‘La ley normal de los errores’, un homenaje a los cuadros robados del nazismo
El artista Raphael Denis pide al expectador hacer el esfuerzo de representación mental e imaginarse las obras, cosa que debieron hacer los coleccionistas judíos que no tenían imágenes de sus cuadros expoliados
Veinticinco años después del Consenso de Washington, que ayudó a devolver a los judíos obras de arte expoliadas por los nazis, la casa de subastas Christie’s expone “Loi normale des erreurs” (Ley normal de los errores), del artista Raphaël Denis, una metamorfosis de los cuadros robados durante el III Reich.
El trabajo se centra en “una forma inédita de la historia del arte, debido a esa pesadilla que pasa a dar demasiada penumbra, y que parte de imágenes y de detalles de todas las obras que fueron expoliadas a los judíos en Francia”, explica a el artista parisino.
Los cuadros, láminas negras con marcos de madera, se amontonan contra las paredes de la sala y en ellos solo se muestran un código de números y letras, correspondiente a la obra expoliada, o el nombre del coleccionista que poseía la pintura. Pegado detrás de cada uno, aparece una ficha con la obra y la documentación relacionada con ella.
“La idea era hacer resurgir las obras del pasado, dotarlas de algo palpable”, cuenta el artista, que comenzó su trabajo en 2014.
Se presenta como un “muro de estelas destinado a honrar la memoria de los perseguidos” durante el Holocausto, relata Denis, que intenta “encarnar” en estas obras a los coleccionistas y marchantes de arte que las poseyeron.
“Podemos vivir con la idea
EFE
de una obra de arte”, resalta Denis, que pide al visitante hacer “el esfuerzo de representación mental, de imaginar el Matisse”, ejemplifica.
Un esfuerzo que ya hicieron los coleccionistas judíos tras la II Guerra Mundial, explica el artista, pues muchos no tenían ninguna imagen de las pinturas perdidas y “durante años vivieron con el recuerdo del cuadro”, pensando en su composición, representación y dimensiones, detalles que luego servirían para su restitución.
Algunos durante este periodo se dedicaron a proteger sus obras de arte, entre ellos Paul Rosenberg, marchante que se dedicó a esconder cientos de pinturas en las localidades francesas de Tours, Le Castel y en el Banco Nacional de Libourne, donde alquiló una caja fuerte (la número 7) para guardar 167 cuadros de pequeño tamaño.
Denis recupera la idea de la caja fuerte en una recreación de ese “Coffre nº7”, expuesto sobre un mural compuesto por fotografías de las cientos de obras escondidas por la familia Rosenberg.
El desarrollo de “Loi normale des erreurs” implicó un intenso trabajo de investigación que permitió a Denis “identificar un cuadro que no había sido restituido y, gracias a mi pugnacidad, conseguí encontrar la pista del cuadro, que está en Alemania en este momento” y será pronto devuelto a su legínimo dueño.
La exposición se mantendrá en Christie’s hasta el 10 de febrero, dentro del programa de actividades en Francia y el extranjero para rememorar el trabajo del Consenso de Washington por la restitución del arte expoliado.
La exposición se mantendrá en Christie’s hasta el 10 de febrero, dentro del programa de actividades en Francia y el extranjero para rememorar el trabajo del Consenso de Washington por la restitución del arte expoliado”.
La gran fiesta de la cervecería artesanal se reanuda en 2023 con la novena edición del Micro Brew Fest, que se llevará a cabo el 10 y 11 de febrero en el Parque de Los Lagos en Ciudad del saber. Para la ocasión se ofrecerán más de 250 cervezas, la gran mayoría de ellas, de cervecerías locales.
“Por parte de la de la propia organización, estamos muy motivados, lo hemos estado desde el principio y claro que la pausa que tuvimos nos generó algo de sorpresa y nervios, pero hoy pro hoy estamos muy entusiasmados. Claro que hay algo de expectativa porque luego de dos años de no realizar algo, pues retomarlo genera algo de incertidumbre, pero agradecidos por la respuesta de la gente”, dijo Ricardo ‘Richo’ Fernández, organizador del festival, en entrevista a La Estrella de Panamá.
Y es que el público ha mostrado su entusiasmo ante el anuncio del festival. “La gente está muy dispuesta a ir, las cervecerías están súper emocionadas, motivadas con el festival”. Este entusiasmo es muy evidente en los expositores, que tienen una gran oportunidad en el evento de dar a conocer sus productos directamente al público consumidor, generar un vínculo importante.
“Hay una emoción tremenda”, reconoce Fernández, tanto patrocinadores, como expositores y público han mostrado su entusiasmo.
“Realmente esperamos que ese entusiasmo se contagie a todos los eventos que se van a realizar porque ha sido mucha gente la afectada por la pausa que hemos tenido que hacer . Esperamos que todos los eventos puedan seguir existiendo”, agrega.
