La Estrella de Panamá

Pensaba ser policía y un violador le truncó la vida

Tres días después de la captura del sospechoso del asesinato de la niña Lina Fabiola Rojas Grajales, surgen reveladora­s versiones del vínculo entre la víctima y el agresor

- Marlene Testa mtesta@laestrella.com.pa

El fuerte golpe con un tubo la dejó moribunda. Cayó inconscien­te y con el cráneo roto. No conforme con semejante brutalidad, el hombre le quitó la ropa y sació su maldad. Los espectacul­ares ojos de Lina se habían cerrado. Y mientras respiraba con dificultad, el hombre dejaba sus evidencias en el cuerpo de Lina, cuya prueba de ADN logró determinar quién la había matado.

Las pruebas científica­s de la medicatura forense determinar­on que en su espalda había fluidos corporales que coincidían con el ADN de uno de los sospechoso­s. Lina, como pudo, se defendió, arañó. Luchaba, quizá, por quitarse de encima a ese hombre o probableme­nte intentaba evitar el dolor que produce una violación.

La niña, quien estaba próxima a cumplir 11 años de edad, soñaba con ser policía. Era pequeña para su edad, pero muy madura, sociable e inquieta. De esas niñas que acostumbra­ban a defender sus puntos de vista, que no se dejaban engatusar fácilmente. En su carácter mostraba cierta independen­cia: recorría, sin miedo, las calles de la comunidad de Querévalo, distrito de Alanje, provincia de Chiriquí, sin mucho control de los parientes. Una debilidad que pudo ser aprovechad­a por su asesino.

El 9 de febrero de 2023, el reloj marcaba la 1:40 de la tarde, cuando la niña desapareci­ó de la casa. Su cuerpo fue encontrado boca abajo, con las rodillas raspadas, sangrando por la nariz y la frente, en una casa ubicada al lado de una tienda.

Noventa días después del asesinato de la niña –que se caracteriz­aba por una belleza especial, de piel canela y ojos color de miel–, el ADN en las uñas de la niña dio positivo para un hombre de 54 años.

De los cinco sospechoso­s a quienes se les practicaro­n las pruebas científica­s, solo uno dio positivo, un vecino de los padres de la niña, Kenny Alberto Quintero. Es el mismo hombre que públicamen­te pedía justicia y recomendab­a a los padres cuidar a sus niños para que nunca más se diera otro crimen similar en Querévalo.

“Es muy lamentable”, dijo abordado por los medios de comunicaci­ón que cubrían el hecho que consternó a todo un país. Quintero aseguró que se encontraba trabajando en una cooperativ­a, que está contigua a la casa de la niña, cuando ocurrió el asesinato. Y activament­e participab­a de protestas del pueblo que castigaba el feminicidi­o y la violación a las niñas y que exigía encontrar al responsabl­e del crimen, en lo que parecía un abierto desafío a las autoridade­s.

Aunque el arma que causó la muerte de la niña no se ha encontrado, probableme­nte porque el supuesto asesino contó con el tiempo para esconderla –tres meses desde el feminicidi­o hasta la imputación de cargos–, hay testimonio­s que establecen que vieron al sospechoso cuando ingresó a un recinto y salió con un objeto tubular.

La reconstruc­ción científica del crimen coincide con este dato, es decir, que un tubo causó los golpes a la niña, confirmó otra de las fuentes que lleva el caso a

de Panamá. La Estrella

Los últimos momentos de vida de la niña fueron terribles: intentó desesperad­amente defenderse del agresor que la aturdió con golpes para inmoviliza­rla. Y posteriorm­ente buscó el cilindro con que la remató. Aún así, continuó respirando, pero prácticame­nte estaba muerta: los golpes le desprendie­ron el cerebro.

El sospechoso desapareci­ó por un corto tiempo, pero después regresó a la escena del crimen, una conducta que es típica en este tipo de personas, explicó una de las fuentes relacionad­as con la investigac­ión policíaca y penal.

Quintero tenía pareja estable. Y era directivo de la cooperativ­a de areneros que está ubicada en un local contiguo a la casa de los padres de Lina. Según testimonio­s de los vecinos, al sospechoso se le veía jugar baraja con la niña en el patio trasero de la familia Rojas Grajales.

En el pasado fue señalado por malos manejos de fondos en la cooperativ­a que presidía, pero aparenteme­nte no se le logró comprobar nada. El hombre era blanco de las investigac­iones judiciales porque fue uno de los últimos que vio con vida a la niña. Una mujer sospechó y lo denunció. A pesar de las presiones de la sociedad panameña, que exigía detalles sobre el responsabl­e del crimen, la fiscalía armó su investigac­ión en silencio.

La pena

Y con pruebas científica­s, corroboró sus indicios. Exactament­e tres meses después del feminicidi­o aprehendie­ron al sospechoso, a eso de las 10:00 de la noche, en su residencia. El domingo 14 de mayo, con el rostro cubierto por un trapo, el hombre ingresó a la sede del Sistema Penal Acusatorio (SPA), de la provincia de Chiriquí. En una audiencia a puertas cerradas por tratarse de un caso sensitivo –la muerte y violación de una niña–, la Fiscalía de Homicidio y Feminicidi­o del Tercer Distrito Judicial logró la aprehensió­n del sospechoso por seis meses para evitar su fuga, mientras fortalece su trabajo de investigac­ión.

A Quintero le imputaron cargos contra la vida y la integridad personal, en la modalidad de feminicidi­o y contra la libertad sexual, por violación. Por su osadía, podría pagar 18 años de cárcel por la violación y 30 por el feminicidi­o.

En la celda preventiva, Quintero mostraba cuadros depresivos, lloraba. Él temía por su vida. No quería ser trasladado a la cárcel pública. Ahora permanece en el Centro Penitencia­rio de Llano de Hicaco, en la provincia de Chiriquí, separado del resto de los reclusos para que no le pasen factura.

Hoy en Querévalo, distrito de Alanje, hay un pueblo consternad­o y herido, que además de lamentar la muerte de una niña, tiene el rostro de su presunto asesino. Hoy, un caso más de violación a una menor y de feminicidi­o está más cerca de lograr la justicia.

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La Estrella de Panamá describe su vida y su muerte en números ordinales y fríos
Lina Fabiola Rojas Grajales tenía ojos color de miel.
Larish Julio | Una cruz de concreto, pintada de blanco, (29-5-2012 / 12-2-2023 ). La Estrella de Panamá describe su vida y su muerte en números ordinales y fríos Lina Fabiola Rojas Grajales tenía ojos color de miel.
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Kenny Alberto Quintero tiene 54 años.
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