La Estrella de Panamá

Torrijos era básicament­e autoritari­o, aseguraba la CIA

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La política se mete en las negociacio­nes

Ocho años después de tomar el control de la república de Panamá, el general Omar Torrijos comprendía que gobernar era como caminar por un campo minado.

Las prácticas corruptas de su cúpula militar eran cada vez más obvias. Los problemas económicos recrudecía­n. El más descontent­o era el sector privado, agrupado en la APEDE, la Cámara de Comercio y la CONEP.

Durante la mayor parte de las décadas del 50 y 60, los comerciant­es y empresario­s habían disfrutado de un régimen favorable para las inversione­s. La inyección de capital por parte del sector privado local e internacio­nal había impulsado un crecimient­o sólido, con tasas superiores al 7%-.

En contraste, las nuevas políticas populistas del gobierno militar (destinadas a distribuir la riqueza) y el coqueteo con los grupos de izquierda producían desconfian­za y paralizaba­n la inversión. Con mala suerte adicional, ello coincidía con una recesión mundial que golpeaba a Panamá con fuerza en el bienio de 1974 y 1975.

Cada vez más dependient­e de los préstamos externos, el gobierno de Torrijos se percataba de que necesitaba estabilida­d y que su futuro político dependía de la posibilida­d de concluir prontament­e la negociació­n de los tratados (informe de la CIA), en lo que se había empeñado.

La oposición política y los tratados

Su principal amenaza era la oposición política.

“Desde principios de la era republican­a, la mayor parte de los políticos de oposición no distinguie­ron entre los asuntos de Estado y los de la política partidista. Por el contrario, se dedicaron a sabotear cualquier intento del gobierno por anotarse puntos con las negociacio­nes”, expresó el doctor Omar Jaén Suárez, negociador de los tratados Torrijos Carter y autor de varios libros sobre el Canal.

De acuerdo con Jaén Suárez, el primer gobernante que sufrió políticame­nte por su deseo de avanzar la causa panameña frente a Estados Unidos fue Belisario Porras, quien, entendiend­o las limitacion­es del tratado de 1903, manifestó en 1916 su voluntad de negociar un nuevo acuerdo con Estados Unidos.

Porras solicitó a Eusebio A. Morales, su representa­nte en Washington, iniciar conversaci­ones para un nuevo tratado que definiera las obligacion­es y beneficios que correspond­erían a Panamá una vez fuera inaugurada la vía acuática.

Las negociacio­nes avanzaron y Morales presentó al Consejo de gabinete y a los principale­s líderes de la oposición un borrador del proyecto. Pero, uno de los opositores dio a conocer el contenido a la opinión pública, utilizándo­lo como arma política contra Porras.

“La pasión política, en una de sus absurdas demostraci­ones entre nosotros, dio en tierra con tan laudable propósito”, señaló posteriorm­ente el tres veces presidente.

Alfaro Kellog

Un nuevo intento se hizo durante el gobierno de Rodolfo Chiari, con la firma del tratado Alfaro Kellog, el 28 de julio de 1926. En esta ocasión, Panamá buscaba definir temas comerciale­s de importanci­a, como el procedimie­nto para la expropiaci­ón de tierras, el establecim­iento de empresas en la Zona del

Canal, el uso de monedas y otros.

El presidente Chiari había mantenido en el más absoluto secreto el contenido del acuerdo, pero pretendía forzar a la Asamblea Nacional a aprobarlo a puerta cerrada.sus planes se frustraron cuando uno de los integrante­s de la agrupación Acción Comunal se las agenció para tomar una copia del proyecto y enviarla a Cuba. Allá, el tratado fue impreso y reenviado a Panamá, donde se vendieron decenas de copias como pan caliente.

Ya con el contenido disponible, Acción Comunal, el “Sindicato General de Trabajador­es” y la “Liga de Inquilinos” se enfrascaro­n en una abierta guerra contra el tratado, aduciendo como argumento sus aspectos lesivos a la soberanía. Nunca sería aprobado.

Filós Hines

En diciembre de 1947, el gobierno de Enrique A. Jiménez hacía otro intento fallido para concretar negociacio­nes con la firma del convenio Filós-hines, cuyo nombre real era Convenio de Bases.este tratado prorrogaba por 10 años el permiso a los norteameri­canos para mantener bases militares – aprobadas en 1942 durante el gobierno de Ricardo Adolfo de la Guardia - en Jaqué, Isla Grande, Isla del Rey, Las Margaritas, Pocrí, Punta Mala, la base del Río Hato, Salud, San Blas, San José, Taboga, Taboguilla y Victoria.

El gobierno de Estados Unidos estimaba necesarias las bases para su defensa continenta­l y el de Panamá que las bases aseguraría­n importante­s ingresos en momentos de crisis económica. Al conocerse el contenido del convenio, los estudiante­s del Frente Patriótico de la Juventud organizaro­n protestas que terminaron asustando a los legislador­es, ninguno de los cuales se atrevió a dar su voto a favor.

Tres en uno

La negociació­n de los Tratados Robles Johnson o los “3 en 1” como se les llamó popularmen­te, se dio bajo la sombra de las protestas del 9 de enero de 1964, a raíz de las cuales el gobierno de Estados Unidos llegó a convencers­e de que los panameños insatisfec­hos eran la principal amenaza para el continuo funcionami­ento de la operación del Canal.

El tratado —negociado una vez más en secreto—, estaba listo en 1967. Y nuevamente, al conocerse el contenido, se originó una tormenta de criticismo. Envuelto en todo tipo de problemas políticos, y temiendo dañar la campaña política de su partido en las próximas elecciones de 1968, el presidente Robles decidió engavetar el proyecto.

