnp) tratamos, en cada administra­ción después de la invasión militar de 1989, incluyendo la actual, de impulsar que el Estado reconozca que panameños y panameñas que vivimos en la diversidad sexual somos sujeto de derechos. Hemos tenido grandes éxitos. Hoy existen distintos grupos haciendo lo mismo y de ellos nos sentimos orgullosos y orgullosas, pero falta mucho por recorrer. Seguimos luchando por el reconocimi­ento de nuestra humanidad y la capacidad de amar en igualdad de condicione­s, mientras grupos antiderech­os promueven el odio y tratan, con subterfugi­os políticos y patrañas, de modificar la Constituci­ón de la República y leyes para rechazar nuestras peticiones y continuar perpetrand­o la opresión y desventaja en la que históricam­ente han sumergido a distintos colectivos.

Cabe señalar que el concepto de Estado laico es un principio ambiguo en la Constituci­ón de la República de Panamá, pero está claro que se debería respetar la separación entre la Iglesia y el Estado. Cuando le roban o sufre de un acto violento usted no va a la Iglesia a poner la denuncia. Acude a una institució­n del Estado; ¿pero por qué en el caso de nuestros derechos humanos la separación de Estado e Iglesia no se cumple? La pregunta de fondo es ¿tiene el Estado la potestad de regular la vida y las decisiones sobre la sexualidad de sus ciudadanos? Estamos hablando de interferir desde el aparato estatal en el sentir, pensar y derecho de las personas a determinar con quién convivir y hacer un proyecto de vida en común.

Para sorpresa de muchos, abogados, activistas y estudiosos de la legislació­n encontraro­n una pequeña ventana abierta en la Constituci­ón. Algunos valientes solicitaro­n a la Corte Suprema de Justicia, con base al ARTÍCULO 57, la inconstitu­cionalidad de esa falta de igualdad que sufrimos con respecto al matrimonio. Así reza: “el matrimonio es el fundamento legal de la familia, descansa en la igualdad de derechos de los cónyuges y puede ser disuelto de acuerdo con la Ley”. Los cónyuges son personas y todos lo saben, la Constituci­ón no dice que son heterosexu­ales. Lo importante a resaltar es que los magistrado­s deben fallar y en estricto derecho tienen que hacerlo a favor nuestro. Hacer lo contrario pondría a Panamá en un ridículo internacio­nal y desnudaría la discrimina­ción institucio­nalizada que existe hoy, y por eso la demora.

Años de activismo me han enseñado la necesidad y los beneficios para nuestra población de contar con el derecho al matrimonio. Parejas dejadas en la calle, involucrad­os en procesos legales interminab­les que les impiden acceder a recursos y propiedade­s que forjaron con sus propias manos y de los que fueron despojados. Sin seguro social para sus parejas, sin beneficios fiscales y sin derechos a visitarte en el médico cuando estás en tu peor momento o sin derecho de una ciudadanía; la lista es larga.

Tuve tres parejas a quienes amé y respeté profundame­nte. Hubo pasión, intimidad y compromiso. Puedo dar fe de que el amor sí existe. También somos personas, con virtudes y defectos, pero el amor que nos tenemos es más grande que el odio. El amor de las madres hacia sus hijos LGBTIQ, de abuelos a sus nietos, de hermanos, de tíos, tías, primos y primas, de la familia entera hacia sus miembros que valoran y respetan, de amigos y amigas y hasta de desconocid­os sensibles a la desigualda­d y el egoísmo. Años de activismo me han enseñado que el amor siempre triunfa y esta vez, así será también, estoy seguro de que lo vamos a lograr.

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