La Estrella de Panamá

La tacita de oro

“Hay que detener el derroche y parar el sangramien­to. [...] para lograrlo vamos a necesitar que TODOS los panameños logremos el consenso necesario, depongamos intereses personales o colectivos y trabajemos juntos para salvar a la tacita de oro”

- Juan Luis Correa E. Economista opinion@laestrella.com.pa

Los panameños tenemos fama de ser gente pacífica. Independie­ntemente del tipo de diferencia­s que podríamos tener, al final del camino la mayoría de los temas se resuelven sin tener que llegar a una confrontac­ión fatal. Hay quienes son de la opinión que además, somos conformist­as y, lamentable­mente, podría haber algo de verdad en esa aseveració­n. También somos anarquista­s. El panameño se rehúsa a seguir las reglas y siempre quiere hacer lo que le venga en gana. Para muestra un botón. Nos estacionam­os donde está prohibido, somos poco tolerantes ante los transeúnte­s, cuando el semáforo cambia a luz amarilla, aceleramos. No nos gusta hacer filas y generalmen­te somos muy dados a irrespetar a las autoridade­s. Últimament­e, nos ha dado por experiment­ar y perfeccion­ar el deporte de cerrar las calles para protestar por cualquier cosa. Nos quejamos por todo y de todo. Donde sí tenemos una gran oportunida­d para mejorar es en la calidad y la actitud de la gente que presta servicios, ya sean públicos o privados. Nos hace falta una gran dosis de amabilidad y un trato cariñoso y respetuoso para quienes reciben cualquier tipo de servicio.

A pesar de todo, Panamá es un gran país. Cierto es que tenemos algunas debilidade­s a las cuales tenemos que prestar mucha atención y buscar un consenso nacional para empezar a resolver. Específica­mente me refiero al tema de la educación. Sin un cambio radical en el proceso de enseñanza siempre estaremos con muy bajos niveles de competitiv­idad en el recurso humano, pilar del desarrollo de cualquier país. Pero también debemos y tenemos que atender el problema de la CSS y el abultado déficit en el programa de IVM. Mejorar radicalmen­te los servicios públicos para resolver, de una vez por todas, el grave problema de la recolecció­n de la basura; hacer las inversione­s necesarias para garantizar agua para todos; y ¡qué decir de los servicios de salud! La gente NO debe hacer filas para recibir la tan necesaria atención para el cuidado de la salud y que las medicinas estén siempre disponible­s para todos en el instante en que las necesiten. También hay que mejorar la red vial nacional y tapar los huecos que abundan por toda la República.

Y, aunque sabemos que muchos se quejan por todo, hay que reconocer que, desde el punto de vista macroeconó­mico, las cosas nos han salido bastante mejor de lo que algunos grupos han querido reconocer. Hagamos el inventario. Debido al gigantesco impacto de la pandemia, la economía se afectó considerab­lemente. Ese fatídico año 2020 la contracció­n fue de 17.9 % con relación al año anterior. Sin embargo, para los dos años siguientes, 2021 y 2022, crecimos 15.3 % y 10.5 % respectiva­mente. Los organismos internacio­nales responsabl­es de los temas económicos proyectan que nuestro país crecerá 5.7 % en el año en curso y 5.8 % en el 2024. Para el 2025 podríamos llegar al 6 %. El crecimient­o del PIB para la región está proyectado en 3.2 % para el año en curso. El PIB per cápita (a precios constantes) estuvo entre los tres más altos de América Latina. $14 617 en el año 2021, detrás de Chile y Uruguay. A pesar del impacto en el índice de precios como consecuenc­ia de la invasión de Rusia a Ucrania, la tasa de inflación fue de solo 1.6 % en el 2021 y 3.6 % el año pasado. Sin duda alguna, la más baja del continente y entre las 10 mejores del mundo.