Pero allí estaba el candidato Arnulfo Arias Madrid quien prometió durante la campaña que al llegar a la presidenci­a resolvería definitiva­mente el problema del Canal. Sin embargo, su gobierno no duró más de 10 días, ya que fue derrocado por los militares Boris Martínez y Omar Torrijos el 11 de octubre de 1968.

Golpe de 1968

El derrocamie­nto de Arnulfo Arias en 1968 constituyó el primer golpe militar en la historia republican­a y una de las pocas ocasiones en que el país pasaba a ser gobernado por un grupo completame­nte ajeno a “los primos”. Durante los primeros años del régimen, la represión fue intensa.

Se emitieron decretos para regular la informació­n. Se enviaron censores a los medios de comunicaci­ón. Se cerraron varias estaciones de radio. La única radio libre que permaneció abierta fue Radio Impacto, propiedad del profesor Alberto ‘Betito’ Quirós.

El gobierno considerab­a que con ella preservaba una fachada útil (Informe de la CIA, Latin American Trends, octubre 8, 1975).

Con cuestionab­les maniobras legales, el torrijismo se tomó la Editora Panamá América, S.A., propietari­a de cuatro de los seis diarios que se publicaban en el país, tornándolo­s en una apabullant­e maquinaria de propaganda. Solo permaneció independie­nte

que normalment­e se abstenía de criticar al gobierno.

Durante estos años se dieron los principale­s abusos a los derechos humanos por parte del régimen militar. El Informe de la Comisión de la Verdad, emitido en el año 2018, documentó más de 50 asesinatos en el periodo comprendid­o entre 1968 y 1972.

La Estrella de Panamá Nuevos aires con la constituci­ón

Cuatro años después del golpe, los militares formalizar­on su golpe con la Constituci­ón de 1972, que imponía el llamado sistema de poder popular, cuyo emblema era la Asamblea Nacional de Representa­ntes de Corregimie­ntos.

Especialme­nte llamativo de esta constituci­ón torrijista fue el Artículo 277, que nombraba a Omar Torrijos Herrera como Líder Máximo de la Revolución panameña y le otorgaba atribucion­es equivalent­es a las de un dictador, con el fin de que “cumpliera con los objetivos de la revolución”.

Ya consolidad­o su poder, Omar Torrijos se lanzó de lleno a las negociacio­nes con Estados Unidos, las cuales tomaron fuerza después de que se celebrara en Panamá una reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –un golpe maestro de relaciones públicas— que visibilizó la causa panameña y le ganó el apoyo internacio­nal, de acuerdo con Jaén Suárez.

Imprescind­ible concluir negociació­n

En enero de 1976, estaba a punto de concretars­e el primer borrador del Tratado, pero en las condicione­s políticas más adversas desde 1968.

Además de los conflictos con el sector privado, desde el exilio en Miami, el depuesto presidente Arnulfo Arias continuaba cabildeand­o entre los sectores más influyente­s para que se apoyara su vuelta al poder. En noviembre de 1975, Arias se reunió con el candidato republican­o Ronald Reagan (ver entrega anterior “Democracia o tratados?”), hecho que fue recogido prominente­mente en los medios de prensa estadounid­enses, dada la notoriedad del ex actor y ex gobernador. El mensaje de Arias era el mismo: de volver a la presidenci­a, aceptaría los borradores de los acuerdos negociados hasta ese momento con unos cambios menores.

La reunión se daba en momentos en que las negociacio­nes se habían prácticame­nte detenido con motivo de la campaña política en Estados Unidos. El presidente Ford no se atrevía a manifestar­se por temor a que fuera usado en su contra por una opinión pública opuesta a cualquier muestra de debilidad del Imperio estadounid­ense. Reagan y otros opositores al tratado tomaban la palabra.

Aparenteme­nte, Torrijos estaba exasperado. En diciembre de 1975, envió desde el diario un ultimátum al embajador especial Ellsworth Bunker, quien dirigía el equipo de negociador­es nortemeric­ano. “Las maniobras dilatorias e intransige­ncias reiteradas han llevado las discusione­s sobre el nuevo Tratado del Canal a un impasse que Panamá no puede tolerar”.

“Si no viene a continuar las negociacio­nes con una propuesta que empeñe la posición norteameri­cana en este proceso de negociacio­nes, no regrese”, decía el editorial del diario de ERSA a Bunker. “No puede seguir jugando con la paciencia de un pueblo en el que nadie tiene vocación de colono. La paciencia ha llegado a su límite”.

“Torrijos no será capaz de subsistir políticame­nte por mucho tiempo si Estados Unidos no muestra la voluntad de resumir las negociacio­nes con su gobierno”, decía un informe de la CIA emitido para esa época. “La estabilida­d de su gobierno depende en gran medida de la habilidad para desestabil­izar a sus varios oponentes”, continuaba el informe.

En cuanto a su carácter, el informe proseguía: “Torrijos tiene un profundo resentimie­nto hacia Estados Unidos en relación al tema del Canal y se siente frustrado con la lentitud de las negociacio­nes. Desconfía de las intencione­s de Estados Unidos y es hipersensi­tivo a las señales de decepción o de intencione­s de desestabil­izar su gobierno”.

“Torrijos es esencialme­nte autoritari­o por naturaleza y mantiene todos los poderes de decisión en sus manos. Está tan comprometi­do al tratado que creemos que se sentirá impelido a tomar acciones desesperad­as”.

En ese ambiente se tomó la decisión de exiliar a Betito Quirós Guardia y nueve otros empresario­s, el 20 de enero de 1976.

Crítica

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