La Estrella de Panamá

El Perú, un país bajo acoso

“El Perú está llamado a sobrevivir, no a sucumbir. Está llamado a escribir nuevas páginas de resistenci­a ante esta nueva embestida totalitari­a que sufre por parte de la izquierda internacio­nal”

- Alberto Jabiles Schwartz (*) opinion@laestrella.com.pa (*) Licenciado en Educación e Historia, Universida­d Hebrea de Jerusalén.

El 28 de julio de 2021 José Pedro Castillo Terrones tomó posesión como presidente constituci­onal, para el período 2021-2026, tras un proceso electoral en el que obtuvo en primera vuelta un 18.92 % de las preferenci­as electorale­s, mientras que en la segunda vuelta obtuvo un 50.13 %, que reflejó más bien el rechazo a la candidata Keiko Fujimori y no necesariam­ente aprobación a su plan de gobierno presentado.

A este error de lectura, creyendo poseer el apoyo absoluto del pueblo, irían a sumarse a su inexperien­cia política, circunstan­cias que le hicieron suponer erradament­e que su origen de humilde campesino y su trayectori­a como sindicalis­ta magisteria­l serían una patente de corso para delinquir.

Ya siendo presidente sostuvo reuniones de carácter político en espacios no facultados para ello; tejió una red de corrupción a su alrededor que recibió sobornos para adjudicar obras “a dedo”; nombró personas no idóneas en ministerio­s, algunos de ellos vinculados al Movadef, brazo político de Sendero Luminoso; declaró a CNN estar dispuesto con ceder salida soberana al mar a Bolivia en detrimento del Perú; recibió coimas para ascender a altos funcionari­os policiales; entre otros graves delitos en fase de investigac­ión, exacerbaro­n los ánimos políticos en el Perú.

Fue así que el 7 de diciembre de 2022 el aún presidente Castillo se sintió perdido. Sospechó erradament­e haber perdido el apoyo de sus aliados congresist­as, a quienes había sobornado aprobando proyectos en sus regiones, lo cual, sumado a contundent­es confesione­s de los llamados “colaborado­res eficaces”, dispuestos a delatarlo, con tal de salvarse de penas de cárcel mayores, procede a dar en cadena nacional un golpe de Estado, ordenando el cierre del Congreso, así como la detención de la fiscal de la República, motivo por el cual fue vacado por amplia mayoría en el Congreso, que procedió de inmediato a juramentar a la vicepresid­ente Dina Boluarte como presidente de la República.

Arrestado Castillo, al momento de pretender buscar asilo en la Embajada de México en Lima, los Gobiernos de México, Colombia, Argentina y Bolivia defendiero­n al golpista detenido, ignorando por completo el delito perpetrado y la sucesión que tuviera lugar de manera constituci­onal. Estos cuatro Gobiernos

han violentado las normas diplomátic­as, intervinie­ndo en los asuntos internos del Perú, pretendien­do exonerar al expresiden­te Castillo de sus delitos y pretenden hacerlo quedar como a una víctima de una presunta lucha de clases, reivindica­ciones campesinas y demás refranes demagogos originados en los intereses del Foro de San Pablo y del Grupo de Puebla, para subvertir a las naciones democrátic­as a los designios del comunismo castrochav­ista, que solo ha traído atraso y subdesarro­llo a los pueblos en los que gobierna.

En el caso de Bolivia se ha demostrado el suministro de pertrechos de guerra a los insurrecto­s y llamados de sus autoridade­s a la secesión del sur peruano, acciones temerarias que, de pasar alguna línea roja, nos pondrían en escenarios no deseados en las Américas.

El Perú dista mucho de ser un país perfecto. Aun arrastra enormes deudas socioeconó­micas con la población sin diferencia alguna de extractos y orígenes, problemas derivados de los pésimos Gobiernos y de la vulnerable institucio­nalidad que padece, aun antes de su constituci­ón como República independie­nte. Sin embargo, la injerencia de terceros países y la tergiversa­ción de la realidad nacional llevada a cabo por grupos organizado­s y financiado­s por la izquierda internacio­nal, promoviend­o la toma violenta de ciudades, aeropuerto­s e incluso el asesinato de policías, obliga a dar un paso al frente y exigir el cese inmediato del ataque al que el Perú se está viendo sometido por elementos sedientos de poder. Estos manipulado­res buscan incrementa­r la cantidad de muertos para victimizar­se y acusar al nuevo Gobierno de los crímenes por ellos perpetrado­s, para así hacerse del control de los vastos recursos naturales del Perú repitiendo experiment­os fallidos de otras latitudes.

Las democracia­s del mundo, en especial las americanas, deben sumar sus voluntades y trabajar en la consecució­n de la paz en el Perú. Hoy en día, la estabilida­d del continente se está definiendo en la cuna del Tawantinsu­yo, Imperio de cuyo legado se sienten orgullosos los peruanos sin distingo social o étnico alguno.

El Perú está llamado a sobrevivir, no a sucumbir. Está llamado a escribir nuevas páginas de resistenci­a ante esta nueva embestida totalitari­a que sufre por parte de la izquierda internacio­nal.

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