El futuro de Panamá como epígrafe
“[...] hoy estamos sometidos, como nación, a climas morales nefastos que oscurecen nuestra alma, deteriorando paulatinamente la salud del país”
El futuro es extraño siempre, porque expresa incertidumbre y busca inventarse constantemente, cual lazo que nos une al pasado, dándole así sus dobles significados de purgación y prueba; repaso y dicha; pena y castigo; promesa y expiación.
Además, el futuro contempla el nacer y el morir como caídas en lo desconocido, con muchas ansias de descubrimiento y aprendizaje: tiempo y eternidad, vida y muerte, opuestos que nos desgarran y empujan, desde que nacemos, hacia una misma realidad antagónica.
Por eso el futuro funde creación y destrucción, como si fuese un acto de amor reproductivo entre parejas, que se complementan y oponen a la vez, siendo instrumentos amorosos que se entregan libremente para apaciguar su soledad.
En ese sentido, el futuro es transgresión y desorden, aunque también transformación, al poder transformar no solo vidas individuales, sino toda una sociedad para bien o para mal, metamorfosis con mucho de revelación de la condición humana y su intrínseca soledad.
Este dualismo del futuro acaso tiene su origen en dicha condición humana, porque en sociedad el humano necesita justificar sus apetitos y fines, a veces negando sus instintos más profundos al inventar su conciencia y moral, creando enemistades y combates presentes y futuros.
En esto sobran las consideraciones metafísicas, o sea filosóficas, pues su objeto formal es la idea misma del futuro, con datos de su realidad en el espacio material y temporal que ocupa Panamá.
De allí el dualismo inherente a toda sociedad, expresado en distintas maneras, ideológicas, económicas y políticas, muchas veces sin permitir que los contrarios pacten. Pero la reconciliación entre soledad y comunión; ricos y pobres; libres y sometidos; orden y desorden, exige una respuesta con una visión metafísica del futuro.
Nuestra existencia particular y solitaria se inserta en la historia, brindándonos posibilidades acumuladas que nos llevan a una certeza subjetiva, o, para utilizar las palabras poéticas de T. S. Eliot, “la historia es una ordenación de momentos sin tiempo” (ver parte V de su poema “Little Gidding” de los Cuatro Cuartetos).
Al iniciar este nuevo año, en vista de estas premisas filosóficas ¿qué podemos decir del futuro de Panamá con su interesante laberinto de debilidades y fortalezas?
Muchas de estas ventajas y desventajas son resultado de nuestra geografía, pero, más aún, del desarrollo embrionario nacional, parte de ese ciclo vital de la formación de nuestra nacionalidad panameña; es decir, su evolución y formación en la época de nuestra subyugación y dominación española, colombiana y estadounidense, con su consecuente y asombrosa mezcolanza genética y cultural.
Al forjar nuestro concepto de nación como un proyecto de vida en común, con base a esa historia y sociología embrionaria, vemos una formación ideológica muy ecléctica, suma de sus varios componentes, que mezclan su pasado y presente, como visión del futuro.
Pero ese pasado y futuro son los dos extremos del orden lineal establecido aquí como perspectiva, puesto que ambas dimensiones son el eslabón que nos une al presente y a la comprensión de nuestras realidades sociales y colectivas.
Esa perspectiva nos da el repertorio de pasiones, deseos, afectos y ambiciones que tenemos como panameños, cada cual con énfasis diferentes, a pesar de ser compartidas, haciendo válida la máxima latina “eadem sed alitar” (“las mismas cosas, solo que de otra manera”), que, por fuerza, multiplican nuestros juicios sobre el futuro.
Dicho sin ambages, por esa multiplicidad bastante mediocre de criterios, hoy estamos sometidos, como nación, a climas morales nefastos que oscurecen nuestra alma, deteriorando paulatinamente la salud del país.
Lo curioso es que no intentamos mejorar esta situación, a pesar de que nos favorecen las circunstancias y gozamos de un apetito por un porvenir más deseable, sin corrupción y demás males.
Este año celebramos nuestro aniversario de existencia como República número 120, unidad afectiva que anticipa en el tiempo, ese porvenir aún sin cumplir, gleba fecunda donde podremos cultivar la verdadera y definitiva solución de nuestro futuro.
La Opinión Gráfica