Un festival muy local
Este año, a diferencia de versiones anteriores, en que se ha destacado la presencia de productos importados, la estrella del festival es el producto local. “Siempre hemos tratado de que exista pero este año no hemos tenido la necesidad de buscar tanto afuera”, comenta Fernández. Y esto se debe a la creciente cantidad y calidad de las cervezas locales. “Estamos satisfechos con la oferta local que tenemos, sabemos que ha mejorado muchísimo, así que será un festival muy local, con una cervecería de afuera”. Otra cualidad que mantiene el festival es que el producto que se ofrece es absolutamente fresco porque la oferta es 100% de barril. “Es un producto que los distribuidores usualmente no tienen facilidad de movilizar, tendrían que hacer para ello pedidos especiales así que eso también influyó en que la oferta fuera mucho más local. Las cervecerías locales están mucho más preparadas y robustas”, indicó el organizador.
Participarán unos 38 stands con más de 250 diferentes cervezas. “Nuestro objetivo siempre fue continuar con el festival que hubiésemos hecho en 2020. No podemos volvernos locos haciendo crecer el festival. Hubo una pausa y vamos a retomarlo donde lo dejamos. Veamos cómo esa pausa nos beneficia para brindarle al consumidor una experiencia súper agradable, con todos las medidas de bioseguridad que hay que tener, con esta nueva normalidad y teniendo el mejor festival que podamos tener”, detalló.
Además de los stands de las cervecerías, se suma una oferta de 14 restaurantes, el área VIP de Mástercard y un parque para las mascotas.
Sobre los pedidos a los restaurantes, se ha procurado incluir un elemento tecnológico que permita hacer pedidos y poder retirarlos sin necesidad de hacer fila. “Queremos ir de a poco cambiando la experiencia en ese sentido”, detalla Fernández.
“Esta es nuestra novena edición, contando los dos años de pausa, tenemos más de 10 años de experiencia y hemos aprendido mucho”, cuenta. Ciertamente ha habido muchos cambios desde la primera versión del festival en Mi Pueblito Antillano en marzo de 2013. Y con la pandemia también se ha aprendido. “Eso nos ha ayudado a agilizar ciertos aspectos para que la experiencia del usuario sea mucho mejor”.
La experiencia se completa con un hub de negocios que tiene la finalidad de ofrecer a los productores locales la oportunidad de conectar con distribuidores de materia prima de forma personal en una ronda de negocios.
“Cada cervecería tendrá su espacio para conversar con proveedores de malta, de lúpulo, establecer contratos y pedidos incluso de maquinaria. A pesar de tanta digitalización y tecnología, es mejor conversar pues las negociaciones pueden complicarse mucho en un país que no es productor de ninguno de los insumos necesarios”, reflexiona. Para la elaboración de cerveza son necesarios cuatro ingredientes principales: cebada malteada, lúpulo, levaduras y agua. En Panamá, de estos solo se produce el agua.
Una pausa provechosa
Aunque durante los meses de confinamiento debido a las medidas para la contención de la pandemia, representó para los cerveceros panameños una gran limitación en términos de producción y comercialización, esa pausa ha resultado beneficiosa en otros aspectos de la actividad.
“Este tiempo ha hecho que la gente entienda mejor su negocio. Todos hemos tenido que “meter mucha mente para adaptarnos a estos tiempos para lograr nuestros objetivos de negocios. La gente logró adaptarse cambiando dinámicas de venta; gente que no enlataba ni embotellaba empezó a hacerlo, a invertir en equipo o haciendo contratos con personas que tenían maquinaria para empacar. Ayudó a que la industria se movilizara, a que la gente que estaba muy tranquila solo moviendo su producto en un local, tuviese que agilizarse para empacar”, resalta.
Y también ha generado que el producto que se ofrece al día de hoy sea mucho más terminado. “En términos de calidad, se ha crecido. Tuvieron más tiempo para estudiar, para comprender los procesos. Hubo mucho webinar, mucha educación. La gente se volcó a entender su producto y lograr una mejora en calidad”, destaca.
El nivel de calidad de las cervezas artesanales panameños ha subido y de eso dan fe las competencias internacionales en las que los productos panameños han recibido premios y reconocimientos. “La industria ya tiene cierta madurez. Hay cervecerías con laboratorios o que hacen sus consultorías para poder mejorar la calidad de su producto y han buscado diversas formas de diversificar el negocio. Si antes nada más hacías producto empacado, ahora tienes un restaurante. Si antes tenías un brew pub, ahora empacas, o decides elaborar productos por pedidos especiales Esa conversación creativa ha hecho que las cervecerías diversifiquen su cartera de ingresos y entiendan que no solamente el dinero viene en una sola vía”, concreta.
Y es que la pandemia ha dejado una marcada tendencia al consumo local y esto ha afectado la exportación. Pero también se han abierto puertas a la innovación. “Todas las cervecerías al madurar tienen un conocimiento. Ese conocimiento si los trasladas a otras industrias que no lo tienen, te pueden hace ganar ese espacio. El conocimiento es para compartirlo”, está convencido Richo. Y también para diferenciarse y de ello, sacar ventaja.