En el año 2022, la Zona Libre de Colón reportó un crecimient­o de 46.5 % y los activos del Centro Bancario poco más del 7 %. La Superinten­dencia de Bancos informa que la liquidez del sistema bancario es robusta y adecuada. Las exportacio­nes para el año 2021 alcanzaron la cifra record de $3.5 billones, según datos de la Contralorí­a General. El año pasado se exportaron bienes por el orden de $3.002 billones. Como consecuenc­ia de la pandemia, el nivel del desempleo se afectó considerab­lemente. En el año 2020, 18.6 %. La tasa para los años 2021 y 2022 disminuyó a 11.3 % y 9.9 % respectiva­mente. Cierto es que todavía es alto, pero la tendencia es a la baja. La relación deuda pública/pib disminuyó de 68.5 % en el año 2020 (el de la pandemia) a un 66.3 % el año pasado y se proyecta en 64.7 % para el año en curso. El déficit fiscal se proyecta en 3 % para el año en curso y de un 2 % para el 2024. Según el Banco Mundial, Panamá debe cumplir y adherirse “a la consecució­n gradual de un déficit del 1.5 % del PIB en 2025”. En la reciente reunión del BID y el Banco Mundial, en marzo de este año, sus principale­s funcionari­os señalaron que la economía de Panamá “fue la que salió mejor librada que cualquier otro país de América Latina y que estará entre las de mayor crecimient­o para el año en curso”.

En el año 2020, la pandemia desestabil­izó por completo el orden económico mundial y Panamá no se escapó de esa realidad. Con un país tratando de enfrentar esa crisis, se afectaron los factores de producción y la empresa privada, motor del crecimient­o del país, cerró sus puertas y mucha gente se quedó sin trabajo. Como consecuenc­ia de esa realidad, durante el período 2020-2021, las finanzas públicas sufrieron, al punto de que se dejaron de recibir varios billones de dólares en impuestos sobre la renta, ITBMS y demás. Afortunada­mente, Panamá pudo salir al mercado y conseguir fuentes alternas de ingresos para mantener la operación del Gobierno, aplicando para ello una política keynesiana, mediante la cual el Estado interviene para atender una crisis. Esa política económica permitió el aumento del gasto público (mantuvo intacta la planilla del Gobierno y algunas inversione­s), con el objetivo de estimular la demanda agregada.

Los retos a futuro son inmensos. Panamá sigue teniendo una triste realidad: la desigualda­d. Un problema social muy serio que se tiene que atender cuanto antes. Tenemos una clase media y media baja que son las que realmente llevan el peso de la tributació­n. Por otro lado, hemos caído en una vorágine de incentivos fiscales en demasiados sectores de la economía y por consiguien­te tenemos unas deficienci­as importante­s. Sumarle a esa realidad los subsidios que ya sobrepasan de $2.5 billones al año y lo que se vislumbra es una situación fiscal difícil para los futuros Gobiernos. A esa ecuación hay que sumarle el déficit actuarial del programa de IVM de la CSS. Todo parece indicar que la única salida a futuro es la de una reforma fiscal. Pero en la que el peso lo ponga el sector privado y que el grueso de los recursos obtenidos de la misma se utilice exclusivam­ente para atender el tema de la CSS y al mismo tiempo, imponer reglas muy estrictas para detener el crecimient­o del Estado y también de la CSS, que es el mayor empleador. Paralelame­nte, aplicar la Ley para combatir la corrupción y hacer a los funcionari­os responsabl­es de sus gestiones y que existan sanciones ejemplares para que los que se equivocan en sus decisiones, paguen por sus errores. El objetivo es combatir la burocracia y hacer la cosa pública más eficiente.

Hay que detener el derroche y parar el sangramien­to. Cierto es que para lograrlo vamos a necesitar que TODOS los panameños logremos el consenso necesario, depongamos intereses personales o colectivos y trabajemos juntos para salvar a la tacita de oro.

“Adelante la pica y la pala...”, no hay tiempo que esperar.

“Y aunque sabemos que muchos se quejan por todo, hay que reconocer que, desde el punto de vista macroeconó­mico, las cosas nos han salido bastante mejor de lo que algunos grupos han querido reconocer”

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